Acompáñame a estar solo

Capítulo 4

Aleix vio la cara de Vinícius pasar de la alegría a la tristeza, pasando incluso por el temor. El niño lo observó sin saber qué hacer ni qué decir, sus manitas temblaban y luego de un rato habló.

—Gracias, Aleix… pero será mejor que te la lleves —susurró asustado.

Aquello enfadó a Aleix que sin pensarlo ingresó a la habitación de Jade y cerró tras de sí. Allí estaba ella llorando en la cama con un portarretratos aferrado al pecho.

—¿Qué demonios fue eso, Jade? ¡El niño está asustado y llorando! ¡Es su cumpleaños, por Dios! —añadió enfadado, se paseó de un lado al otro sin saber cómo reaccionar, sentía rabia, enfado, curiosidad. ¿Por qué esa mujer que hasta hace unos instantes parecía agradable y alegre se comportaba de esa manera?

—¡Vete! —gritó la mujer—. No eres nadie para ingresar a mi hogar y cambiar mis reglas, es mi hijo —añadió.

—No estoy cambiando las reglas, solo quería regalarle algo que el niño quería, yo no sabía que no podía tener una guitarra, él solo me dijo que tú no podías costearla —se excusó.

—No, no quiero que tenga una guitarra, no quiero que la toque. ¡No, no, no! —añadió y sollozó de nuevo.

—¿Por qué? —quiso saber el hombre intentando calmarse y no gritarle, se notaba que la mujer estaba alterada.

—¡Porque no! ¡He dicho! Vete, por favor… y llévate la guitarra de aquí, Aleix. Gracias, pero no puede quedarse —zanjó tajante.

—No puedo creer que te comportes de esa forma, tu hijo está asustado, te tiene miedo, está llorando… no entiendo por qué lo haces… —intentó razonar.

—No tienes por qué entenderlo, no eres nadie y no sabes nada de mí. Vete, Aleix, ¡ahora! —exclamó señalando la puerta.

Aleix salió de la habitación y cerró la puerta con furia e impotencia, miró a Vinícius que se encontraba sentado en el sofá secándose las lágrimas y con las piernas recogidas en el pecho.

—Yo llevaré la guitarra por ahora —dijo Aleix acercándose a él y agachándose para quedar a su altura—. Pero es tuya, puedes ir a mi casa y tocarla cuando quieras…

—Pero no sé hacerlo, quería que mamá me buscara un profesor —sollozó.

—Yo te buscaré uno —dijo el hombre acariciando su cortísimo cabello. El chico asintió—. No llores, Vini, es tu día, debes estar contento… olvida lo sucedido —añadió con tristeza, odiaba que un niño tan pequeño tuviera que experimentar sentimientos tan horribles. De adulto ya la vida se volvía demasiado complicada como para sufrirla desde temprano.

Aleix se incorporó y llevó consigo la guitarra. Cuando estaba por salir, el pequeño cuerpo de Vinícius lo sorprendió en un efusivo abrazo.

—Gracias, Aleix. Te quiero —dijo el niño y él sintió que todo su cuerpo se llenaba de una ternura extrema, alguien lo quería, para alguien era importante, ese niño lo necesitaba.

—Yo también te quiero, Vini —respondió porque así era. Porque ese niño era pura inocencia, pura ternura y solo le inspiraba cariño y preocupación—. Ve a descansar, ¿sí? Mañana vienes a casa y probamos como suena —sonrió y secó los restos húmedos de las lágrimas en el rostro del pequeño. El niño asintió y esbozó una sonrisa triste.

Aleix salió del departamento sintiendo un nudo en el pecho, hacía mucho tiempo que no se sentía así. En solo unas horas había experimentado una gama inmensa de sentimientos y emociones. Tuvo miedo, ansiedad al pensar en salir, pero luego encontró calma en la mirada profunda de Jade, paz en su sonrisa… y ya cuando pensaba que eso era suficiente para un día, experimentó enfado, rabia, impotencia; para terminar envuelto en la ternura y el cariño de Vinícius. En un solo día había experimentado más de lo que lo había hecho en años, en un solo día se había vuelto a sentir vivo y una pequeña sensación de que algo aleteaba en su pecho se encendió aquella noche. Quizá no todo estaba perdido para él, quizá todavía podría intentar ayudar a Vini.

Jade por su parte se quedó dormida entre las lágrimas. Vinícius fue a su cuarto y la cubrió con una manta, luego se acostó a su lado. Se sentía muy dolido por no quedarse con su guitarra, pero no podía ver a su madre así de triste, eso era lo peor del mundo para él. Dejaría la guitarra y lo que fuera por una sola de sus sonrisas, por su alegría, por sus abrazos y sus besos. Habían pasado un día fantástico, ella había sido amable con él y con Aleix, había hecho de todo para que su amigo se sintiera bien… pero todo terminó tan mal que el niño no pudo evitar sentir el peso de la culpa. Ella había insistido en que no le compraría la guitarra, él no debió de pedírsela a Aleix.

Cuando la mañana los encontró, Jade no había despertado. Vinícius se vistió con su uniforme de la escuela y se sirvió un vaso de leche. Le dio un beso a su madre y le dejó una nota donde le avisaba que iba a la escuela. Al salir se encontró con Aleix que iba rumbo al trabajo.

—Vini, ¿vas a la escuela? —cuestionó el hombre.

—Sí… y se me hace tarde, casi me quedé dormido —añadió.

—¿Y tu mamá? —inquirió Aleix.

—Ya fue a trabajar —mintió el niño, era mejor que nadie supiera que a veces ella no salía de la cama, que había días que no hacía más que llorar y llorar, que no comía, que no bebía, que incluso tomaba unas pequeñas pastillas para dormir todo el día. Nadie podía saber de aquello porque un día cuando él le preguntó por qué lo hacía, ella le dijo que era porque estaba triste, Vini le había pedido que fueran a ver a un doctor y la mujer le respondió que nadie debía saber lo que allí sucedía, o alguien se lo llevaría de su lado. Y él no quería eso, él no quería que lo apartaran de su madre, ella era todo lo que tenía en el mundo y por más que a veces se comportara de esa forma, él la amaba y no podía concebir una vida sin ella.

—¿Y no te acompañó a la escuela? —preguntó Aleix que en ocasiones los había visto salir juntos.

—Es que ella debía ir temprano —susurró inseguro y algo le dijo al hombre que el niño ocultaba información.




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