El siguiente mes transcurrió tranquilo, y aunque Aleix se relajó un poco en el trabajo —por pedido de su propio jefe—, no pudo tomar de inmediato sus vacaciones, ya que debía esperar que Jade consiguiera las suyas y eso no sería hasta finales de ese mes. Mientras tanto compró los boletos de avión para los tres y reservó habitaciones en un hotel de lujo en Puerto Rico, Aleix no era una persona adinerada, pero había trabajado durante años y no había gastado su dinero más que en lo justo y necesario para su vida, por tanto tenía un considerable monto ahorrado que quiso compartir con la mujer y el niño que le habían devuelto a la vida regalándoles unos bonitos días de descanso. Y a pesar que no era tiempo de vacaciones escolares, consiguieron el permiso necesario en la escuela de Vinícius, así que ya tenían todo listo para el viaje.
Aleix había hablado con Karina sobre las clases perdidas, le había explicado los inconvenientes y aunque ella no quiso aceptar, él insistió en pagarle dichas horas por haberse olvidado de avisarle y que ella hubiera venido en balde. La joven le informó que ya solo quedaban dos meses para el concierto y que todo estaba listo para que Vinícius se luciera en el escenario. Aleix consideró buscar la manera indicada de comentarle a Jade sobre las clases para que pudiera asistir a ese concierto, después de todo las cosas iban mejor para ella y él creía que no debía perderse la oportunidad de sentirse orgullosa del talento de su hijo.
Durante todo ese tiempo, tanto Aleix como Jade siguieron con sus tratamientos, la verdad era que Aleix se encontraba mucho mejor y a pesar de que aún le costaba asistir a espacios demasiado concurridos, salir ya no le costaba tanto, sobre todo si los lugares no eran demasiado grandes o si no iba demasiada gente, además si iba con Jade o Vinícius se sentía seguro y contenido. Jade, por su parte, había avanzado muchísimo en sus tratamientos, se sentía mucho mejor, animada y con ganas de vivir, de salir adelante, de superar todas sus trabas, y la verdad era que Aleix ocupaba gran parte de sus pensamientos. En terapia le habían dicho que ella debía encontrar esa salida por ella misma, no cargando todo de nuevo en los hombros de alguien más, ya que si lo suyo con Aleix no funcionaba, volvería a caer, ella lo entendía, pero no sabía en realidad cómo separar una cosa de la otra y eso a veces la tenía algo confundida. Sin embargo, esa complicidad, esa tranquilidad que había logrado al lado de él era magnífica para ella y no quería que acabara nunca, finalmente de nuevo se sentía útil, querida, acompañada. A veces por las noches no podía evitar sentirse culpable, sobre todo cuando dormía en su casa —y no con Aleix—, las cosas de Leandro seguían en su habitación y todo allí la hacía sentir culpable, sucia, traicionera. Sin embargo, intentaba obviar aquellas emociones, se encontraba en un constante estado de dicotomía, su dicha y felicidad actual se peleaban con la culpa y el remordimiento que sus recuerdos le hacían sentir. Y aunque Marcela le recordaba una y otra vez que ella merecía ser feliz y que no estaba haciendo nada malo, aún le costaba demasiado hacer suyo ese pensamiento.
Aun así Vinícius disfrutaba de la mejoría de su madre, la veía sonreír más a menudo, la veía esperar con ansias a Aleix o prepararle alguna sorpresa, un pastel o algún dulce de vez en cuando. En su mente de niño, él ya había asumido que entre ellos sucedía algo y aunque nunca había preguntado nada, eso lo hacía feliz.
Ninguno de los tres quería que nada en esa fantástica realidad que habían construido, se moviera de lugar. Así estaban más que bien.
El día antes del viaje, Jade preparó su maleta, la de Vinícius y luego se ofreció a ayudar a Aleix con la suya. Fue un momento único para ambos, como el niño estaba aún en la escuela y ellos ya tenían el día libre, ella fue al apartamento de él, encendió el equipo de sonido poniendo música brasilera, y entre cantos y bailes fue ayudándolo a poner su ropa en la maleta.
Aleix la miraba embobado, se contorneaba de una forma única mientras desparramaba camisas, playeras, bermudas e iba eligiendo cuál le parecía mejor, de vez en cuando le preguntaba si prefería una u otra, a él no le importaba, el solo mirarla llenaba todos sus espacios mentales y si ella hubiera cargado en la maleta algún disfraz de oso panda, a Aleix no le hubiera importado andar así por las playas, con tal de que ese momento no terminara.
Cuando finalmente cerraron la maleta, un montón de ropa quedó desperdigada por encima de la cama, Jade se dispuso a arreglarlo, pero el hombre la tomó por la cadera apretándola contra sí.
—No puedes bailar así frente a mí y pretender no despertarme —murmuró en su oído, la joven sonrío. Se volteó en sus brazos y siguió danzando mientras lo observaba a los ojos y lo retaba con la mirada.
Aleix acarició sus piernas y fue levantando el vestido de algodón que traía para acariciar sus muslos y llevar sus manos a su trasero. La muchacha enroscó sus brazos por el cuello de Aleix y le plantó un beso cargado de pasión.
—Me vuelves loco, hagamos algo ahora porque en el viaje tendremos a Vini con nosotros —murmuró mientras le mordisqueaba la oreja.
Ella dejó que la acariciara y le despojara del vestido mientras le iba desprendiendo la camisa y los pantalones, entonces se tiraron sobre el resto de la ropa que seguía en la cama y se entregaron a la pasión.
El tiempo se les pasó volando y no escucharon a Vinícius llegar, estaban allí abrazados en la cama, desnudos y envueltos en ropas arrugadas, cuando la voz del pequeño los llamó desde la sala de estar.
—¿Mami? ¿Aleix? —inquirió.
Jade se levantó de un solo golpe y tomando su vestido y su ropa interior que estaban en el suelo se metió al baño. Aleix se vistió con lo primero que encontró en la cama y salió hacia el comedor para que el niño no ingresara al cuarto.
—Vini —saludó sonriendo y algo acelerado.