Todo marchaba en orden y Jade se mostraba mucho más tranquila de lo que todos esperaban, Aleix y Marcela se sentían felices por ella y creían que finalmente su vida estaba comenzando a mejorar. Su psicóloga la felicitó por el gran paso que había dado, y la mujer compartió con ella cada una de las emociones que sintió en aquel día. Después de salir de esa sesión, Jade se sintió liviana.
Durante los días que quedaron, Vinícius se mostró ansioso por el partido al que acudirían todos el sábado, la idea de que Aleix lo acompañara le generaba una alegría inmensa y lo único que esperaba es que todo estuviera bien.
—¿Crees que nos vaya bien mañana, mamá? —preguntó esa noche cuando Jade lo arropó para dormir.
—Claro que sí, tienen un buen equipo y seguro ganarán.
—Me refiero a Aleix, ¿crees que le asuste la gente? —inquirió preocupado.
—Creo que estará bien —susurró Jade acercándose para darle un beso en la mejilla—. Ahora será mejor que duermas para poder tener mucha energía para mañana —sonrió.
Vini asintió contento y cerró los ojos intentando ya no pensar.
Cuando Vini, Aleix y Jade llegaron al sitio, el pequeño niño tomó de la mano al hombre a manera de darle confianza. Para Aleix, ese gesto significó que el chico se mostraba orgulloso de llegar a su lado y aquello lo hizo sentir muy bien, no defraudaría su confianza.
Luego de algunos saludos y de ubicarse en un sitio de la gradería, el maestro de gimnasia llamó a todos los padres junto con sus hijos al centro de la cancha. Vinícius sintiéndose ansioso llevó a Aleix de la mano. El maestro dividió el grupo en dos y entregó a uno de los grupos unos chalecos de color amarillo, entonces organizó el juego y todo comenzó.
Mientras jugaba, Aleix se sintió vivo. Hacía demasiado que no hacía ningún deporte y aunque sentía que su corazón se le quería salir del pecho y tenía la certeza de que al día siguiente no podría levantarse del dolor muscular, ese momento estaba resultando único. Por primera vez, no sentía miedo de estar afuera ni de compartir el momento con otras personas, el sitio lleno de naturaleza y el bello día que les había tocado, lo hacía sentir recargado de energías.
Entonces un niño de su propio equipo le pasó la pelota a Vinícius y este la llevó hasta poder pasársela a Aleix, el hombre se aventuró a llevarla lo más cerca del arco contrario que podía y anotó el primer gol del partido. Todo el equipo de los chalecos amarillos gritó y festejó, las madres que miraban desde las graderías también aplaudieron entusiasmadas. Vini corrió hasta Aleix y se tiró a sus brazos y ambos festejaron juntos.
El partido esa tarde terminó dos a dos, no hubo ganadores pero para Vinícius nada era más importante que el orgullo y la felicidad que lo embargaban. Jade los esperó con botellas con agua fresca y les pasó una toalla para que se sequen el sudor. Aleix sonrió al verla y ella lo abrazó.
—Estoy todo sudado —dijo él pero a ella no le importó. Su corazón también latía acelerado, ver el cariño con el que ese hombre trataba a su hijo la llevaba a sentir cosas que ni siquiera podía definir, emoción, agradecimiento, orgullo, amor.
Un niño de piel blanca y con el pelo rizado se acercó a ellos.
—Víni, ¿él es tu papá? —preguntó y el niño lo miró sin saber qué responder. Jade y Aleix entrecruzaron miradas mientras esperaban que Vinícius respondiera.
—Sí —dijo entonces y asintió con orgullo.
—¿Juega para algún equipo? —quiso saber el niño.
—No, pero es bueno, ¿no? —respondió Vini y el pequeño asintió.
—Yo creo que mi papá también va a meter un gol en el próximo partido —sonrió el pequeño antes de responder al llamado de su madre que lo estaba buscando.
Vini, Aleix y Jade lo observaron alejarse mientras sonreían, aquello se sentía muy bien.
—¿Quieren comer algo? Ahora empezará el partido de las niñas —dijo Jade y ellos asintieron.
La mujer se encargó de sacar unos emparedados que había traído en una canastilla y los repartió. Todo aquello se sentía tan bello y perfecto que ninguno de los tres quería que acabara jamás.
Cuando regresaron a la casa y Vinícius se fue a bañar, Jade abrazó a Aleix y le susurró al oído lo agradecida que estaba con él por todo lo que hacía por su hijo.
—No me debes agradecer, cariño —susurró el hombre besándola en la mejilla—. Vinícius se ha ganado mi cariño desde hace mucho tiempo, aunque no lo creas él me está ayudando a sanar muchas heridas. Me siento feliz por todo lo que vivimos hoy y por no haberme sentido mal, él me lleva al límite de mis propias fuerzas y lo mejor de todo es que logro vencer mis miedos por él —añadió.
Jade lo besó entonces sintiendo que dejaba todo su corazón en ese beso, su hijo era todo lo que le quedaba en la vida y ver que ese hombre lo amaba tanto, era demasiado gratificante para ella.
Unos minutos después, Vinícius salió de la ducha y los encontró entre abrazos y besos en la cocina, su sonrisa nerviosa lo delató y ambos se separaron. Aleix se despidió entonces de los dos prometiendo volver luego del baño.
En la noche de ese mismo sábado y luego de la cena, Aleix y Jade se dispusieron a ver una película mientras el niño terminaba unas tareas. Cuando la película acabó, ambos se quedaron allí conversando sobre la misma mientras sonreían y discutían por aquellos puntos en los que no estaban de acuerdo.
—Yo digo que no me gusta cómo termina —enfatizó Jade y Aleix sonrió.
—Era la única forma que tenía de terminar, si ellos hubieran quedado juntos la historia no hubiera sido real —refutó Aleix.
—Para realidad ya tenemos la vida, ¿no lo crees?, al menos en las películas las parejas deben acabar bien para darnos esperanzas —comentó Jade.
Aleix se acercó a ella y la abrazó.
—Nosotros terminaremos bien, ¿no es así? —inquirió divertido.
—Espero de verdad que no terminemos —sonrió la muchacha sintiendo que se sonrojaba, Aleix la volvió a abrazar.