El amanecer se filtraba suavemente por las cortinas de la habitación, tiñendo todo con un resplandor dorado. Valeria abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor familiar del cuerpo de Isaac a su lado. Su respiración era tranquila y acompasada, su brazo enredado en su cintura con la naturalidad de quien se aferra a su hogar.
Por un momento, se permitió disfrutar de la quietud. Era raro tener momentos así, sin amenazas, sin planes de seguridad, sin la presión del mundo exterior. Solo ellos dos, juntos, envueltos en una paz que antes parecía imposible.
Se giró lentamente, quedando frente a él. Isaac seguía dormido, con el ceño ligeramente fruncido, como si incluso en sueños su mente estuviera trabajando. Valeria sonrió y deslizó suavemente los dedos por su mejilla, trazando el contorno de su mandíbula. Lo amaba. Lo amaba de una manera que nunca creyó posible, con una intensidad que la asustaba y la hacía sentir viva al mismo tiempo.
—Si sigues mirándome así, voy a pensar que planeas algo —murmuró Isaac sin abrir los ojos.
Valeria arqueó una ceja.
—¿Desde cuándo tienes ese sexto sentido?
—Desde que me casé con una mujer que siempre está maquinando algo.
Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
—Tal vez solo estaba admirando lo pacífico que pareces cuando duermes. Es una rareza.
Isaac abrió los ojos lentamente y la miró con intensidad.
—¿Sabes lo que es una rareza para mí? Despertar cada mañana y verte a mi lado.
Valeria sintió un calor familiar en su pecho. A pesar de todo el tiempo que llevaban juntos, Isaac aún tenía la capacidad de desarmarla con sus palabras.
—No necesitas recordarme que estamos casados, Isaac.
Él sonrió y deslizó su mano hasta su mejilla, acariciándola con ternura.
—No lo hago para recordártelo. Lo hago porque todavía me sorprende que una mujer como tú haya decidido quedarse conmigo.
Valeria entrecerró los ojos, fingiendo molestia.
—¿Acaso pensaste que iba a huir después de la boda?
—No, pero tampoco pensé que sería lo suficientemente afortunado como para que esto durara tanto.
Ella negó con la cabeza, divertida, y luego lo besó suavemente.
—Isaac Vannucci, sigues siendo un idiota.
Él sonrió contra sus labios.
—Sí, pero ahora soy tu idiota.
Valeria suspiró, pero no pudo evitar reír.
—Y pensar que la primera vez que nos vimos, pensé que eras un mujeriego insoportable.
Isaac levantó una ceja, divertido.
—¿Solo un mujeriego? Me decepciona que no hayas pensado que también estaba loco.
—Oh, también lo pensé —dijo Valeria, con una sonrisa traviesa—. Un mujeriego loco con demasiado dinero y cero sentido de seriedad.
—Y, aun así, aquí estás, casada conmigo.
—Contra toda lógica.
Isaac la atrapó entre sus brazos y la besó con más profundidad, haciéndola olvidar cualquier otra cosa que no fuera él.
Más Que Una Pareja
Después de un desayuno tranquilo y muchas miradas cargadas de complicidad, ambos se dirigieron a su empresa. Aunque la seguridad seguía siendo una prioridad, el negocio había crecido más allá de eso. Ahora dirigían una de las firmas de inteligencia privada más poderosas del mundo, con conexiones en todos los continentes.
Pero, por primera vez en mucho tiempo, Valeria tenía algo más en su mente. Algo que no tenía que ver con estrategias, misiones o enemigos.
Algo que cambiaría sus vidas para siempre.
La Noticia
Valeria había estado evitando el momento todo el día. Sabía que debía decírselo a Isaac, pero no encontraba la manera. No porque dudara de su reacción, sino porque, por primera vez en su vida, estaba nerviosa por algo que no implicaba peligro o combate.
Cuando finalmente llegaron a casa, después de un día agotador, Isaac notó que algo estaba fuera de lugar.
—¿Qué pasa? —preguntó, observándola con atención.
Valeria tomó aire y decidió que no podía postergarlo más.
—Tengo que decirte algo.
Isaac frunció el ceño, dejando todo a un lado.
—Dime.
Ella se cruzó de brazos, como si estuviera preparándose para una batalla.
—Estoy embarazada.
El silencio que siguió fue absoluto. Isaac la miró fijamente, como si su cerebro estuviera procesando la información.
—¿Qué?
—Voy a tener un bebé, Isaac. Vamos a tener un bebé.
Él parpadeó un par de veces antes de reaccionar.
—¿Estás segura?
Valeria asintió lentamente.
Isaac pasó una mano por su cabello, todavía en shock, pero luego, poco a poco, una sonrisa se extendió por su rostro.
—Dios… Vamos a ser padres.
Valeria sintió cómo su tensión se desvanecía al ver la emoción en sus ojos.
—Sí, vamos a ser padres.
Isaac se acercó a ella y la tomó entre sus brazos, abrazándola con una mezcla de asombro y felicidad.
—Esto es… increíble.
Valeria apoyó la cabeza en su pecho, cerrando los ojos.
—No sé cómo hacerlo, Isaac. No sé cómo ser madre.
Él la sostuvo con más fuerza.
—No tienes que saberlo todo ahora. Lo aprenderemos juntos. Como siempre.
Valeria lo miró, y en ese momento supo que, sin importar lo que viniera, no estaría sola.
Se besaron bajo la luz de la luna, sabiendo que su mayor aventura acababa de comenzar.