Edvin Kocevic era el individuo más hablador del planeta en opinión de sus amigos, y aunque Ajle también hablaba en demasía, éste último era un payaso sin remedio con la costumbre a veces odiosa de hacer comentarios irónicos y muy ácidos acerca de personas o cosas muy terrenales, mientras que Edvin tenía la infantil tendencia a creer las cosas más inverosímiles que podían ir desde confundir la luna con un OVNI a culpar a los duendes por la sospechosa desaparición de sus efectos personales. Edvin no solo era olvidadizo como Imran, sino que era decididamente desordenado y disperso, algo que en su caso podía ser directamente peligroso y ya sus amigos lo habían comprobado en diversas oportunidades, como por ejemplo el día que se olvidó de desconectar el circuito en el que trabajaba, y aunque nadie sabía cómo era posible que eso hubiese ocurrido, casi quemó medio pasillo con él incluido, ya que el niño estaba plácidamente dormido.
Sus profesores opinaban que aquel chico aunque inteligente, o no podría haber entrado a aquella facultad, tendría que haberse quedado en casa, porque causaba más desastres que una tormenta eléctrica, alusión ésta última a que casi todos los accidentes estaban relacionados con la electricidad. Aunque Edvin había desarrollado gran habilidad para resolver problemas complicados, solía causar unos mayores en el proceso. No obstante, de alguna manera había logrado sobrevivir y no matar a ninguno de sus compañeros en clase o fuera de ellas, pero los mismos evitaban con ahínco tener que trabajar con él, ya que le tenían el adecuado aprecio a sus vidas.
Lo que hacía que sus compañeros de clase no lo odiasen, era su infantil alegría y su jovialidad, y en el caso de las chicas, normalmente sentían el suicida deseo de ayudarlo y protegerlo, algo que el angelito aprovechaba muy bien. Si bien Ajle y Kerim eran la personificación del descaro, Edvin era una amenaza silenciosa, ya que las desprevenidas chicas nunca lo veían venir, pero con todo y aun después de cualquier desastrosa relación, terminaban ellas sintiéndose culpables de haberlo hecho sufrir.
Edvin y Ajle se habían conocido a las pocas horas de haber llegado al campus y justo cuando Edvin estaba – para variar – perdido e intentando encontrar su habitación. Como ya el chico llevaba rato en eso, había perdido la paciencia y estaba jurando en su idioma, lo que llamó automáticamente la atención de Ajle que decidió acercarse.
A cualquier otra persona no le habría sonado aquel nombre como muy francés, pero como Edvin vivía en otro planeta ni siquiera lo notó, sino que le comunicó cuál era su problema. Ajle lo ayudó a ubicarse y a partir de ese día comenzó una amistad que había perdurado en el tiempo. Como siempre andaban juntos y ambos tenían un aspecto no solo extranjero sino similar, aproximadamente la misma estatura y hablaban hasta por los codos, mucha gente pensó durante largo tiempo que eran hermanos.
Otra cosa que había unido a aquel par desde el inicio, era su pasión por la música, algo de lo que se enteró Ajle al momento de conocer a Edvin, ya que éste llevaba el estuche de su bajo al hombro, de modo que lo primero que hicieron fue informarse de dónde estaba el salón de música, porque a diferencia de Dàmir y de Imran, a ellos los traía sin cuidado cuánta gente pudiese haber a su alrededor, mientras que los otros dos prefreían privacidad posiblemente por el hecho de que ambos componían.
A Edvin le había fastidiado mucho enterarse de que Ajle iba a estudiar algo tan inútil como Ciencias Sociales, esta también era una extraña manía de Edvin, es decir, la de calificar a casi cualquier otra materia como inútil.
Ajle había reído y le había dicho que le regalaría una brújula, algo que por cierto había hecho solo por fastidiarlo y conduciéndose de acuerdo a su particular humor. No obstante, el temor de Edvin no se había materializado, porque un ejército de damitas siempre estaba dispuesto para guiarlo.
La habitación de Edvin era un caos absoluto. La cama siempre estaba en desorden y lo mismo se podía encontrar en ella trozos de cables, cinta aislante o alguna herramienta, así como también varias prendas de vestir, su billetera o sus llaves. Los chicos siempre se habían preguntado dónde dormía Edvin, porque en su opinión nadie podía dormir sobre ese desastre, pero siendo que el mencionado desastre imperaba en toda la habitación, no había muchas opciones. La primera vez que Edvin había extraviado su billetera, habían transcurrido poco más de quince días antes de que la encontrase debajo de varios rollos de cables y después de que había hecho que sus padres le enviasen a toda prisa nuevas tarjetas bancarias e identificación, así que Dàmir había decidido, de la manera más juiciosa, guardar por lo menos los documentos de identidad de Edvin en lugar seguro por si volvía a ocurrir y de hecho ocurrió tantas veces que ya habían perdido la cuenta.
Edvin solía ir con un calcetín de un color y otro de otro, y sus amigos rápidamente concluyeron que era algo muy improbable y que superaba lo que se podía esperar, que Edvin organizase su ropa como era debido y posiblemente la mitad de su ropa estaría perdida, ya que en aquel desorden, que no se perdiese él mismo ya era un milagro. De manera que el caos a su alrededor estaba en perfecta consonancia con su caos mental.
Editado: 21.09.2021