Aceptar lo extraño

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—Bueno, aquí vamos —Piensa para sí, Axel de 18 años, en la cabina de pasajeros del robot de su tío, que tiene 4 llantas maniobrables de tanque. Por la ventana observa, como andan otras máquinas, unas con piernas mecánicas y otras con llantas; algunas más grandes que otros, para llevar a una sola persona o màs inclusive. Diferentes modelos, y estructuras—, al fin me toca tener uno.

Su tío sintoniza la radio para llevar a su sobrino a que encuentre su armadura. Mientras conduce su sofisticada maquina recuerda cuando, hace años cuando él tenía 18 y al igual que el resto de personas de su familia, y gran parte de su país, recibió el llamado. Algo en su mente le decía que su Armeis había llegado a la tierra.

Sus padres lo llevaron a que vaya a activarlo, para, una vez aprenda a usarlo, este se adapte a su cuerpo y mente, pueda implementarle tecnología y usar la armadura como más le parezca. Pues, las armaduras son objetos altamente moldeables que funcionan como recubrimiento del cuerpo del dueño, como batería de otros dispositivos que funcionen con electricidad, y como conductor de energía.

—¿Por dónde? —Pregunta Erk, él tío de Axel, mientras conduce su máquina por un desierto ya desolado.

Axel, cierra los ojos, mueve su cabeza, y en una parte de esa oscuridad ve una pequeña luz tenue, apunta su cabeza en esa dirección y le indica a su tío que siente que su Armeis cayó por ahí. El hombre conduce, su vehículo desplazándolo con facilidad gracias a sus ruedas todo terreno.

En el desierto habría algunos cactus y arbustos, además de piedras grandes y formaciones rocosas.

—¿Emocionado? —Erk mira a su sobrino al lado suyo, sin demasiado interés en el asuntos.

Axel mira distraído la ventana, y luego a su tío.

—Los veo muy complicados de usar, no sé si sea buena idea.

—Las primeras personas que reclamaron su regalo del espacio tampoco estaban seguras —No deja de conducir—, pero tomaron el riesgo y ya avances que hemos conseguido en menos de cincuenta años.

—Es que aparte, justo me explicaron en una clase que, no solo no saben de dónde vienen, sino que no sabemos de qué están hechas —menciona con algo de preocupación—, no hay certeza de que sea algo biológico o tecnológico ¿Cómo confías en algo así?

—Porque muchos otros lo hicieron antes que yo, eso me dio seguridad y y de momento no hemos encontrado una razón para no usarlos.

Posterior a un rato de andar en línea recta, lejos ya de la carretera, Erk le indica a su sobrino que ya lo encontró. Axel, mira por la ventana del conductor y a 2 edificios de distancia ve un avalo grande flotando en el aire.

Cierra los ojos, confirmando lo que ya era obvio, que lo que ve es su nueva armadura. Él suspira. Su tío, que lo conoce y sabe que no está seguro de dar el paso, lo tranquiliza explicándole que puede ser difícil, pero vale la pena el esfuerzo de controlarla, ya que es una herramienta extraordinaria que no todo el mundo tiene.

Se detienen a pocos metros y la cabina del conductor, al igual que la cabina de pasajeros desciende rápidamente hasta casi tocar el piso, trasladando hacia los lados las ruedas.

Axel observa la forma ovalada de más de un metro. que esta frente a la ventana, toma aire y sale del vehículo. Mientras camina solo espera que no sea tan complicada de manejar, sabe que a algunos les cuesta más, y no cree tener la energía para eso, ya que tiene que trabajar y prefiere pasar su tiempo libre en actividades de ocio, no en entrenar algo que quizás no le sirva.

Cuando llega y está a un metro del ovalo flotante, cierra los ojos, se acerca más, se concentra, pone su mano tocando la figura y espera unos pesados segundos.

No pasa nada, mueve un poco su mano en la misma posición.

Èl tenía entendido que era de esa forma como se activaban. aleja la mano y la vuelve a colocar, con los dedos bien extendidos. Espera un rato, casi un minuto. Mira a su tío, quien parece estar igual de sorprendido que él. Da la vuelta al ovalo, y coloca su mano en otra área.

Tras un minuto sigue sin obtener resultados, el Armeis no se ha abierto y por fortuna no hace tanto sol.

—¿Comiste bien hoy? —Le pregunta su tío, quien se acercó al chico, ya fuera del vehículo—, quizá tenga que tener tu energía.

—Claro que si desayune, como siempre —Contesta Axel, buscando también, en su mente una explicación.

—Trata con ambas manos —Le sugiere su tío.

Él, se concentra, pone sus dos manos y siente la liza textura, ve la luz ligera ir justo al ovalo con sus ojos cerrados. Se centra, envía energía, trata de recibir energía, la siente, pero el ovalo se mantiene igual, flotando completamente estático. Cosa que lo molesta.

Junto con su tío, tratan de dilucidar qué ocurre. Erk recuerda casos similares de los que presencio y escucho en sus años de experiencia. Intentan un rato después. Axel se empezaría a enojar en serio. Por lo que, Erk sugiere que el estrés podría afectar a la armadura. De modo que propone volver mañana, pues nadie más lo puede tomar que no sea el dueño. Axel accede y camina para subirse al vehículo.

Ya en el asiento trasero del robot de su pariente, recuerda, que, efectivamente, no quería un arméis. Sin embargo, ahora que este se niega a activarse, ve el asunto como un reto personal.

El robot se desplaza hacia su casa. Un rectángulo, estilizado de metal, con ventanas en un barrio lleno de otros rectángulos de metal con algo más de decoración, dos o más pisos, patios pequeños y rejas. Ya ahí, Axel va a jugar videojuegos en la pantalla ultra delgada de su pequeña habitación. De esa forma pasa las horas.

Luego va a cocinar para su tío y para él. Cuando sirve la, no tan elaborada comida, Erk, le explica a su sobrino que, consulto con un antiguo amigo suyo.

—Él me dijo que conocía a alguien que tuvo problemas en activar su armadura, y, esta persona tuvo que verla como algo diferente a lo que creía antes.

—¿Cómo dice? —Axel, con su cuchara en la mano.



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En el texto hay: futurista, moraleja, maquinas

Editado: 08.02.2025

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