Acendrada Oscuridad

03

Él solo jugaba con ella, fingiendo que era real.
 


Comprimí mis parpados.

Ese olor...

¿A qué olía? Parecía ser... ¿algo descompuesto?

¿Pero por qué era tan potente aquel olor?

Dios mío me ahogaba, estaba siendo asfixiada por un hedor putrefacto y abrumador. Como si una rata podrida estuviera sobre mi nariz, no podía sentir el aire fresco entrando por mis fosas nasales, siendo aquel aroma el causante de abrir mis ojos: al abrir mis ojos, aquel olor se marchitó.

Como si fuera un sueño o un recuerdo.

Con una expresión de asco en mi rostro me vi sentada en un sofá de cuero blanco con las piernas cubiertas por un edredón grueso con flores de tela coloridas, tolerando mentalmente aquel ahitamiento involuntario.

Todo estaba en su lugar, no había nada peculiar o extraño en mi alcoba, exceptuando el aire acondicionado que en éste caso estaba encendido a potencia media. Una lámpara de noche iluminaba con imágenes destellantes en forma de lunas y estrellas giratorias todo el techo de la habitación, sosteniendo un parecido a hologramas móviles. Ésta lámpara sobresaltaba su existencia en la cómoda de madera pulida a un lado del sofá en el que estaba.

Vi mis posters de las bandas alternativas Foals y Videoclub pegados alineadamente por todas las paredes. 
 

Mis plantitas de cactus prosperaban arriba de un tablero ajustado a las paredes donde también colocaba libros, sketchbooks y algunos recuerditos recolectados en el orfanato. 
 

Se podían ver varias repisas decoradas mágicamente con bombillas de luz neón, stickers añadidos a lo que sería la puerta del espacioso closet y uno que otro estante de caoba repleto de artefactos electrónicos, arte, fotografía y otras cosas que no alcancé a notar. 
 

Las gotas de lluvia golpeaban consecutivamente el ventanal de mi habitación, tras unos segundos transcurridos en los cuales las gotas se intensificaron en un melódico repiqueteo, aparté mi rostro casi al tiempo que una gota de agua se coló por la gotera situada justo en el lugar donde descansaba mi cabeza: mi almohada. 
 

Los gritos de mis padres cada vez fueron menos escandalosos ya que la lluvia neutralizaba el sonido, siendo ella ahora la protagonista y causante de mi paz. Sí, era solo en esos momentos en los que encontraba paz, cuando no podía escuchar sus reclamos. 
 

Mi sistema, automáticamente, se sincronizó con la situación. 
 

¿Por qué mi vida debía ser tan catastrófica?
 

¿por qué simplemente no dejaba de existir así, sin más? 
 

¿La vida no era lo suficientemente benévola como para quitarme el don de respirar en el momento más oportuno?
 

No, realmente la vida se trataba de sufrir para superar las adversidades y descansar al final de la tormenta. 
Pero, ¿cómo hacia si la tormenta vivía sobre esta casa desde mucho antes de que Asher y yo nos mudáramos acá? 
 

¿Cómo podía hacer...? 
 

¿...si la tormenta era parte de mí? 
 

Y conectando los puntos... 
 

Todo vino a mí, lo que había pasado... lo que había sucedido. 
 

Lo último que recuerdo fue que caí desmaya en el área del jardín trasero con muchas miradas e impecables sonrisas recayendo sobre mí, luego de ver a... 
 

Un momento. El motivo de caer desmayada fue por los drásticos golpes que me obligaron a recaer en medio de una celebración de enfermos mentales, el dolor que sentía en todo mi cuerpo era tan crítico y agudo que no pude mantenerme firme. Yo me lancé por las escaleras tratando de salvar mi vida del supuesto asesino, cayendo así veinte escalones en picada, lesionándo todo mi cuerpo. 
 

Aquello tenía que ser una jodida broma.
 

Si todo eso aconteció, entonces, ¿dónde estaban mis heridas? 
 

El pánico y la confusión me obligaron a levantarme del sofá velozmente. Necesitaba verme, necesitaba entender por qué carajos no estaba en un hospital recibiendo ayuda médica. 
 

Encendí la luz como una completa lunática. Escandalizada me dirigí al espejo; un espejo grande con marco de cristal macizo donde podía espetar todo mi cuerpo.
 

Y entonces, al verme... entré en shock
 

Confundida. 
 

Alterada. 
 

Nerviosa y, confundida doblemente. 
 

Revisé mis piernas: en aquella piel blanca/cremosa no titilaba ni el más mínimo rasguño. 
 

Revisé mi torso: en aquella figura definida no existía el profundo color rojizo fusionado con purpura de ningún moretón. 
 

Revisé mi cráneo... ya sabrán lo que siguió después de tantear mi cuero cabelludo con las ñemas de mis dedos.
 

Exacto. 
 

Las hebras de cabello pelirrojo que se deslizaban por mi espalda hasta cubrir mis glúteos estaban intactas. Todo mi cabello estaba donde debería estar. Eso quería decir que... ¿en ningún momento caí por las escaleras, ni mi cabello quedó entre los dedos de aquel desquiciado?
 

¿Todo había sido...? 
 

¿Pero cómo? 
 

¿Verdaderamente nada había pasado?
 

No, esto tenía que ser un mal sueño. Lo único que no estaba donde debería estar era mi cordura.
 

Yo no estaba loca, estaba muy segura de lo que había visto y vivido; no sé qué carajos habrá pasado después de caer desmayada pero necesitaba respuestas concretas. 
 

Yo no estoy loca. 
 

Sabía lo que había vivido. Aunque... no. Yo no estoy loca ¿Ustedes me creen cierto?
 

Así que sin más me dirigí al cuarto de mis padres a terminar la escandalosa discusión que me hacía arder. Aún seguían discutiendo, se gritaban mutuamente sacándose en cara todos sus defectos e imperfecciones. Y yo, ya estaba harta de eso. 
 

Abrí la puerta de mi cuarto demasiado furiosa, no me importó salir en esas condiciones «vestía una bata de dormir lo suficientemente transparente como para que todos notaran mis calsones de panditas». No me detuve a pensar bien las cosas, no sabía qué hora era pero tenía la certeza de que amanecería en poco tiempo.
 



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En el texto hay: adolescentes adultos, amor pasion, muertes y dolor

Editado: 12.06.2020

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