Jade volvió con un maletín de primeros auxilios que Aleix tomó de inmediato. La guio para que se sentara en una de las sillas y se acercó buscando lo que necesitaba. Un momento después se arrodilló en el suelo y empezó a curarle la herida en la pierna, Jade sintió que le ardía así que se quejó un poco. Aleix levantó la vista para verla y por un segundo ambos se perdieron en esa intensa mirada.
Jade carraspeó para que ambos salieran de ese trance en el que se habían sumido. Entonces Aleix reaccionó continuando con su labor. Ella dejó que la curara mientras observaba con atención sus facciones, sus manos, su cabello. Un rato después se encontró a sí misma pensando en lo guapo que era Aleix.
—Listo —dijo él después de untarle una pomada sobre la herida.
—Gracias —susurró Jade sintiéndose nerviosa, su cercanía la estaba mareando.
Ambos volvieron a mirarse y ante la incómoda sensación de no saber qué hacer, tomaron la decisión de cambiar de posición y pararse, ambos, al mismo tiempo. Cuando hicieron el impulso requerido para levantarse, sus cuerpos se chocaron y Jade casi pierde el equilibrio para volver a caer sentada si no fuera porque Aleix la tomó por los brazos quedando así muy juntos, uno frente al otro.
—Lo siento —se disculpó él y ella sintió que desfallecía, ese hombre tenía un aroma que se le colaba por las fosas nasales y encendía todo dentro de su sistema. Se sintió extrañamente viva y con una sensación ambivalente, por un lado quería salir de allí, correr, huir… y por otro, quería permanecer en ese sitio, con las manos de Aleix envolviendo sus brazos y con su aliento colándose por sus sentidos haciéndola estremecer.
—No… no… importa —susurró apenas. Aleix observando de cerca la tersa piel de aquella mujer. Le estaba costando muchísimo contenerse ya, mientras curaba su pierna solo podía imaginar sus manos recorriéndolas, buscándose camino en su piel oscura que lo llamaba a la completa perdición de sus sentidos. Por más que quería borrar esas escenas imaginadas por su mente traicionera no podía, no teniéndola así de cerca. Ahora, además, podía oler el aroma de sus cabellos recién lavados, olían a vainilla.
De pronto la mano derecha de Aleix subió sin percatarse hasta la mejilla de Jade y enroscó un mechón de cabello suelto en su dedo índice, Jade cerró los ojos ante la suavidad de su contacto y sintió que la calma le invadía, el hombre colocó el cabello tras la oreja de la muchacha y bajó con lentitud acariciando con su dedo índice la mejilla de Jade. Ella dio un respingo quedando sin respiración y fue entonces cuando Aleix se dio cuenta lo que estaba haciendo.
—Lo… lo siento… yo… —hizo silencio sin saber qué decir y se alejó unos pasos.
—No… no te preocupes —dijo ella intentando componerse.
Aleix caminó hasta una silla y se sentó, Jade suspiró y luego de tomar aire y coraje, lo siguió sintiendo que todo su cuerpo había despertado de una especie de letargo.
—Entonces… te agradezco mucho, Aleix, lo que haces por Vini —habló tratando de encontrar la normalidad entre ambos—. Yo… para mí no es fácil…
—Lo entiendo… pero el niño, el niño vale la pena… —añadió.
—Lo sé, él es mi motor… aunque no soy la mejor madre y lo sé —susurró.
—No necesitas ser la mejor madre, Jade, el no necesita a la mejor madre del mundo, solo te necesita a ti —añadió.
Jade sonrió y luego suspiró, parecía algo sencillo al decirlo, pero día a día no era tan fácil.
—Eres… muy bueno… —dijo luego de unos minutos observando al hombre sentado a unos pasos de ella. Era guapísimo y tenía una mirada profunda y llena de misterios, se veía bueno y a la vez algo en él parecía guardar secretos.
—No sé si soy bueno, solo creo que los niños deben ser felices, Jade, ya luego tendrán mucho tiempo para olvidar la sonrisa y la alegría —añadió.
—Hablas como si no fueras feliz, Aleix…
—Hace mucho tiempo que no sé lo que es eso —agregó—, así que puedo entender que tengas problemas… solo… el niño no tiene la culpa de nada.
—Lo sé… lo sé —respondió ella bajando la vista. De pronto que Aleix le dijera esas cosas no le molestaba, sino la avergonzaba.
—¿Hace mucho que se fue? —se animó él a preguntar. Ella lo miró sin saber si aquella pregunta la enojaba o la entristecía. No le gustaba que nadie hablara de Leandro, sin embargo algo en la mirada de Aleix le generó confianza. Inexplicablemente sentía como si él pudiera entenderla.
—El mismo día que nació Vinícius —dijo, y como si decirlo en voz alta desprendiera algo del dolor que aún tenía pegada al alma, lágrimas tristes se derramaron de sus ojos.
Aleix se levantó de su sitio y se acercó a ella, pasó sin dudarlo un dedo por sus mejillas para secarle las lágrimas con ternura y la observó a los ojos. Él podía entender ese dolor, podía incluso sentirlo en su pecho partiendo lo que quedaba de su corazón en miles de fragmentos, quemando su alma a fuego lento, una brasa intensa y tan eterna que ya era parte de él mismo. Sin embargo él no podía llorar, el enfado no se lo permitía y las lágrimas acumuladas a lo largo del tiempo le pesaban como piedras en su interior.
—No llores —susurró sintiendo que no sabía cómo hacer para tranquilizarla. Pero esas palabras fueron como abrigo en un día de frío para Jade y ella sintió que, luego de tantos años de soledad, de ser fuerte y de obligarse a sí misma a salir adelante, al fin podía simplemente llorar en brazos de alguien.
Aleix dejó que esa mujer desconocida y de piel chocolate lo abrazara como hacía mucho tiempo no se lo permitía a nadie, se dejó envolver por sus brazos y la dejó humedecer su ropa con sus lágrimas, sintiendo que su dolor se hacía tangible en el dolor de ella y que sus lágrimas se escapaban de su alma a través de las de Jade, alivianando su carga, aligerando su peso.
Los minutos pasaron y la mujer recuperó la calma sin buscar deshacerse de los brazos fuertes de aquel hombre que la protegía.