Acompáñame a estar solo

Capítulo 11

Las semanas que siguieron a aquel encuentro, Aleix y Jade volvieron a la normalidad, o eso es lo que quisieron hacerse creer a sí mismos. Jade se sentía como una chiquilla; cada vez que salía de su departamento echaba una mirada alrededor por si por alguna casualidad se cruzara con Aleix. En el trabajo estaba más sonriente que de costumbre, cosa que a Marcela no le pasó desapercibido.

—¿Es por ese hombre? —le preguntó una tarde mientras tomaban café.

—¿De qué hablas? —inquirió la muchacha casi atragantándose.

—¿Es por él que estás así? ¿Más animada y alegre? —inquirió la mujer y no pudo evitar sonreír ante la incomodidad que generó en Jade aquella pregunta.

—No… claro que no… Es mi vecino, nada más. Quiere mucho a Vini y se preocupa por nosotros, bueno… por él —explicó confusa.

—¿Sabes que no tiene nada de malo que te vuelvas a enamorar, Jade? Sé que no quieres oír esto, pero no es sano, la vida que llevas no es sana… —Marcela intentó convencerla una vez más.

—No quiero hablar de ello, Marcela… No insistas, por favor —zanjó Jade.

—No, mira. Me vas a oír, porque estoy cansada de que te escabullas del tema. Eres una mujer hermosa, por Dios, eres la envidia de toda la oficina. Eres inteligente y agradable, eres joven, Jade… Sé que no necesitas un hombre, no lo necesitamos, eso lo tenemos claro. Pero sí es cierto que como seres humanos que somos necesitamos cariño, aprecio, amor…

—Tengo el amor de Vini —dijo Jade suspirando hastiada.

—No es suficiente, los hijos no son suficiente, Jade. Sé que hoy parece que sí, pero en el fondo sabes que no. Te levantas y vives por él, pero un día crecerá, se irá, y tú quedarás sola… No tienes amigos, no sales con nadie, vives recordando algo que fue bonito pero que ya no existe… Tú no estás muerta, Jade, él sí…

—¡No lo digas, no digas eso! —exclamó la muchacha molesta. Marcela la tomó de la mano.

—Solo quiero que estés bien, te mereces ser feliz… No creo que a él le gustara verte así, saber que no eres feliz, que desperdicias así tu vida… No creo que…

—¡Basta! —zanjó Jade intentando contener las lágrimas.

—Te molesta que lo hablemos porque sabes que tengo razón, que lo que haces no es saludable para ti, ni siquiera para Vini. ¿Crees que no sé que sufres depresión? Sé que es por eso que faltas a trabajar, Jade. Y quiero ayudarte, quiero hacer por ti más que suplir tus ausencias laborales… déjame llevarte a una clínica… busquemos ayuda —rogó la mujer.

—Y te lo agradezco, de verdad que sí… pero no lo necesito, estoy bien así —dijo la mujer intentando finiquitar el tema.

—¿Te gusta él? ¿Cómo se llama? —preguntó Marcela. Jade bufó.

—Aleix… es español… Está solo también, no sé bien su historia pero sé que hay o hubo alguien…

—Oh… ¿Es por eso que se entienden? —inquirió Marcela con una sonrisa soñadora. Jade se encogió de hombros.

—No quiero nada con él, no estoy lista para nada… no puedo engañar así a Leandro —añadió compungida, la verdad era que necesitaba hablar de aquello y solo tenía a Marcela para hacerlo, aunque sabía por dónde iría su respuesta.

—No lo engañas… él ya no está, Jade. Tú lo amas y él quedará en tu corazón y en tus recuerdos por siempre, tienes a Vini que es fruto del amor que tuvieron. Pero mereces rehacer tu vida, de a poco, con cuidado. Al menos date la oportunidad de conocerlo —añadió. Jade se planteó si decirle o no a su amiga lo que había sucedido, esa situación la tenía muy confundida y la hacía sentir culpable.

—No lo sé… No estoy segura… Aún no me siento lista, no sé si un día lo llegue a estar —dijo y Marcela negó—. Pero Aleix… no lo sé, él… Me siento tan bien cuando está cerca —añadió cerrando los ojos como si admitirlo le doliera, Marcela sonrió con ternura y acarició su mano para darle ánimos a que continuara.

—Eso no está mal, Jade… Es normal —susurró.

—¿Lo es? Y, ¿por qué me siento tan culpable? —inquirió.

—Porque no sueltas a Leandro…

—Y no quiero soltarlo, siento que si lo hago lo olvidaré, le fallaré… Nos habíamos prometido amor eterno —añadió.

—Y no lo dejarás de amar, no lo olvidarás, Jade… Mira, cuando estés lista me gustaría llevarte a conversar con una amiga psicóloga… No lo tomes a mal, creo que te hará bien —añadió.

Esa tarde mientras volvía a casa, Jade se planteó por primera vez acudir a esa ayuda que tantas veces Marcela le había ofrecido. Quizá tenía razón después de todo. Sus pensamientos iban de un lado al otro y sentía que necesitaba un respiro.

Al llegar a casa no encontró a Vini, así que asumió que estaba con Aleix, se dio un baño y luego fue a la casa de su vecino. Este le abrió y sonrió al verla, cada vez que la tenía cerca era como si una brisa lo refrescara en medio de un día caluroso. Sus días habían sido más llevaderos de solo saber que al volver a su casa, podría verla. No siempre la veía, no todos los días, pero la sola posibilidad hacía que el camino a casa fuera más sencillo y que el mundo exterior no lo apabullara tanto.

Karina acababa de irse, las clases con Vini estaban evolucionando favorablemente y la jovencita estaba feliz con el talento y el entusiasmo que el niño demostraba, le había hablado a Aleix de un recital en el que podría hacerlo participar en unos meses, le dijo que lo ayudaría mucho tocar en público. Aleix le dijo que luego lo hablarían.

—Solo venía a ver si Vini estaba contigo —dijo con una sonrisa tímida.

—Sí, está aquí. Estábamos preparando la cena, él me dijo que te gustan las ensaladas con muchas verduras y hemos preparado una especial para ti —rio.

—Sí, pero… ¿No es molestia? —inquirió.

—Claro que no, pasa.

Y comieron juntos, rieron de las anécdotas de Vini y pasaron una noche especial. Era viernes, así que cuando el niño quedó dormido, Aleix lo llevó a la cama y le dijo a Jade que vieran una película. Ella asintió, sentados muy juntos y siendo plenamente conscientes de aquella cercanía, pasaron el par de horas intentando concentrarse en lo que sucedía en la pantalla. Pero la química que sus cuerpos ejercían entre ellos fue más fuerte que la distancia que intentaron mantener, y a solo unos minutos, Aleix rozó su mano, ella dejó que lo hiciera sin alejarse y entonces él se animó a enredar sus dedos con los de ella. Jade se estremeció al contacto, pero no fue capaz de separarse, se sentía bien allí, se sentía bien así y cuando la película terminó, no se quiso ir.




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