Cuando Jade ingresó al cuarto, las lágrimas caían como cataratas por su rostro, el enfado y la tristeza se habían apoderado de ella en cuestión de segundos. Vio a Vinícius concentrado con la guitarra y sintió que todas sus fuerzas se venían abajo. Era tan parecido a su padre, en todos los aspectos, y ahora también en eso. ¿Cómo sabía ejecutar? ¿Cómo había aprendido?
—¿Por qué estás tocando eso? —dijo enfadada.
—Mamá, yo solo… Lo siento —respondió el niño al notar aquella expresión que hacía tiempo no veía en el rostro de su madre.
—¿¡No te he dicho que no debes tocar lo que no es tuyo!? —exclamó en lo que pareció un alarido.
—¡Jade! —llamó Aleix.
—¿Cómo sabes tocar? ¿Quién te ha enseñado? —inquirió la mujer ignorando al hombre que intentaba detenerla, ella se había precipitado sobre Vini acorralándolo contra la pared, el niño temblaba asustado.
—Fui yo, yo le he pagado una maestra para que aprenda —dijo Aleix mirando a Vinícius para darle calma—. A él le gusta y tú deberías valorar sus gustos y su talento.
—¿¡Y quién demonios eres tú para meterte en la vida de mi hijo!? ¡Demonios, Aleix! ¡No eres su padre y nunca lo serás! ¿Por qué tomas decisiones que van en contra de lo que yo ya he decidido? —gritó empujando al hombre.
—¡Cálmate, Jade! Respira, cálmate y lo hablaremos —susurró Aleix intentando que ella se tranquilizara.
—¡No voy a calmarme nada! ¡Deja de decirme lo que tengo que hacer! ¡Es mi hijo! —gritó y Vinícius se puso a llorar. Estaba asustado de ver a su madre así y se sentía culpable por haber roto la armonía que habían conseguido en ese hogar.
—¡No dije que no lo fuera, demonios! —gritó también Aleix—. Solo quise ayudar, él quería hacerlo —añadió más calmado.
—Dios, ha sido una mala idea, Aleix, no sabes lo que has hecho —dijo y entonces escucharon el sonido de la puerta.
Vinícius ya no estaba en la habitación, había salido corriendo con la guitarra de su padre en mano. Solo quería llorar y esconderse del mundo, huir de allí. Estaba cansado de ser el culpable de la muerte de su padre y ahora era también el culpable de que Aleix y Jade se pelearan.
—¡Mira lo que has conseguido! —gritó Aleix saliendo tras el niño—. ¡Es solo un niño, Jade! ¡Un niño! —exclamó.
—¿Y crees que no lo sé? ¿Crees que no sé lo que es mejor para mi hijo? —preguntó la mujer saliendo tras de él.
—¡Parece que no, parece que no lo sabes! —respondió bajando las escaleras—. ¡Vini! ¡Espera! —gritó pero pudo oír la puerta del frente cerrándose con fuerza. Vinícius había salido a la calle.
Cuando él llegó a la planta baja, observó la calle a ambos lados intentando adivinar por donde había ido el pequeño. Lo vio entonces girar a la mano derecha en una de las esquinas que estaba a un par de cuadras del edificio y siguió corriendo tras él, Jade lo seguía también.
Vinícius se adelantó al ver que venían tras él, no quería estar con ellos, con ninguno de los dos. Su madre podría pegarle o castigarle y Aleix se enfadaría con él para siempre, le había dicho que se esperara hasta el concierto para decírselo de una buena forma y él no pudo hacerlo. Simplemente no lo pensó, había visto la guitarra y le entraron ganas de tocarla, no pensó que ellos lo fueran a escuchar.
Corrió entre la multitud que se avecinaba, parecía una manifestación o algo así, eso era bueno porque no podrían encontrarlo entre tantas personas. Algunos le gritaron por meterse a esa velocidad entre ellos y otros lo empujaron. Su guitarra empezaba a golpear el suelo y sus lágrimas caían con más fuerza. Al llegar a la esquina, vio que el semáforo estaba en rojo, así que atravesó la calle sin pensarlo, lo que no se percató es que la flecha de giro estaba verde y un que acababa de pasar lo impactó de golpe. La guitarra se hizo añicos de manera instantánea y Vinícius salió despedido en el aire hasta caer en la otra acera, su cabeza hizo un sonido seco al caer por el pavimento y todo para él se puso negro.
La muchedumbre concentrada en la manifestación oyó el chirriar del freno de aquel auto, el sonido de la madera abollada bajo sus ruedas y el golpe seco de la cabeza del niño, algunas mujeres gritaron asustadas y otras personas se acercaron lo más rápido que pudieron. En cuestión de segundos, un hombre intentaba tomarle los signos vitales al niño mientras otro llamaba a una ambulancia y daba las coordenadas del lugar. El señor que manejaba el vehículo, también se había acercado y temblaba de nervios y susto.
Aleix se detuvo al ver el tumulto creado en medio de la manifestación, no entendía por qué pero todos gritaban algo. Entonces oyó claramente a una señora.
—¡Hay un niño! ¡Llamen a una ambulancia! ¡Lo han atropellado!
Y él lo supo, supo en ese mismo instante que se trataba de Vinícius, observó a Jade que se había detenido a su lado y entendió que ella también lo sabía.
—¡Oh! ¡No, por Dios! —dijo la mujer y las lágrimas comenzaron a derramarse.
Aleix observó la muchedumbre, se sentía igual que aquella vez, gente yendo y viniendo, corriendo, gritando, pidiendo auxilio, algunos curiosos y un grupo más pequeño rodeando un cuerpo. No era el de Nuria, era el de Vinícius, y él no podía echarse a correr, debía actuar y rápido.
Se acercó como pudo mientras su mente le traicionaba y le tiraba imágenes del pasado, imágenes que le dolían. Si a Vinícius le sucedía algo sería su culpa de nuevo, otra vez la vida le estaba jugando una mala pasada.
—Dios, por favor, Vini —dijo al llegar a él. Perdió de vista a Jade mientras intentaba llegar. Entonces vio a personas rodeando el cuerpito del niño, vislumbró sus pies con aquella zapatilla que él le había regalado. Se acercó llorando y pidiendo permiso—. ¡Déjenme pasar, es mi hijo! —gritaba.
—Está vivo —dijo una voz—. La ambulancia está en camino —añadió con una mano en su hombro. Aleix se sentó en el suelo y se acercó al pequeño.