Dos días después, Vinícius despertó, paulatinamente fueron retirándole los medicamentos para ir midiendo sus reacciones y todo salió como esperaban. En el momento en que el pequeño abrió los ojitos, Jade estaba a su lado, él al verla sonrió.
—Mami… Lo siento, lo siento mucho —se disculpó. Jade, que dormitaba en el sillón de al lado de la cama se sobresaltó al oír su vocecita y se acercó a él con velocidad.
—Vini, amor, has despertado —dijo besándole las manitos y la frente.
—Mami… ¿Estás enfadada? —preguntó el niño y ella negó entre lágrimas.
—No, por Dios, estoy feliz porque estás bien. ¿Te duele algo? ¿Te sientes bien? —inquirió la mujer.
—Me siento bien, mami —respondió el niño—. ¿La guitarra de papá? ¿Se rompió?
—Sí, hijo… pero eso no importa…
—Era tu único recuerdo de él —dijo con tristeza.
—No, tú eres mi recuerdo de él, Vini, él está en ti y lo que más me importa en este mundo eres tú —añadió—. Sé que ya te he pedido disculpas por no haber sido una buena madre, pero quiero volver a hacerlo y aclararte algo, Vini, tú no tienes la culpa de nada.
—Mami… si tú no quieres no volveré a tocar la guitarra, lo prometo —dijo el niño y ella negó con lágrimas en los ojos.
—Quiero que toques la guitarra, Aleix me contó de tus clases y del concierto y quiero oírte tocar todas esas músicas que sabes…
—¿Lo dices en serio? —preguntó el niño sonriendo.
—Claro, hijo, estoy segura de que eres genial —sonrió ella volviéndolo a besar.
—Mami, ¿y Aleix? Los escuché pelear, ¿dónde fue?
—Está trabajando, pero vendrá pronto, Vini. Ya no estamos peleados, no te preocupes —sonrió la mujer—. Además, ¿sabes? Él tuvo que prestarte un poco de su sangre para que te pongas bien más rápido —dijo Jade.
—¿Eso significa que ahora sí ya es mi padre? Si tengo su sangre es mi padre, ¿no? —inquirió y ella sonrió.
—Es tu padre, Vini, el amor que se tienen es lo importante —respondió ella y él sonrió.
—Tengo sueño, mami, ¿puedo dormir de nuevo? ¿Me despiertas cuando venga Aleix?
—Descansa, yo te aviso —respondió.
Un par de horas después, cuando Aleix llegó al sanatorio cargando un globo celeste y un par de enormes girasoles amarillos en un bonito y sencillo arreglo, ella lo recibió con una sonrisa.
—Vini despertó hoy —dijo emocionada.
—¿Sí? ¿Está bien? ¿Habló?
—Sí, preguntó por ti, quería que lo despertara cuando llegaras —mencionó Jade.
—No lo hagas, déjalo dormir, yo esperaré a que despierte —dijo él pasándole las flores—. Son para ti —añadió—. Una vez dijiste que te gustaban estas flores.
—Gracias —sonrió la mujer y lo abrazó—. Aleix, hoy he estado pensando mucho, hemos pasado tantas cosas, tú, yo, Vini. Hemos sufrido mucho, hemos tenido mucho miedo y hemos cometido tantos errores, pero también hemos aprendido. Esto ha sido una lección también, una horrible lección, pero creo que finalmente he entendido muchas cosas.
—La vida nos ha enfrentado a nuestros peores temores, Jade, solo para hacernos comprender que podemos salir adelante, que a pesar de todas las pruebas, las pérdidas y las lágrimas, estamos vivos, seguimos aquí…
—Y estamos juntos —dijo ella acercándose a él—. Sé que te he lastimado, sé que temes nunca ser suficiente, pero quiero que sepas que no es así, Aleix, que yo he aprendido y que he entendido que no puedo seguir viviendo en el pasado, en los recuerdos. Que tú eres mi presente y mi futuro y que te amo —comentó, él la besó en la frente.
—Y tú el mío. Eres mi hogar, mi puerto, ustedes son mi familia —añadió.
Ambos se quedaron en silencio, era solo cuestión de tiempo que las cosas volvieran a la normalidad, Vinícius sería dado de alta y ellos volverían a su vida, a escribir esa nueva historia donde el pasado no era más que un recuerdo que había forjado sus presentes, pero que no impedía que lo vivieran.
Cuando Vini despertó más tarde esa noche, abrazó como pudo a Aleix y le dijo que ahora que compartían la misma sangre, quería decirle papá. Él estuvo de acuerdo y cuando el niño se volvió a dormir en sus brazos, él lloró. No de tristeza, no de dolor, no de temor ni de soledad, lloró de felicidad, de gozo y de plenitud.
Una semana después de aquello, Vinícius salió de alta y volvieron a su hogar. Los tres llegaron de la mano e ingresaron a la casa de Aleix. Allí, Vini se recostó en el sofá mientras los adultos fueron a preparar algo para comer.
—Creo que debemos pensar en mudarnos a un nuevo lugar —dijo Aleix sonriendo.
—¿De qué hablas? —inquirió Jade mientras cortaba algunas verduras.
—Una casa, somos una familia y necesitamos una casa para los cuatro —dijo él y ella sonrió.
—¿Vivir juntos? ¿Hablas de vivir juntos? —preguntó ella algo emocionada.
—¿Por qué cuatro? —preguntó Vini que había venido a servirse un vaso con agua. Los adultos lo miraron y se sonrieron.
—Parece que pronto tendrás un hermanito o hermanita —sonrió Aleix. El chico se puso serio, pero luego sonrió.
—¡Eso es genial! ¡Al fin tendré con quien jugar! —añadió.
Un mes y medio después de aquello, se mudaron a un nuevo hogar, uno con una habitación para Vinícius, una para el nuevo bebé y un jardín bonito donde pudieran corretear. Una donde el niño pudiera tocar la guitarra las veces que quisieran. Una casa a donde ninguno de los dos llevó nada que les recordase a su pasado, un hogar donde empezar de nuevo.