Mientras corría, sentía bajo sus pies descalzos la suavidad de la verde hierba y en su rostro infantil la caricia de la brisa primaveral del florido mes de mayo. Escuchó a lo lejos un sonido musical y cuando elevó la vista, vio una parvada de aves surcando veloces el cielo azul. El aire olía a limpio y los colores danzaban ante sus ojos como graciosas bailarinas sobre un escenario.
Su tutor tenía la odiosa costumbre de interrumpir sus paseos en los momentos más inconvenientes. Sin embargo, la voz insistía y de pronto todo a su alrededor cambió. El olor a humo, a polvo y a sangre amenazaba con ahogarlo, a donde quiera que miraba había cuerpos destrozados y sentía una enorme desesperación, tenía que encontrar a Nadja antes de que fuese demasiado tarde.
Se debatió de la mano que intentaba apresar su hombro pero bruscamente sintió como si estuviese cayendo por un precipicio y cuando abrió los ojos…
Dèjan entró al cuarto de baño, se miró al espejo, se pasó la mano por el rostro y concluyó que Ioan tenía razón.
Dèjan Zazvic era un sujeto de treinta y cuatro años, complexión atlética por su afición al polo y a la natación, cabellos y ojos negros cual noche sin luna, y aunque nadie habría podido decir que calificaba en la categoría de hombre bello, sus rasgos varoniles, su expresión dura y su intensa mirada que enviaba una clara señal de peligro, parecía atraer de forma irremediable a cualquier miembro del sexo femenino.
Dèjan había nacido en Belgrado, la capital Serbia. Los Zazvic habían pertenecido desde siempre a las altas esferas del poder social y económico de su país, y según los archivos oficiales, eran descendientes de la dinastía Karadordevic. Dèjan era el único hijo varón del último Zazvic, motivo por el cual a pesar de ser el menor después de cuatro hermanas, tenía el estatus de semidios en su núcleo familiar. Recibió la mejor educación y a pesar de que sus padres pertenecían a la Iglesia Ortodoxa de Oriente, el chico fue enviado a estudiar a la anglicana Inglaterra y posteriormente a Harvard, donde obtuvo una maestría en finanzas. Aquella decisión le había atraído a Admir – el padre de Dèjan – la silenciosa desaprobación de sus coterráneos, pero nadie se atrevió a expresarla en voz alta, ya que Admir seguía siendo un importante e influyente individuo con el que era mejor no buscarse problemas.
No era que a Admir y a su esposa Zara les entusiasmase especialmente enviar lejos a Dèjan, pero aquel necio muchachito aparte de haber dado toda clase de dolores de cabeza a sus tutores por su falta de disciplina y adecuado comportamiento, tenía tendencia a relacionarse con personas que a juicio de sus estirados progenitores no estaban a su altura, pero la gota que colmó el vaso y terminó por enviarlo al exilio, fue su relación con una jovencita de origen Bosnio de nombre Nadja Izadik y prima de uno de aquellos sospechosos amigos de Dèjan. Aunque Admir invertía una fortuna tanto en la educación de su hijo como en su seguridad y vigilancia, cuando tuvieron noticias de aquella relación ya era demasiado tarde, pues para horror de los padres, su hijo que apenas acababa de cumplir catorce años, había embarazado a la mencionada criatura. Admir sufrió un paro cardíaco y Zara tuvo que ser recluida en una clínica privada por un largo período de tiempo, de manera que Dèjan quedó bajo la custodia de los abogados y fue trasladado a la casa de campo de los Zazvic hasta que su padre salió de la clínica y estuvo en condiciones de hacerse cargo.
Como Dèjan sabía que no había ninguna posibilidad de que sus padres aceptasen la situación, había tomado sus previsiones y había acudido a la única persona en el mundo que se habría atrevido a ayudarlo, el hermano menor de su madre, su tío Tarik.
Tarik Besevic había sido execrado de la familia por sus ideas, que según éstos estaban en total contraposición con el comportamiento tradicional, y el chico simplemente había escapado de una sociedad donde se sentía asfixiado. Tarik quería ser músico y desde luego aquello no era de ninguna manera una profesión en opinión de su familia, de manera que Tarik agarró su guitarra, unas cuantas prendas y poca cosa más y puso la mayor distancia posible entre él y los suyos, yéndose a vivir a América.
Los polémicos años 60’ a pesar de que contribuyeron enormemente a crear toda una cultura, no fue la mejor época para que un inmigrante serbio encontrase terreno fértil para establecerse. Estaba en pleno apogeo el movimiento hippie y Tarik fue absorbido por este. Si bien hizo música, no alcanzó ningún nivel de éxito, de modo que se pasó los primeros años yendo de un lugar a otro con aquellos grupos de chicos protestatarios e inconformistas, pintando la señal de la paz en paredes y espacios gubernamentales, haciendo manifestaciones de protesta por la guerra de Vietnam y drogándose como la mayoría de sus nuevos amigos.
Editado: 21.09.2021