Acompáñame a estar solo

Capítulo 12

—¡Claro que me quedaré con Vini, déjalo dormir en casa y así ustedes pueden… divertirse sin apuros! —exclamó Marcela emocionada—. Se llevará bien con Sebastián, aunque sea un poco mayor.

—No… a dormir no hace falta, regresaré temprano —dijo Jade algo avergonzada.

—No… déjalo, no se diga más. Si regresas temprano aprovecha para descansar tranquila, ¿sí? Estará bien conmigo, lo prometo. —Jade asintió algo indecisa pero abrumada por las palabras y el entusiasmo de Marcela que además se ofreció a buscar a Vini.

Una vez que Vini se fue con Marcela, Jade se dio un baño e intentó decidirse que ponerse, el vestido rojo le parecía demasiado formal, el verde muy atrevido, el negro algo serio, el amarillo… ese podía ser. Se probó y no le agradó demasiado, así que finalmente optó por uno sencillo, fresco y de color violeta.

Se peinó con ahínco y se maquilló apenas. No tenía idea de a donde irían pero la sola idea de salir con él le generaba un montón de sensaciones en su interior. Abrió el armario donde guardaba los zapatos y buscó uno que combinara, cuando lo hizo un pequeño bulto cayó sobre su cabeza. Lo tomó en sus manos y vio lo que era: una corbata de Leandro. La acarició con cariño y se la llevó a la nariz intentando descubrir en ella aquel aroma que tanto adoraba, pero ya no quedaba nada de él. Acarició las camisas, los sacos, la ropa de su marido que aún colgaba del armario como si él se hubiera ido el día anterior y fuera a venir mañana, y es que en esa casa nada que perteneciera a Leandro había sido movido de lugar, Jade simplemente no podía hacerlo, no podía deshacerse de sus cosas, sentía que si lo hacía se olvidaría de él, de su aroma, de cómo le quedaba esa camisa azul que tango le gustaba. Suspiró cansinamente sintiendo la culpa arder de nuevo en su interior, iba a salir con otro hombre, luego de nueve años iba a salir con otro hombre.

«Solo lo estás ayudando a vencer sus fobias, es solo eso», se repitió a sí misma intentando convencerse de que no estaba engañando a Leandro.

El timbre de su apartamento sonó y ella supo que era la hora. Cerró los ojos y aspiró buscando calma, tomó su pequeño bolso y se lo colgó al hombro. Cuando abrió la puerta y lo vio, sintió que sus piernas se aflojaban, se veía guapísimo y tan varonil, vestía de forma casual y traía el pelo recién lavado.

—¿Lista? —preguntó Aleix regalándole una sonrisa. Lista era una palabra irónicamente compleja. ¿Lista para qué?, ¿para salir con otra persona luego de tanto tiempo?

—Ajá —respondió con otra sonrisa.

—Vamos… —añadió Aleix y ella asintió cerrando la puerta tras de sí.

Caminaron hasta la salida y ambos se preguntaron a donde irían, Aleix no tenía vehículo pues había dejado de manejar la tercera vez que sufrió un ataque de pánico mientras conducía. Aun así llamó a un taxi y luego de dejar que la chica ingresara primero, entró él y pidió al chofer que los llevara a un restaurante.

—¿Lo conoces? —inquirió Jade.

—No… pero tiene buena recomendación en Foursquare  y dicen que es un buen ambiente.

Jade sonrió al entender que Aleix estaba esforzándose, vio que se secaba las manos por el pantalón y supo que se hallaba nervioso.

—Tranquilo, ¿sí? Y si te sientes mal solo me dices y salimos, ¿está bien? —inquirió la mujer, él asintió sonriente, se sentía a salvo a su lado.

Cuando llegaron al sitio y bajaron, Aleix sintió la adrenalina invadir su sangre. Había gente, no mucha, pero había bastante, también había música y ruidos que temió lo transportaran de nuevo a aquel momento. Jade se dio cuenta y entonces lo tomó de la mano y le regaló una sonrisa.

—Estaremos bien, Aleix… la pasaremos bien, lo prometo —sonrió.

Aleix suspiró e ingresó al sitio dejándose llevar por ella, el mozo los recibió y los llevó hacia un sitio donde había una mesa para dos en el exterior del local. Había buena iluminación, un ambiente muy bonito y Aleix se dejó llevar por la calma que le transmitía la música y la brisa fresca de la noche.

Conversaron un poco sobre cosas triviales, el día a día, los gustos sobre comidas o bebidas, el trabajo. Además Jade le contó a Aleix sobre Vini y la escuela, los amigos que estaba haciendo y también sobre Marcela.

—Me alegra que tengas una amiga que se preocupe por ti, Jade —añadió.

—Me agrada saberla cerca, pero no quiero… No sé, a veces… me siento invadida —explicó.

—Es normal, has estado sola por demasiado tiempo… pero ella solo quiere tu bien…

—Quiere que haga un tratamiento… y pienso que quizás es tiempo. Digo, por Vini… —susurró.

—Es cierto, él te necesita, Jade, deberías intentar salir adelante por él.

—¿Y tú? —inquirió la muchacha y tomó de nuevo una de las manos de Aleix entre las suyas.

—¿Yo?

—También deberías hacer un tratamiento, Aleix… Hay tantos lugares lindos por ver en esta ciudad y tú no quieres salir —sonrió con dulzura.

—Es cierto, pero… ¿De qué sirve la belleza del mundo si no tienes con quién compartirla? —inquirió con tristeza.

—De verdad que te entiendo, Aleix, pero no puedes aislarte así… no debes… No es sano… Hoy, aquí… la estamos pasando bien, ¿no? —preguntó la mujer.

—Siempre que estoy contigo la paso bien, Jade, y por algún motivo el mundo no parece tan peligroso… —admitió.

—Yo también me siento bien a tu lado —admitió Jade—. Pero me asusta, Aleix.

—No te haré daño, lo prometo —susurró él acariciando la mano de la mujer.

—No es por eso… yo… no quiero ser quien te haga daño —admitió. Aleix observó su dedo anular y vio que aún traía el anillo de casamiento, lo acarició.

—Yo te entiendo, Jade… de verdad lo hago —afirmó y ambos hicieron silencio—. Cuéntame cómo era él.

—Era… un buen hombre, mi único y gran amor, Aleix… era todo… y sin él no soy nada —dijo con tristeza.

—No… Jade, no digas eso. Eres joven y bella… yo sé lo que se siente, de verdad lo sé, pero no puedo verte así, no me gusta la tristeza de tus ojos, me gustas más cuando sonríes. —Jade lo miró y le regaló una sonrisa, Aleix era dulce y la trataba tan bien que le hacía sentir que flotaba.




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