Durante las siguientes semanas todo volvió relativamente a la normalidad, Jade regresó al trabajo más animada y con más ganas de salir adelante con la terapia, Vini estaba feliz porque su mamá se veía bien y eso le daba paz, Aleix siguió con sus actividades diarias, además de su terapia a la cual le estaba echando muchas ganas, por primera vez sentía que tenía un nuevo motivo para luchar, para salir adelante, y no se trataba de Jade solamente, sino principalmente de Vinícius. El niño le había comentado que pronto iniciarían los torneos de la escuela y le gustaría que él fuera a verlo.
Las clases de guitarra también iban de lo más bien, Vinícius tenía mucho talento, además era dedicado y responsable, practicaba mucho en casa de Aleix mientras su madre aún no llegaba del trabajo. La profesora les había recordado sobre el recital a fin de año y Aleix había dicho que aún no sabían si podría participar, todo dependía de Jade y de que debían contarle lo que estaba sucediendo antes de que llegara la fecha del recital.
La relación entre ellos —o lo que fuera que tenían—, también se iba fortaleciendo de una forma única. Esa especie de familia que habían creado y llenado de rutinas como si fueran una pareja con un hijo, los hacía feliz a ambos, aunque supieran que no era real. Era como morfina, calmaba el dolor de sus corazones y al menos mientras durara ese efecto, no querían desperdiciarlo.
El saber que por las noches se encontrarían para cenar juntos, conversar, compartir el día, y en ocasiones dormir —o algo más—, hacía que el día se sintiera menos doloroso y vacío, y que los recuerdos permanecieran escondidos en donde no hacían demasiado daño.
Aquella tarde de jueves, Aleix sintió una punzada en la cabeza. Le había comenzado a doler hacía un buen rato pero no había dejado de trabajar por ello. De pronto, el dolor comenzó a intensificarse y un malestar se apoderó de su cuerpo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y el estómago le dio vuelta. Salió de su oficina y se dirigió al baño, donde se lavó un poco la cara y trató de regular su respiración agitada.
—¿Estás bien? —inquirió Raúl, un compañero de trabajo.
—No me siento muy bien —respondió Aleix.
—La verdad es que te ves muy pálido —afirmó el muchacho—. Deberías ir a casa.
Aleix no quiso pedir permiso, así que volvió a su puesto de trabajo donde cuarenta y cinco minutos después, cayó desmayado. Aníbal, uno de los compañeros que estaba cerca y escuchó el ruido que hizo el cuerpo de Aleix, ingresó al cubículo para ver de qué se trataba. Asustado se acercó mientras gritaba a los demás que fueran por ayuda.
La ambulancia llegó con velocidad y Aleix fue trasladado a un centro de salud que tenía convenio con la empresa. Ya en el vehículo recobró la consciencia, pero sentía que todo su cuerpo le fallaba. Lo ingresaron a la urgencia del hospital y le hicieron muchos estudios para determinar qué le estaba sucediendo. El médico que lo recibió decidió que quedara internado, así que le dieron una habitación y una vez allí le preguntaron si tenía algún familiar o una esposa a la qué avisar.
Por un momento Aleix clavó la vista en la pared blanca del nosocomio, no tenía a nadie a quién llamar, en realidad sí tenía, pero no sabía si sería correcto molestarla por algo así. Aleix estaba seguro que pronto se sentiría mejor y saldría de allí, Jade estaría trabajando aún y no tendría con quién dejar a Vinícius, así que incordiarla no le pareció una buena idea.
—No, la verdad es que soy extranjero y vivo solo —dijo con decisión.
—Bien, descanse, señor, y cualquier cosa solo presiona ese botón —dijo la enfermera y luego de regalarle una sonrisa, salió de la sala.
Aleix suspiró agobiado. Por mucho, mucho tiempo cada noche antes de dormir pidió que le sucediera algo, un accidente o una enfermedad terminal y fulminante que lo llevara así de un día para el otro, que lo volviera a unir al amor de su vida; sin embargo, ahora no quería que le sucediera nada, quería quedarse allí al lado de Jade y Vinícius, quería estar para ellos.
Cerró los ojos sintiendo que el dolor no terminaba de irse a pesar de haber sido medicado y decidió intentar seguir las indicaciones que le habían dado. Intentó descansar.
Cuando Vinícius llegó a la casa de Aleix, nadie respondió. La profesora Karina esperaba afuera para darle su clase pero tampoco le habían abierto. Vini fue a su casa y llamó desde el teléfono del departamento al celular de Aleix, pero le salía que estaba apagado. Volvió a decírselo a la profe y decidieron esperar un rato, pensando que quizá tuvo una reunión importante o algo. Sin embargo, cuando pasaron veinte minutos, la profe pensó que no vendría y le dijo a Vini que volviera a su casa y que ella se iría, recuperarían la clase otro día. La verdad es que estaba preocupada ya que ese hombre siempre le había llamado para suspender la clase cuando surgía algo.
Vinícius aceptó obediente e ingresó a su hogar donde se dio un baño y se dispuso a ver televisión. Cuando su madre llegó se extrañó de verlo allí, siempre lo esperaba donde Aleix. Al verla, Vini le comentó que Aleix no había llegado.
Jade para tranquilizarlo, pues lo notaba algo nervioso y preocupado, le dijo que no se preocupara, que quizá había tenido trabajo qué hacer. El chico asintió y siguió en lo suyo mientras su madre se fue a su habitación a darse un baño. Al salir, marcó al celular de Aleix pero este no contestó.
Preparó la cena y se dispusieron a comer, luego Vini se alistó para dormir y ella se quedó dando vueltas esperando la llegada del hombre. Nunca se había sentido de esa forma, estaba nerviosa, ansiosa y pasaba de la preocupación a una especie de enojo. Era extremadamente raro que no se hubiera comunicado y por momentos no podía dejar de pensar que algo malo había sucedido, sin embargo, luego dejaba volar su imaginación y lo imaginaba en alguna reunión o en alguna cena… quizás una cita.