Había transcurrido una semana desde el día de la conversación que tuviese Dàmir con sus amigos y no había vuelto a tocarse el tema, por lo que cabía esperar que todos se hubiesen olvidado del asunto, pero en realidad no era así, o al menos Kerim no lo había hecho, aunque no porque tuviese la misma preocupación de Dàmir, ya que en su caso y aun suponiendo que alcanzasen algún nivel de éxito, su padre no pondría objeciones, y si Kerim estaba seguro de esto, era porque si bien Johan Vaejik era un empresario exitoso y gozaban de una excelente posición económica, no era especialmente famoso o conocido y su único norte en la vida era que su hijo fuese feliz.
Lo que había estado molestando a Kerim era que no entendía bien por qué Dàmir había mostrado esa preocupación. Kerim era tremendamente observador, de modo que ya había hecho un concienzudo estudio de sus nuevos amigos utilizando las mismas técnicas que utilizaba para estudiar, y como en su calidad de estudiante de Ciencias Políticas tenía libre acceso a los archivos de la biblioteca virtual, hacía uso de estos para casi todo.
Edvin Kocevic pertenecía a la clase alta y se conducía como tal, hablaba de las personas del jet set búlgaro como si fuesen viejos conocidos y todos sus efectos personales eran costosos y de excelente calidad.
Ajle Ervenik era hijo de un industrial Montenegrino, pero nacionalizado francés, y Ajle al igual que Edvin, parecía muy bien relacionado, algo que Kerim sabía era cierto porque en sus investigaciones, el señor Ervenik aparecía en compañía de altos ejecutivos y políticos franceses. Ajle a diferencia de Edvin, era mucho más ostentoso y gastaba mucho dinero tanto en ropa y calzado como en las cosas más inútiles.
Imran Zadar tal y como él mismo había dicho el día de la mencionada conversación, no poseía medios de fortuna, su padre trabajaba para la industria textil como un asalariado más, su madre padecía una enfermedad coronaria que la había obligado a quedarse en casa, su hermana mayor había muerto hacía varios años, la del medio vivía en América y tenía poco contacto con sus parientes, y la menor se había casado hacía un par de años, pero seguía ayudando a sus padres y trabajaba en unos almacenes.
Pero en el caso de Dàmir, Kerim no sabía qué pensar. Dàmir exhibía unos modales impecables y era obvio que había sido educado con esmero, tenía un amplio vocabulario prácticamente exento de palabras altisonantes que de hecho le molestaban mucho, y una sólida cultura general; rara vez perdía la paciencia, aunque ya Kerim había sido testigo de lo que podía suceder si ocurría y tenía claro que Dàmir debía ostentar algún alto grado en artes marciales a pesar de que él nunca hablaba de ello. Vestía con sencillez y como cualquier otro chico de su edad, pero ya Kerim había notado que sus prendas no habían sido adquiridas en ninguna barata, de modo que su familia debía estar en buena posición como él mismo había reconocido en forma tácita al incluirse en ese renglón cuando había conversado acerca del asunto de los nombres. La cuestión era que por más que Kerim había investigado, no había encontrado nada de la familia Izadik salvo una referencia aislada acerca de una familia de este nombre que había vivido por un tiempo en Serbia, pero nada más, y aquello ciertamente era sospechoso.
No obstante, Kerim no estaba acostumbrado a quedarse con asuntos sin resolver, así que decidió preguntárselo directamente a Dàmir diciéndose que lo más que podía suceder era que el chico lo enviase a paseo si consideraba que no era asunto suyo.
Dàmir abrió la bolsa y se comenzó a comer el emparedado dándose cuenta que en verdad tenía hambre, pero había estado tan distraído que no lo había notado. Por un momento su mente viajó al pasado recordando que su madre solía cantarle y animarlo a hacerlo para olvidarse del hambre y el frío. Sacudió la cabeza obligando a los recuerdos a volver a su lugar y miró a Kerim.
Dàmir terminó con el emparedado y continuó en lo que estaba. Kerim esperó con paciencia y cuando llegó la medianoche se levantó y desconectó la guitarra.
Kerim procuró hacerlo con el mayor cuidado, ya que sabía lo delicado que era Dàmir con aquellas cosas. Dàmir por su parte arrugó el ceño con fastidio, pero decidió que no le vendría mal dormir un poco.
Kerim no dijo nada y se limitó a empujarlo hacia la puerta. Abandonaron el edificio, pero cuando iban por el sendero hacia los dormitorios se decidió a hablar.
Editado: 21.09.2021