Las palabras de Jade se derritieron en el oído de Aleix que acarició con su mano derecha el rostro de la mujer antes de volver a besarla. Se veía hermosa, sus ojos negros de mirada profunda irradiaban pasión, deseo; Jade enroscó sus manos en el cuello de Aleix y paseó sus dedos entre sus cabellos, atrayéndolo más hacia ella. El beso prosiguió intenso mientras las manos de Aleix comenzaron a descender por el cuello y los brazos de la mujer. Ella jadeó al sentir como si pequeñas explosiones se apoderaran de su piel mientras él comenzó a besarle el cuello dejando que su mano derecha acariciara sus caderas y bajara hacia una de las piernas ayudándola a levantarla y rodearlo con ella. Jade se dejó guiar sintiéndolo cada vez más cerca y él apretó su cuerpo sobre el de ella intentando sentirla entrar en contacto con cada centímetro de su ser. Necesitaba más, necesitaba todo y estaba perdiendo por completo la razón.
Jade deslizó sus manos por la espalda del hombre haciéndole notar que lo deseaba más y más cerca, Aleix sintió aquello, escondió su rostro en el cuello de ella y aspiró su aroma deseando absorberlo todo de esa mujer que lo estaba enloqueciendo.
—Dios, Jade… Me vuelves loco —susurró.
Ella bajó más aún sus manos y las llevó a los muslos de Aleix empujándolo hacia su ser, enroscando más la pierna que traía levantada para tenerlo más cerca y sentir en plenitud todo aquello que estaba logrando en él.
—Vamos a la cama… —pidió Aleix observándola y ella asintió. La levantó en brazos y se la llevó a cuestas mientras besaba toda la piel que quedaba a la altura de su rostro.
Jade se dejó caer en la cama y Aleix se acercó a ella con lentitud, aún podía escuchar como un eco lejano a su consciencia intentando detener lo que allí estaba por suceder. Jade se echó todo el cabello hacia un lado del hombro y se desprendió el vestido ella misma. Aquello apagó todo rastro de esa molesta voz que resonaba en el cerebro del hombre. Ella dejó caer su vestido mientras inmediatamente procedió a desprender los botones de la camisa de Aleix. No era la primera vez que estaban juntos pero ambos querían que esta vuelta fuera diferente, querían tomarse su tiempo para recorrer y conocer el cuerpo del otro y así lo hicieron.
Una vez quedaron en ropa interior se recostaron uno al lado del otro, Aleix pasaba lentamente sus dedos mientras hacía trazos por el cuerpo de la mujer que sentía que cada centímetro de su cuerpo iba cobrando vida.
—Te deseo, ¿lo sabes? —inquirió el hombre antes de besar su abdomen.
—Yo a ti —añadió ella observándolo. Aleix era guapo y todo su cuerpo le gustaba, le atraía al punto de no poder reaccionar ante aquellos besos y caricias.
Aleix fue subiendo en besos pequeños y mojados hasta llegar a sus pechos, los liberó y se encargó de ellos tomándose todo el tiempo del mundo mientras ella enloquecía por completo dejándose llevar a un mundo de sensaciones que hacía mucho tiempo había olvidado. Las ropas que quedaron fueron estorbando también y pronto estaban ambos encaramados uno al otro como si separarse un solo centímetro les doliera.
En un solo movimiento ella quedó encima y él la observó colocarse sobre su torso. Levantó sus manos para acariciar sus pechos con lujuria mientras la recorría con su vista y la sentía contonearse sobre él llenándolo de aquella humedad que solo significaba una cosa, lo mucho que estaba disfrutando y que lo deseaba también.
—Eres hermosa, ¿lo sabes? —susurró sin dejar de acariciarla. Jade abrió los ojos y lo miró, sonrió con ternura y se agachó un poco para acariciar el torso del muchacho.
—Eres guapísimo, ¿lo sabes? —inquirió. Algo en ella se había despertado, como si se hubiera destrabado un compartimento que llevaba con llave por muchísimo tiempo. Le gustaba lo que estaba sintiendo, la pasión, el sentirse deseada, el sentirse viva, plena, en éxtasis. Aquella sensación tan intensa había dejado de lado a la culpa que siempre cargaba como si fuera una mochila pesada sobre su espalda. Necesitaba seguir, estar sexualmente con Aleix era como una droga que la aislaba del dolor en el cual vivía sumida, era el único instante en que recuperaba algo de su antiguo ser, que recuperaba el poder sobre sí misma.
Aleix llevó entonces sus manos a las nalgas de Jade y ella sonrió, lo deseaba y le gustaba sentir que el hombre estaba loco por ella.
—Te necesito, ahora —susurró él y ella asintió.
—Tenemos que protegernos —dijo entonces. Aleix hizo un gesto para que ella observara en la mesa de noche y Jade se movió entendiéndolo. Buscó un condón en el primer cajón de la mesa de luz y lo trajo. Aleix la vio hacerlo como si estuviera viendo a una bailarina, se movía con la gracia y la delicadeza de una.
Él estiró la mano para recibir aquel plástico y colocárselo pero entonces la vio subir de nuevo sobre él. Fue ella quien abrió el paquetito y se lo puso con cuidado sin dejar de mirarlo, sin dejar de decirle con los ojos lo mucho que lo deseaba. Y fue ella quien se colocó de nuevo sobre él permitiéndole enterrarse en su cuerpo. Aleix suspiró al contacto, en ese momento se sentía en el mismísimo cielo. Ella no se movió, se quedó allí sintiendo el calor invadiéndola desde su interior, se quedó allí esperando que su cuerpo se acostumbrara al de él y se acoplara por completo. Aleix la tomó de la cintura y fue subiendo sus manos hasta sus senos de nuevo, mientras la miraba disfrutar, mientras disfrutaba él con la vista.
Y se dejaron llevar por el momento buscando ambos prodigar y prodigarse el máximo placer. Ella llegó a la cima antes de que él se permitiera a sí mismo explotar, no le era fácil con aquella mujer sobre él y teniendo en cuenta el tiempo que hacía que estaba en abstinencia. Jade esperó a sentirlo llegar mientras disfrutaba observando las facciones de su rostro tan hermoso irradiar el gozo que estaba sintiendo. Luego recostó con suavidad su torso sobre el de él y lo besó en los labios. Aleix le respondió el beso que en esta ocasión era dulce y tierno.