Accalia Daciana
No me gusta el caos, me enferman los pleitos…a veces pienso en “por qué la vida es tan compleja". Solo necesito ir a la biblioteca y olvidar este episodio.
Mi madre me alcanza una última daga. me abraza y rompe en llanto.
—Lo peor que nos pueden hacer es humillar nuestro ego, nuestra virtud. Jamás lo permitiremos —dijo.
—Mamá, ¿son tan malos como dicen? —pregunté ingenuamente.
—Los Farkas, hija, son el infierno mismo de nuestra especie.
—Mamá porqué no piden ayuda a los otros —insistí.
—Nuestra regla no es eso, cada manada debe proteger lo suyo solo así mantienes vigente tu nombre. Tu linaje.
Me quedé en silencio.
—Quédate aquí y cuando sea el momento demuestras tu valentía.
Se marcha a su lugar. El viento se pone violento, el cielo retumba su ira, los árboles se inclinan casi tocando el piso.
La Luna sigue firme ante aquella tormenta que se avecina.
《Se acercan, son un ejército》—informa mi tío.
《No tengan miedo, confiemos en nosotros mismos》—dice papá.
Y, justo en ese instante la lluvia cae a torrenciales apagando los faroles de todos lados, quedándonos en completa oscuridad.
La espesa noche nos envuelve, envuelve nuestros miedos.
A lo lejos se oyen aullidos. Mi yo lobuna intuye por primera vez el peligro y por última vez, pienso en Rochester, pienso en su mirada. Quizá nunca viva el idilio del primer amor ni la ilusión del primer beso.
***
Todo estaba listo. Por fin los Farkas renaceríamos.
Toda la manada camina muy decidida. La noche tendrá que ser nuestra. Doblegaremos a la diosa Luna. El bosque frondoso nos recibe aterrorizado, como adivinando la victoria.
—Sí el bosque se regocija, todos aquellos harán lo mismo —grito a lo que mis hombres responden con rugidos.
La lluvia empieza a caer impidiendonos el paso. El piso se vuelve resbaloso. El viento entorpece nuestra vista.
—No nos detendrás —maldigo mirando a la luna, quien se mantiene vigente.
Las colinas son muy altas. Y eso hace que nos demoremos.
Y, finalmente, ascendimos al picó más alto de toda la sabana. De aquí se puede observar la mansión de las manadas. La oscuridad cubre con su manto negro y tenebroso.
Entonces, ordeno al batallón a seguir y atacar sin contemplaciones. Todos corren como una rafaga de viento, y en unos minutos, ya estamos en las frontera de los Daciana. Yace de cercos de madera y púas. Esto no es nada para nosotros, somos expertos en saltos sin importar cuán alto sea.
Nos subestimaron. Al otro lado están las vallas de los Rochester. Su olor es muy perceptible.
Todos saltan sin ningún problema y ya estamos en el territorio de los Daciana. La oscuridad se intensifica jugando con nuestra visión.
—Victor, ¿estás ahí? —digo al no percibir su olor.
No hay respuesta.
—Jefe, ¿atacamos? —pregunta uno de los lobos.
—Vayamos despacio, sin prisa.
—Usted dijo que ataquemos sin contemplaciones, además ya quiero tener a esa mujeres en mis brazos —responde tomando la delantera, empero se oye un sonido, ¡crack! y solo gritos de caída se hacen cada vez más lejanos.
Todos nos quedamos fríos. Pusieron trampas, sabían que estaríamos aquí. ¿Alguien los ha puesto de sobreaviso?.
—Malditos, ¿quién fue? —grito —¡Víctor, tú fuiste el traidor!
—No, claro que no —responde detrás de mí —por qué no preguntas a tus hombres, porque no les preguntas del porqué tenían que matar criaturas justo en este lugar, poniendo en sobreaviso —dice.
Lo cual tiene sentido.
—Los siento, jefe, Sam y los otros estuvieron por aquí.
—Malditos —gritó —tengan cuidado y avancemos —finalizó dejando cegarme por la rabia.
Y, por fin, estábamos más cerca a la mansión. El olor de esas mujeres eran tan agradables y seductoras. Y, sí, el olor de Ampis inunda mis fosas nasales. No he olvidado su olor. Después de tanto tiempo, por fin, podré verla. Mirarla a los ojos.
—¡Maldito, vamos acércate! —se oyó la voz del traidor Accis Daciana, el alfa de los Daciana.
Reí burlonamente ante sus palabras.
—¡Tienes algo que me pertenece, es momento de saldar cuentas! —respondí recordando el pasado.
—Asco me das, nunca te pertenecí ni fui tuya, ya superalo, Zane —se oyó la melodiosa voz de Ampis.
—Ampis, ¿cómo has estado? —respondí emocionado, más de veinte años que no la veía, su piel blanca podía relucir ante la oscuridad seguía siendo bella. Mi yo lobuno recobró fuerzas, era diferente observarla de lejos que tenerla cerca.
Su voz me había atormentado por años. Cuando la conocí era casi una niña. Muy hermosa, hija legítima de la luna, vivían bajo nuestro mandato, hasta que un día cegado por el amor y la ilusión declaré mi amor, empero ella me rechazó de una manera más vil, no lo hizo directamente sino que jugaba con mis ilusiones.
—Ampis, hermosa, estás a tiempo de decidir —dije —vuelve a mí —supliqué —si lo haces no haré daño a tu manada.
—Ni muerta regresaría contigo —se oyó su voz de desprecio, matándome un poquito más.
《Ella no nos quiere》 —dice mi lobo —《nunca nos quiso, acabemos de una vez》
—Pagarás con sangre y dolor —respondí convirtiéndome en mi lobo y atacando a Accis.
Aquella batalla sangrienta
Nunca me ha gustado ser testigo de batallas ni muertes, ver a mis hijos licántropos enfrentarse entre ellos destruye mi alma.
Zane Farkas atacaba salvajemente a Accis tumbandolo al piso. Su fuerza se había triplicado el doble. Mordió el cuello de Accis asfixiándolo, en su defensa fue Ampis, empero, ya era demasiado tarde:
—Cuida de la niña, cariño, nos vemos en el paraíso de la luna —diciendo eso falleció. La sangre emanaba de su herida como una cascada.
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Editado: 22.09.2024