Acompáñame a estar solo

Capítulo 3

Luego de pasar un día lleno de diversión junto a su madre, Vinícius fue a buscar a Aleix e intentar convencerlo de que los acompañara a cenar.

—Ha sido un día largo, Vini. ¿Por qué no lo dejamos para otro día? Estoy algo cansado —se excusó el hombre.

—¡No! Quiero que vengas con nosotros. Te prometo que será solo un rato, volveremos temprano. ¡Por favor! Iremos a un lugar donde no haya mucha gente, lo prometo —dijo el niño juntando las manos como rogando.

—Está bien, Vini. Dame unos minutos voy a cambiarme. —La verdad era que Aleix no quería salir pero la forma en que se lo pidió y lo importante que parecía ser para el niño lo convenció. Vinícius lo esperó en la sala y unos minutos después lo llevó de la mano hasta la puerta de su departamento.

—¡Mami! ¡Estamos listos! —dijo eufórico ingresando al hogar.

—Hola —saludó Jade mirando a Aleix entrar a su casa—. Creo que no nos hemos presentado correctamente aún, soy Jade —dijo la mujer—. Se pronuncia Yadi, en portugués,  pero se escribe Jade  —sonrió—. Puedes decirlo en español si así lo deseas.

—Como la piedra —afirmó el hombre y ella sonrió asintiendo, quería mostrarse amable—. Hola… Soy Aleix, un gusto, Jade —saludó—. Espero no incomodar… le dije al niño que no era necesario acompañarlos, pero… Vinícius fue un poco insistente y…

—No es molestia —sonrió Jade—, además sé cómo puede ser mi niño de insistente. Entonces, Vini, ¿a dónde quieres ir? —preguntó la mujer.

—A algún lugar tranquilo… a Aleix no le gustan mucho las personas —añadió y Aleix sintió que el rostro se le teñía de rojo, hacía mucho tiempo que no se sentía avergonzado pero en ese instante quiso que la tierra lo tragase.

—No… por mí no se preocupen —mintió sabiendo que ir a un lugar lleno de gente lo haría sentir mal e incómodo.

—Creo que conozco un buen sitio —dijo Jade ignorando el comentario de Vini y sobre todo la vergüenza que notaba había hecho pasar al vecino. No tenía idea de qué sucedía con ese hombre pero ya el niño le había dicho que no le gustaba salir ni frecuentar lugares concurridos.

Salieron entonces los tres y subieron al auto de Jade, ella manejó solo unas cuadras hasta llegar a una pequeña pizzería en la que no había más de tres o cuatro personas. El lugar era agradable y con un aire familiar que inundaba toda la estancia.

—Suelo venir a almorzar aquí —sonrió—, queda cerca de donde trabajo.

—¡Quiero pizzas! —dijo Vinícius observando el menú y su madre asintió.

—¿Dónde trabajas? —preguntó Aleix. Le agradaba el lugar, no había mucha gente y eso le generaba algo de tranquilidad.

—Trabajo en el Consulado Honorario —respondió—. Digamos que es una entidad dependiente de la embajada y que brinda apoyo a la comunidad brasileña en Colombia.

—Eso suena a algo muy serio —añadió Aleix. Jade iba a contestar  pero una empleada del local se acercó a tomar las órdenes. Un rato después cuando se alejó, la mujer continuó.

—No es nada muy serio —sonrió—, pero es bonito mantener las raíces a pesar de la distancia. Además colaboro como asesora en la Casa del Carnaval… ya ves, soy buena bailando —explicó encogiéndose de hombros.

—Eso suena muy… divertido —musitó Aleix y una imagen de Nuria envuelta en telas de miles de colores, sonriendo y bailando divertida se atravesó en su mente. Su mano se movió nerviosa intentando tomar el vaso en el cual hacía solo unos minutos le habían servido refresco, pero el movimiento fue torpe y la bebida se derramó—. ¡Lo siento! —dijo enderezando el vaso como pudo e intentando limpiar el desorden.

—No te preocupes —sonrió Jade ayudándolo.

—A mí siempre me pasa eso —dijo Vinícius señalando el líquido oscuro dispersándose por la mesa—. Mamá dice que es porque tengo las manos pequeñas, pero mira, mamá, sus manos no son pequeñas.

Vinícius señaló las manos de Aleix y por un segundo Jade notó pequeños temblores en sus dedos. Aleix se percató de aquello y las guardó rápido bajo la mesa. La ansiedad lo estaba tomando presa, sentía sus manos sudar, su corazón latir acelerado y sus pensamientos comenzaban a recriminarle por haber salido de casa.

—¿A qué te dedicas? —preguntó Jade notando la incomodidad del hombre.

—Soy… programador —respondió intentando sonar natural y esconder el temor que ya lo estaba acechando—. Trabajo en una multinacional —afirmó.

—Ohh… Eso suena… complicado —sonrió Jade.

La pizza llegó y sin más preámbulos se dispusieron a comer. Vinícius le contó a Aleix todo lo que habían hecho en el día y el hombre hizo su mayor esfuerzo por responder con sonrisas forzadas y algunas exclamaciones. Un niño de la edad de Vini se acercó a la mesa, el chicoo lo reconoció de inmediato y lo saludó con entusiasmo. Luego le pidió a su madre permiso para ir a jugar al pequeño patio que se extendía en la parte trasera del local. La mujer asintió y los niños salieron.

—Es un compañero de escuela —explicó Jade sintiéndose algo incómoda por el silencio que se había generado desde el momento que Vinícius abandonó la mesa.

—Aja —asintió.

—Eres de pocas palabras, Aleix… —sonrió Jade.

—Algo así…

—Entonces, Vini dice que eres de España, ¿hace cuánto estás por aquí? —preguntó.

—Pues… doce años aproximadamente —respondió.

—¿Viniste por trabajo? ¿Estudios? —cuestionó Jade intentando conversar.

—Vine por… habíamos quedado en… queríamos recorrer Latinoamérica —respondió con esfuerzo.

—Y te quedaste en Colombia. —afirmó—. ¿El calor de los latinos te atrapó? —preguntó sonriendo, tenía muchas ganas de que ese hombre se relajara. Aleix bajó la vista y sin pensarlo suspiró.

—Algo así… —No sabía de qué otra forma responder a esa pregunta—. ¿Y tú?

—Pues… hace poco más de nueve años —respondió la muchacha—. Habíamos venido por trabajo —añadió.

—Y te gustó Colombia —concluyó el hombre más como una afirmación que como una pregunta.




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