Acompáñame a estar solo

Capítulo 15

Aleix y Vini regresaron a la casa mientras conversaban sobre fútbol y reían, los momentos tristes habían quedado atrás y ambos habían logrado sobreponerse. Sin embargo, apenas ingresaron al departamento, Vinícius recordó que su madre no había salido de la habitación, pero no estaba seguro si decírselo a Aleix sería una buena idea.

—Tu mamá llegará en cualquier momento, ¿quieres que la esperemos en casa? —preguntó el hombre y el niño bajó la vista—. ¿Qué sucede?

—Ella… está en casa, hoy no ha ido a trabajar —explicó—. Quedó en su habitación… está ahí… sin salir…

—¿Cómo que sin salir? —inquirió Aleix frunciendo el ceño.

—Es que ella siempre que  se pone triste se encierra allí y llora mucho —explicó.

—Bueno… Hagamos algo, vas a mi casa, pones la tele y ves algo. Si quieres algo de comer solo sírvete. Yo iré a ver cómo se encuentra tu mamá —dijo Aleix y Vini asintió obediente. El chico le dio una llave que tenía guardada en el bolsillo y el hombre solo lo miró sorprendido.

Ingresó al departamento y lo encontró oscuro, cerrado, el ambiente estaba pesado y ni una sola corriente de aire en el lugar. No había rastros de Jade por el comedor ni la sala de estar así que supuso que estaba en el dormitorio. Golpeó pero nadie respondió, así que ingresó con sigilo. La puerta estaba entreabierta pero la ventana estaba cerrada, la cortina oscura y densa cubría toda la posible entrada de luz.

—¿Jade? —inquirió Aleix pero no obtuvo respuestas, asustado encendió la luz para verla tendida en la cama, aparentemente dormida.

Se acercó a ella y la movió un poco volviendo a pronunciar su nombre un par de veces más… y nada. Asustado le buscó el pulso que por suerte indicó que estaba con vida. Aleix suspiró y llevó su mano a la frente de la mujer, no tenía fiebre pero estaba sudorosa. Observó a su alrededor y encontró un blíster en el cual faltaban dos pastillas. Buscó la caja del medicamento que yacía en el suelo y la levantó observando el prospecto. No parecía ser algo demasiado fuerte, un calmante natural o algo con valeriana.

—Jade… —llamó de nuevo y la movió un poco. Lo intentó por unos minutos más hasta que finalmente la mujer despertó.

—Hmmm… ¿Leandro? —dijo volteándose a verlo. Aleix sintió como si un doloroso puñal se atravesara en su pecho, en ese momento comprendió que nunca podría luchar contra el fantasma de aquel hombre.

—Soy Aleix, Jade… ¿Estás bien? —inquirió.

—Vete… déjame sola —suspiró girándose para volver a dormir.

—No, no lo haré. Necesitas levantarte, no puedes dejarte vencer así —dijo Aleix.

—¡No te metas en mi vida, déjame en paz, anda, vete de aquí! —exclamó.

—¡Eres una egoísta, Jade! No solo estás sufriendo tú, ¿te has preguntado cómo está Vinícius? —inquirió tomándola de una mano para que se incorporara.

—¡Él está bien, tú no sabes nada, déjame! —gritó la mujer.

—No te dejaré, él te necesita. ¡Levántate, toma un baño y vamos junto a él! Demuéstrale que lo amas —exclamó.

—Lo amo y él lo sabe, pero no puedo, hoy no puedo —dijo ella sollozando.

—No lo sabe, Jade… Es un niño, ¡por Dios! Despierta… Date cuenta del daño que le estás haciendo —pidió Aleix tomando el rostro de la mujer entre sus manos.

—No… no… Tú no sabes nada —dijo la mujer intentando levantarse pero entonces sintió sus piernas debilitarse y cayó echándose a llorar.

Aleix caminó hasta ella y la levantó abrazándola. Se sentó en la cama y la sentó en su regazo como si de una niña se tratara, la encerró en sus brazos y la consoló dejándola llorar todo lo que quisiera. Cuando finalmente se cansó, la levantó y la llevó hasta el cuarto de baño, la dejó sentarse sobre el váter y preparó la bañera con agua tibia.

—Métete —le dijo luego con una sonrisa tierna—. Verás que te hará bien.

—Entra conmigo —pidió la mujer.

—No, no es el momento, Jade… no estás bien —susurró él. La chica bajó la vista avergonzada y Aleix se acercó a ella—. No es porque no quiera, pero te hará peor hacerlo ahora… hoy —dijo el hombre sabiendo que eso solo la haría sentir mal.

—Tienes razón —susurró.

—Te traeré una toalla. ¿Dónde la tienes? —inquirió.

—En el armario, en la puerta de la derecha en el cajón del medio.

Aleix asintió y la dejó allí. Salió del cuarto de baño y abrió las cortinas de la habitación, tendió la cama y buscó la toalla en el armario. Al abrirlo se encontró con un montón de ropa de hombre pulcramente ordenada, aquello le hizo dar un paso hacia atrás, de alguna u otra manera se sintió un intruso, como si estuviera fuera de lugar, como si… aquello no estuviera bien. Se acercó de nuevo, sacó la toalla rápidamente y regresó al baño. Jade se encontraba allí relajada y pensativa, moviendo ligeramente las manos entre la espuma. Aleix se sentó en el váter y la observó.

—¿Estás mejor? —inquirió el hombre y ella asintió.

—Gracias… —murmuró.

—Vini y yo fuimos al cementerio hoy —zanjó Aleix y Jade lo observó perpleja—. Él le escribió una carta a su padre, una muy emotiva… En ella, él le decía que se sentía culpable por su muerte… —Jade abrió la boca sorprendida.

—Pero…

—Dijo que quizá si él no se hubiera apurado para verte… incluso me dijo algo de que quizá hubiera sido mejor que él muriese en lugar de tu… marido —indicó bajando la vista, Jade comenzó a llorar—. Me dijo que tenía miedo y en su carta también decía que todo de él te recuerda a su padre y eso lo pone triste… Jade, perdiste a tu  marido pero no a tu hijo… todavía tienes tanto por lo que luchar —añadió suspirando mientras pensaba en que él ni siquiera sabía si su hijo era niño o niña.

—Aleix… yo… no sé qué decir… Soy una persona horrible, una madre fatal… —sollozó.

Aleix se sentó en el suelo, justo al lado de la bañera y le pasó una mano con ternura sobre la mejilla. Ella cerró los ojos dejándose envolver en aquella suave caricia.




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