Cerca del mediodía, finalmente Aleix encendió su celular. Tenía casi diez llamadas perdidas de Jade y unos cuantos mensajes en los que al principio se notaba preocupada, pero luego lo trataba de irresponsable e irrespetuoso, aquello a Aleix lo hizo sentir bien, por algún motivo le costaba aceptar que ella estaría preocupada por él, pero lo estaba, y aunque le tocaría lidiar con ella, aquella especie de ataque de celos, le hizo sentir bien.
—Jade… perdón —dijo Aleix cuando ella contestó la llamada.
—Por Dios, Aleix, ¿dónde diablos estás? —preguntó la mujer que estaba en medio de su trabajo.
—En el hospital —explicó el hombre.
—¿Qué? ¿Estás bien? ¿Qué sucede? —inquirió asustada.
—Estoy bien, mujer, calma —sonrió Aleix ante su preocupación—. Me tendrán aquí hasta mañana y si todo sigue igual me dejarán ir.
—¿Pero pasó algo, Aleix? ¿Por qué estás internado? —preguntó ansiosa, Marcela levantó la vista cuando la oyó decir aquello.
—No, fue un dolor de cabeza y un desmayo sin importancia… pero ya estoy bien.
—¿Cómo que un desmayo? Eso no puede estar bien, Aleix —exclamó alterada.
—Jade… ya me hicieron todos los estudios, no tengo nada… según el doctor es estrés —añadió.
—¿Por qué no me avisaste antes? Estoy enfadada —zanjó sentándose y llevando la mano a la cabeza, unas terribles ganas de llorar la tomaron presa, la sola idea de perderlo le hizo sentir escalofrío—. Estaba preocupada —añadió con un hilo de voz.
—Perdón, Jade… yo, no quería preocuparte —dijo Aleix sintiéndose culpable.
—No es justo… no debiste hacerlo —añadió sin saber qué más decir, después de todo ellos no eran nada.
—¿Vendrás en la tarde? Quiero verte… solo si puedes… —pidió Aleix sintiéndola sollozar.
—Iré, dime dónde estás —pidió y luego anotó todo.
Cortaron la llamada y Jade suspiró, hasta ese momento no había dimensionado lo mucho que ese hombre le importaba.
—¿Está bien? ¿Estás bien? —preguntó Marcela. Jade negó con la cabeza y se desahogó con ella, le comentó lo mal que había pasado la noche y lo preocupada que estaba, le habló sobre lo mucho que le dolía y a la vez le enfadaba la actitud de Aleix de no haberla llamado el día anterior.
—Entiéndelo, no quiso preocuparte… es un hombre acostumbrado a estar solo —justificó la mujer—. Mira, a la salida te acompaño, me llevo a Vini a dormir a casa y tú vas a cuidarlo al sanatorio.
—¿Tú crees? —inquirió Jade dubitativa.
—Es lo que quieres hacer, ¿no es así? —preguntó la mujer y ella asintió—. Listo, lo hemos solucionado.
Luego de salir del trabajo y ordenar lo que sucedería con su hijo en su ausencia, tomar un baño y comprar algo para comer de camino, Jade salió rumbo al sanatorio. Cuando llegó fue directo a la habitación que él le había indicado. Golpeó.
—Adelante —dijo Aleix desde adentro.
—Hola… —saludó Jade entrando lentamente.
—Pasa, estoy solo…
—¿Te sientes bien? —quiso saber ella mientras se acercaba, lo besaba y luego se sentaba a su lado en una silla que acercó.
—Mejor… ¿Tú? ¿Sigues enfadada?
—Sí, nos asustamos, Vini y yo… Debiste avisarnos, Aleix… sé que no somos… nada pero somos… algo —dijo sin encontrar las palabras, Aleix sonrió y acarició su mano que descansaba sobre las sábanas.
—Por Dios, estás bella, te he extrañado —añadió—. ¿Me perdonas? Me cuesta acostumbrarme a… esto —explicó.
—Hmmm —se quejó Jade y sonrió acariciando el rostro de aquel hombre que la había puesto tan nerviosa en las últimas horas—. Me alegra que estés bien. ¿Estrés?
—Pues, supongo… —dijo Aleix desviando la vista y mirando al techo—.Han sido tres años sin tomarme vacaciones en el trabajo, supongo que me ayuda a no pensar…
—¿Tres años? ¡Es una locura! —exclamó la mujer.
—Mi jefe ha venido hoy, dice que me obligarán a tomarme mínimo dos semanas, quieren que viaje… —se encogió de hombros—. Me dijo que lleve a mi familia de vacaciones —suspiró.
—¿Tu familia? —inquirió Jade confundida.
—Tengo una foto de ti con Vinícius en mi escritorio, la puse hace poco… él me la dio —dijo Aleix algo avergonzado—. Mi jefe la vio cuando buscaban algo que había dejado el otro día cuando me sentí mal… y cree que… ustedes son…
—Tu familia —añadió Jade y Aleix asintió. Se quedaron en silencio, mirándose y planteándose lo bien que aquella idea les hacía sentir—. ¿Vas a viajar? —preguntó entonces Jade.
—Solo si tú y Vini vienen conmigo —respondió Aleix y ella se sorprendió.
—¿Qué? No… no sé si podamos… yo…
—Por favor… —pidió el hombre.
—Bueno, lo pensaré. —Terminó por admitir ella al ver la mirada tan tierna con la que Aleix la observaba.
—Permiso. —Una enfermera ingresó a la habitación—. ¿Todo bien? —preguntó.
—Sí, todo bien —respondió Aleix.
—Enseguida le traerán su cena, señor. ¿Su esposa se quedará a pasar la noche? En ese caso le traeremos las mantas para la cama de acompañante. —Jade abrió los ojos sorprendida. ¿Su esposa dijo?
—Ella no… es… —dijo Aleix al ver su reacción.
—Me quedaré —zanjó Jade viéndolo intentar arreglar aquello. ¿Qué tenía de malo que la enfermera pensara que eran esposos?
La mujer terminó de hacer sus controles y sonrió antes de despedirse.
—¿Te quedarás? —preguntó.
—¿Te molesta?
—Para nada… aunque no estarás muy cómoda en ese sofá cama —dijo señalando el mueble.
—No me importa, quiero estar aquí —explicó ella.
Pasaron la noche bien, Aleix se sentía cada vez mejor y la idea de un posible viaje con Jade y Vinícius en realidad lo entusiasmaba.
—¿A dónde quieres ir? —inquirió Aleix.
—Pues… ¿Puerto Rico? ¿Costa Rica? ¿Cancún? —dijo Jade divagando un poco, imaginar le hacía bien, la hacía sentir libre.
—Suena bien… veremos opciones. ¿Crees que consigas permiso? —inquirió él.
—No lo sé…