En cuanto Dàmir se había marchado, Dèjan parecía haberse perdido en sus recuerdos como le sucedía muy a menudo, pero pasados unos minutos Ioan decidió sacarlo de ellos. Ioan sabía que la vida de Dèjan parecía sustentarse en los recuerdos, y aunque posiblemente eso era lo que lo impulsaba a seguir adelante, en su opinión ya era hora de que los dejase ir. Tenía treinta y un años, pero no tenía una vida como tal, por lo único que experimentaba sentimiento era por su hijo, pero su constante preocupación por él le impedía disfrutarlo realmente, de manera que a Ioan le habría encantado que su primo al menos reconociese que necesitaba ayuda para librarse de la carga del pasado y continuar con su vida.
Aun tuvo que esperar unos segundos para que las garras del pasado lo liberasen y poder marcharse.
Dàmir por su parte, si bien no había llegado a la inesperada cita con su padre del mejor humor, se marchó de mucho mejor ánimo y pudo asistir a sus clases de la tarde sin ninguna preocupación en mente, y cuando éstas finalizaron localizó a sus amigos y marcharon al pub de Ed.
Ya todos comenzaban a acostumbrarse a que Edvin se refería a las cosas como si fuesen personas adjudicándoles las mismas características fuesen positivas o negativas de los seres humanos, de modo que sonrieron.
Kerim miró alrededor para asegurarse de quiénes podían escucharlos, pero en realidad a aquella hora aun la mayor afluencia de estudiantes no se había hecho presente, de modo que fuera de una pareja que se sentaba cerca de la puerta, tres alumnos mayores y los dueños del local, no había nadie más aparte de ellos mismos.
Dàmir comenzó su historia desde donde la conocía o podía recordar, ya que los primeros cinco años de su vida aparte de que obviamente no era mucho lo que podía recordar de los mismos, lo que sí, era algo confuso. Sin embargo, el último año antes de que su padre los encontrase, el chico lo recordaba con extremada claridad, porque habían estado corriendo de un lugar a otro. Tenía muy vagos recuerdos de haber tenido una casa antes de eso y que la había echado de menos sobre todo en las noches cuando se veían obligados a dormir en el duro suelo y a descampado, recordaba con claridad el frío, el hambre y el miedo; aun a veces despertaba en las noches bañado en sudor y con el corazón que parecía a punto de salírsele del pecho, ya que experimentaba la misma sensación de peligro que por aquellos días y le parecía escuchar los disparos, las bombas y sus explosiones, la gente gritando y la sangre por todas partes.
Aunque a sus cinco años la única diferencia para él entre estar vivo y morir era que en el segundo caso la gente se dormía y no volvía a despertar, él había deseado muchas veces quedarse dormido de esa manera, pero su madre le había dicho constantemente que su padre iría por él y cuando eso ocurriese lo sacaría de aquel infierno. Sin embargo, hacia el final Damir ya casi había perdido toda esperanza, porque habían estado en un lugar que había sufrido otro de los muchos ataques a los que ya estaban acostumbrados y su madre había quedado atrapada bajo unas enormes piedras, o al menos lo eran para él que no había podido moverlas. Recordaba con claridad la sangre, las lágrimas y la desesperación de Nadja, pero también que cuando escucharon los gritos de los soldados, ella le había dicho que colocase la cabeza sobre su pecho, cerrase los ojos y no los abriese por nada del mundo. Él había obedecido y en realidad de nuevo quiso quedarse dormido, pero mucho tiempo después seguía despierto y había prestado atención a lo que le decía su madre.
Aquel también había resultado un asunto algo confuso para Dàmir, porque a veces su madre decía que su apellido era Izadik y otras Zazvic, de modo que al final él no estaba muy seguro de qué era lo que debía recordar. No obstante, Nadja lo hizo repetir una y otra vez que su nombre era Dàmir Zazvic y le dijo además que si su padre aun tardaba mucho en llegar, cuando lo hiciese y como él podía haber cambiado algo, le mostrase un lunar que tenía en la espalda. En ese momento Dàmir no tenía muy claro ni qué era un lunar ni por qué debía mostrárselo a su padre, pero le prometió a su mamá recordarlo. Mucho tiempo después se enteraría de que el mencionado lunar era exactamente igual a uno que tenía Dèjan y en el mismo lugar.
El ataque había tenido lugar en la noche, de modo que parte de la misma Dàmir se la había pasado sobre el pecho de su madre con los ojitos fuertemente cerrados hasta que ella comenzó a hablarle y a decirle todo aquello, por último le había dicho que fuese valiente y le repitió que no perdiese la esperanza, aunque ella ya no iba a estar más con él. A pesar de que para un niño de solo cinco años aquello podía haber sido una perspectiva terrible, él solo pensó que su madre tenía mucha suerte, porque iba a quedarse dormida y no tendría ni más frío, ni más dolor, ni más hambre, algo esto último que Dàmir tenía y mucha, de modo que Nadja le indicó hacia donde caminar y donde quizá podría encontrar algo de comer.
Editado: 21.09.2021