Acompáñame a estar solo

Capítulo 14

Desde ese día empezó entre ellos una especie de acuerdo tácito por el cual se entregaban a la pasión cada vez que les apetecía. Normalmente todo sucedía en casa de Aleix, en las noches, cuando luego de cenar y hacer dormir a Vinícius, quedaban solos y se prodigaban besos y caricias sin mucho intercambio de palabras.

La vida para ambos fue tomando otro color. Aleix iba cada mañana a trabajar sabiendo que en las tardes, cuando volviera, Vinícius lo esperaría para su clase con Karina. Jade llegaba algo más tarde y luego de parar por su departamento a tomarse una ducha y cambiarse, los encontraba a ambos preparando la cena y esperándola con la mesa puesta y las sonrisas en los labios.

Por el camino, Aleix decidió ir a terapia, sentirse parte de esa familia a la cual de alguna u otra forma se estaba integrando, le había infundido las ganas de salir adelante, y no solo de salir a la calle sin ataques ni miedos, sino de salir de todo ese pozo en el que se encontraba. Vinícius lo pedía que lo acompañase al parque o que le llevara a los juegos y él ya no quería negarse, quería caminar por el centro comercial tomándolo de la mano mientras experimentaba —aunque fuera como espectador—, lo que hubiera significado que Valentina o Ignacio hubieran nacido. Esos eran los nombres que con Nuria habían elegido para su hijo o hija.

Jade aceptó también la ayuda de Marcela, quien la llevó a consultar con una psicóloga. Marcela pensaba que el cambio en aquella mujer se debía a la relación que estaba entablando con el español, sin embargo ella no lo aceptaba y Marcela no insistía, ya de por sí era genial el simple hecho de que estuviera cambiando. Jade sonreía mucho más, estaba más alegre y abierta a conversar, iban más seguido a almorzar juntas y, aunque no se abría por completo, al menos, ya no era tan inaccesible.

Todo fue muy bien hasta aquella mañana. Era el día en que Leandro hubiera cumplido años y Jade como siempre, pensaba pretender que ese día no existía. Despertó temprano y se sentó en su cama, sintió como nunca el frío y el vacío del espacio a su lado. Pensó en que si el hombre hubiera estado allí ella se habría levantado a prepararle un desayuno, llevárselo a la cama vestida con nada más que un delantal y despertarlo para que lo comiera para luego llenarlo de besos, palabras y gestos que le hicieran saber cuánto lo adoraba. Posteriormente harían el amor y se bañarían juntos, le daría el regalo que habría ido a comprar con mucha anticipación, y entonces… pasarían el día entero haciendo algo juntos. Porque los días en los que uno de los dos cumplía años, el otro pedía permiso en el trabajo y se regalaban todo ese tiempo juntos.

Sintió las lágrimas aglutinarse en sus ojos, el vacío de la ausencia se abría paso en su corazón y quemaba, dolía como siempre. Jade se encerró en su habitación pero entonces recordó las palabras de la Lic. Dorys, respiró profundo y salió de la cama para despertar a Vini y prepararle el desayuno. Lo hizo intentando que el chico no viera sus lágrimas, sin embargo sabía que él también estaba triste.

Se puso algo y salió a la calle para acompañarlo al colegio, lo dejó allí y volvió a su casa. Se reportó enferma y se metió bajo las sábanas. No iba ir a trabajar, pero al menos esta vez no había dejado a Vinícius a su suerte.

Cuando Vini volvió de la escuela, observó que la habitación de su madre estaba cerrada con llave, él sabía lo que eso significaba: estaba allí dentro pasándola mal y llorando. Vini se cambió de ropa y fue a lo de Aleix.

—¿Ya llegaste? —inquirió el hombre que también acababa de llegar.

—¿Puedes acompañarme a un sitio? —preguntó el niño sin siquiera saludar. Aleix observó que Vini no traía la sonrisa de siempre y asintió agachándose para quedar a su altura.

—¿Estás bien? —preguntó el hombre.

—No… pero necesito que me acompañes a hacer algo. ¿Puedes decirle a la profe Kari que hoy no tendremos clases? —inquirió.

Aleix asintió y lo dejó pasar. Mientras él llamó a la profesora para cancelar la clase, Vini buscó su guitarra —que siempre quedaba escondida en uno de los armarios para que Jade no la viera—, y luego esperó a que Aleix lo acompañara.

El hombre dudó un poco, ya salía al exterior cada vez más, pero no iba aún a sitios muy concurridos y no tenía idea a donde lo quería llevar Vinícius.

—No te preocupes, Aleix, no vamos a ir a un sitio lleno de gente. Yo te cuido —sonrió pasándole la mano. Aleix no pudo evitar la ternura que lo invadió ante aquel comentario y se la tomó, caminaron en silencio, dejando que el niño los guiara hasta llegar a un sitio donde Vinícius indicó a qué bus subir. Aleix quedó sorprendido por la capacidad que tenía ese niño de manejarse de manera tan independiente y lo admiró por ello.

Llegaron entonces al Cementerio Jardines de la eternidad. Aleix lo conocía bien, allí descansaba Nuria. Ingresaron al lugar que era como todos los cementerios, un lugar silencioso y lleno de paz. Aleix siguió a Vinícius que caminaba como si conociera perfectamente el lugar al cual iba a ir, y es que lo conocía. Llegaron entonces a un sitio en específico donde luego de leer la lápida, Aleix supo exactamente donde estaban y por qué habían ido allí. Era el día del cumpleaños del padre de Vinícius.

El niño se colocó frente al sitio y Aleix esperó un poco para darle algo de espacio. Vini sacó de su bolsillo un papel algo arrugado y unos dulces de color verde.

—Te traje esto, papá. Hoy te he escrito una carta durante la clase de castellano y me gustaría leértela. Quise escribirla en portugués pero la profesora me dijo que si lo hacía así  no podría corregirla, y bueno, pues la hice en español y ya me la corrigió así que espero que te guste.

Aleix se mordió los labios intentando contener la emoción que aquellas palabras le generaban.

«Querido papá:

Hace nueve años que te fuiste de mi vida, justo el día en que yo vine al mundo y por eso no pude conocerte. Mi mamá me contó que solías cantarme cuando estaba en su panza, no sabes todo lo que me gusta cantar y tocar la guitarra. Ya he aprendido a hacerlo, probablemente no me salga tan bien como a ti pero quizás un día lo logre. Mamá no quiere que lo haga porque le recuerdo a ti, y a ella pensarte le duele mucho, papá. Siento que las cosas hayan salido de esa manera, cuando estamos en la clase de catequesis en la escuela, siempre le pregunto a Dios por qué es que decidió llevarte, pero una vez, la hermana Sofía me dijo que era porque probablemente él necesitaba un ángel que cantara tan bien como tú. ¿Es así? Me gustaría saber si estás cantando para él, eso sería muy genial.




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