Lance Brenan era el vocalista de Odiseo, uno de los grupos de heavy metal más popular de los últimos años. Lance era considerado un semidios en los círculos del género y era tratado como tal; el año anterior había sido calificado por una revista especializada como el mejor guitarrista de todos los tiempos, y aunque no había alcanzado el primer lugar como vocalista, los expertos opinaban que había sido una injusticia, pero el detalle más importante con relación a esta super estrella del metal en el momento presente, era que había sido a él a quien John le diese una salvaje paliza al encontrarlo con su novia en su departamento.
Lance tenía un largo historial de consumo de estupefacientes y de violencia de género; en su corta vida – que aun no superaba los treinta años – se había casado tres veces, y si bien su primera esposa había muerto a consecuencia de un accidente donde el mismo Lance no había resultado ileso, las otras dos criaturas con las que se había casado posteriormente habían puesto fin a sus desdichados matrimonios con demandas de divorcio millonarias que incluían como causal la violencia física y psicológica. De modo que en los últimos seis años, Lance se había mantenido en los tabloides no solo gracias a su talento, sino a su escandalosa vida privada.
Lance procedía de una familia disfuncional, su padre había sido un trabajador de la construcción, pero su característica más destacada era su alcoholismo. La señora Brenan nunca había trabajado fuera de casa, ya que se había dedicado al cuidado de sus cinco hijos, pero todos los varones siempre representaron un dolor de cabeza. Los chicos no solo eran más inquietos de lo normal, sino que tenían tendencia a la violencia, algo que no debería haberle extrañado a nadie desde el momento que el padre les propinaba palizas de gratis cada vez que se le antojaba, de modo que en el caso de Lance fue expulsado de dos escuelas por este motivo. No era que sus dos hermanos mayores fuesen mucho mejores, ya que Peter, el mayor, había abandonado la escuela y su casa a los quine años y no habían vuelto a saber de él, mientras que Samuel, el segundo, había caído de forma irremediable en el mundo de las drogas y había muerto víctima de una sobredosis antes de terminar la escuela. Con este panorama, Lance podía ser considerado casi bueno.
Cuando Lance tenía alrededor de doce años, había descubierto lo que tal vez lo salvaría de un destino parecido al de su hermano Samuel, al menos en forma inmediata. La música.
Debido a su comportamiento, Lance había sido incluido en un programa especial que tenía como objetivo llenar el tiempo ocioso de los chicos, que en opinión de los especialistas de la conducta que laboraban en el sistema educativo, era una de las principales causas del mal comportamiento y la indisciplina en los jóvenes, de modo que habían diseñado un plan que incluía varias disciplinas artísticas y deportivas. Lance había protestado en todos los tonos e incluso se había negado a asistir, pero la directora de la escuela le dio un ultimátum, o asistía de buen grado a las sesiones o su próximo destino sería una correccional, algo que lucía como muy probable debido a que Lance había sido atrapado destrozando el laboratorio de química, de modo que ante la perspectiva de ser encerrado, Lance terminó por acceder.
Aquello por improbable que pudiese haberle parecido a Lance, terminó por ser su tabla de salvación y lo que lo condujo a donde hoy se encontraba, ya que habiéndose decidido por el programa de música debido a que detestaba los deportes, los maestros descubrieron que tenía talento para la guitarra y podía cantar de forma bastante aceptable. Lo sorprendente para Lance fue encontrarse con que en realidad le gustaba aquello, y a partir de ese momento se dedicó con ahínco a aprender a tocar la guitarra, pero más sorprendente aún fue el hecho de que lograse graduarse de la secundaria e ingresar a la universidad. Sin embargo, apenas llevaba un semestre en la misma, cuando fue descubierto por un cazatalentos que posteriormente lo vendería a Recordline y así comenzaría su ascenso dentro del mundo del espectáculo, pero también su deterioro como persona, porque una vez inmerso en él, comenzó de nuevo su consumo de drogas.
Steven estaba acostumbrado a que aquellas cosas sucediesen, bien fuese por una predisposición natural, porque se dejaban absorber por los viciosos que solían rodearlos o simplemente porque no soportaban el estrés y la presión de las giras y conciertos, pero fuera por la razón que fuere, era algo con lo que había aprendido a vivir y a lidiar. El único problema con aquello, era que aparte de que los artitas eran de por sí temperamentales, cuando estaban en aquel estado se volvían directamente irresponsables y Steven había tenido que rodearse de un sólido departamento legal que sacase a las criaturas de los líos en los que se metían debido a las drogas, al alcohol, a su mal carácter o a una combinación de todas las anteriores.
El jefe del departamento de desastres – como llamaban a la oficina legal de la disquera – era Thomas Sinclair, un abogado en ejercicio con muchos años de experiencia litigando y que se había vuelto un experto en asuntos espinosos. Thomas no se ocupaba de los aspectos contractuales de los artistas, sino única y exclusivamente de sus asuntos penales que solían ser muchos. De modo que aquella mañana de domingo cuando el teléfono rojo – como llamaba al móvil destinado a recibir las llamadas que anunciaban crisis – comenzó a sonar, miró a su esposa con resignación y le pidió disculpas por tener que suspender la actividad que habían planeado para ese día, ya que estaba seguro que por pequeño que fuese el problema y nunca lo era, le llevaría la mayor parte del día resolverlo.
Editado: 21.09.2021