Acero Inquebrantable

Fracturas Y Promesas

El silencio en la habitación era más denso que el aire antes de una tormenta. Valeria estaba de pie junto a la ventana, observando las luces de la ciudad con los brazos cruzados. Su mente aún estaba atrapada en el encuentro con Adrián. Su voz, su arrogancia, la forma en que había intentado meterse en su cabeza.

Pero lo peor no era él.

Lo peor era la discusión que acababa de tener con Isaac.

—¿Por qué fuiste sola? —La voz de Isaac era baja, pero cargada de tensión.

Ella cerró los ojos por un momento antes de girarse para enfrentarlo.

—Porque era algo que tenía que hacer.

—¿Por qué? —insistió él, cruzando los brazos—. ¿Porque necesitabas demostrar algo? ¿Porque querías enfrentarlo sin que nadie interfiriera?

—No es tan simple —dijo Valeria, su tono más afilado de lo que pretendía.

—Entonces explícamelo —replicó él, acercándose—. Porque desde donde estoy parado, parece que tomaste una decisión peligrosa sin pensar en las consecuencias.

Valeria sintió que la rabia burbujeaba en su pecho.

—¿Y qué querías que hiciera, Isaac? ¿Llevar un equipo entero y convertirlo en un espectáculo? Adrián no habría hablado si hubiera sentido que estaba en desventaja.

—¿Y qué habría pasado si no se trataba de una conversación? ¿Si hubiera sido una trampa?

Ella apretó la mandíbula.

—Lo tenía bajo control.

Isaac soltó una risa incrédula.

—¿De verdad crees eso? ¿Después de lo que dijo?

Valeria se quedó en silencio. Sabía que Isaac tenía razón en estar molesto. Sabía que lo que había hecho había sido arriesgado. Pero no podía evitar sentir que él no entendía completamente lo que significaba para ella ese encuentro.

—Esto no es solo tu guerra, Valeria —continuó Isaac, su tono más suave pero igual de firme—. No puedes tomar decisiones como si estuvieras sola en esto.

—No lo hago.

—Sí, lo haces. Y no es la primera vez.

Sus palabras la golpearon más fuerte de lo que esperaba.

—Isaac…

—Te amo, Valeria —dijo él de repente, interrumpiéndola.

Ella parpadeó, sorprendida por la intensidad en su voz.

—Pero no puedo amarte si sigues alejándome de esta manera.

El aire se volvió pesado entre ellos. Valeria sintió una punzada en el pecho. No porque dudara de sus sentimientos, sino porque no estaba acostumbrada a depender de alguien.

—No es mi intención alejarte —susurró finalmente.

Isaac la miró con algo más que frustración. Había dolor en su mirada.

—Entonces deja de hacerlo.

Valeria bajó la vista, sintiendo que su propio orgullo estaba interfiriendo con lo que realmente quería decir.

—He pasado tanto tiempo confiando solo en mí misma —admitió—, que a veces olvido que ahora es diferente.

Isaac dio un paso más cerca, su mano rozando la de ella.

—Lo es. Pero solo si tú lo permites.

Ella levantó la mirada, encontrándose con sus ojos. En ese momento, supo que tenía que dejar de luchar contra lo inevitable.

—Lo permitiré —dijo en voz baja—. Pero tienes que entender que esto es difícil para mí.

Isaac asintió lentamente.

—Solo dime una cosa.

—¿Qué?

—Si estuviera en tu lugar… si el pasado volviera para atormentarme de esta manera, ¿me dejarías enfrentarlo solo?

La respuesta era obvia.

—No —admitió—. No lo haría.

—Entonces, por favor, no me hagas eso a mí.

El peso de sus palabras se asentó en su pecho. Finalmente, Valeria soltó un suspiro y asintió.

—Está bien. No más decisiones impulsivas sin consultarte.

Isaac sonrió levemente.

—No pido que cambies quién eres. Solo que recuerdes que ahora somos un equipo.

Ella le devolvió la sonrisa, aunque con un toque de cansancio.

—Un equipo que todavía tiene mucho por enfrentar.

—Lo sé —respondió él, acercándose más—. Pero al menos ahora sé que lo enfrentaremos juntos.

Sin más palabras, Isaac la rodeó con los brazos y la atrajo hacia él. Valeria se dejó sostener, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que no tenía que cargar con todo sola.

La guerra no había terminado. Pero por primera vez, sentía que no estaba peleando sola.

Horas después

Valeria no podía dormir. A pesar de la reconciliación con Isaac, su mente seguía atormentada por la presencia de Adrián en su vida nuevamente.

Se levantó de la cama con cuidado, sin despertar a Isaac, y caminó hacia la ventana. La ciudad brillaba en la distancia, ajena a sus conflictos internos.

—No puedes seguir castigándote por esto.

La voz de Isaac la sorprendió. Se giró y lo vio sentado en la cama, observándola con ojos somnolientos pero atentos.

—No me estoy castigando —murmuró.

—Sí, lo haces —insistió él, levantándose y acercándose a ella—. Estás pensando en Adrián, en lo que significa su regreso, en lo que podría hacer.

Valeria suspiró y apoyó la frente contra el cristal frío.

—Él sabe cómo manipularme, Isaac. Sabe qué decir, qué hacer para hacerme dudar.

Isaac deslizó sus brazos alrededor de su cintura y la atrajo hacia él.

—Pero ya no eres la misma persona que él traicionó. Eres más fuerte. Más inteligente. Y no estás sola.

Valeria se permitió relajarse contra él, cerrando los ojos por un momento.

—Prométeme algo —susurró.

—Lo que quieras.

—Si alguna vez dudas de mí… si alguna vez crees que Adrián está logrando meterse en mi cabeza… dime la verdad. No me dejes caer en su juego.

Isaac giró su rostro para que lo mirara.

—Nunca dudaré de ti, Valeria.

Ella tragó saliva y asintió.

—Entonces iremos juntos hasta el final.

Isaac sonrió y la besó con ternura.

—Hasta el final.

Y con esa promesa sellada entre ellos, Valeria supo que, sin importar lo que viniera, esta vez no enfrentaría su pasado sola.



#754 en Novela romántica
#220 en Otros
#7 en Aventura

En el texto hay: amor celos traicion, humor aventura

Editado: 29.01.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.