Acordes del Corazón (libro 1. зоrа)

Cap. 50 Apariencias

El lunes en la mañana cuando Dèjan y Ioan llegaron a la corporación, no vieron a Jesse, sino que escucharon su voz.

  • ¿Es que acaso nunca tomas vacaciones?
  • Yo bien ¿y tú?  --  lo saludó Dèjan, pero agregó  --  Sal donde pueda verte
  • ¿Para quejarte neciamente de mi aspecto?
  • Te espero arriba  -- le dijo y comenzaron a caminar hacia el elevador
  • Si no te importa, hoy prefiero ahorrarme el dudoso placer de tu compañía

Dèjan se detuvo en seco y una luz de alarma se encendió en su cerebro. No había prestado atención a su primera negativa de dejarse ver interpretándolo como una más de las muchas necedades del chico para fastidiarlo, pero la segunda ya causó su alarma y comenzó un acelerado repaso de las posibles razones por las que quisiese no ser visto, de modo que volvió sobre sus pasos.

  • Jesse ven aquí
  • ¿Todavía no te has marchado? Hay que ver que eres…
  • ¡Jesse!
  • Me pagas por lavar autos y eso hago
  • ¿Qué sucede? ¿Acaso estás demasiado limpio o te hicieron un corte de cabello catastrófico?  --  preguntó, pero no recibió respuesta

Con las cosas así, le hizo señas a Ioan para que fuese por un lado y él se encaminó por otro hasta que llegó a donde estaba Jesse puliendo la puerta de una camioneta.

  • ¿Se puede saber qué sucede contigo?

Jesse detuvo sus movimientos, pero no se volvió.

  • Eres realmente fastidioso, jefe
  • Es de pésima educación no mirar a la persona con la que hablas
  • Otro defecto que agregar a la larga lista que…
  • Vuélvete  --  le ordenó interrumpiéndolo

Jesse maldijo por lo bajo, pero no tenía muchas alternativas, de modo que se ajustó la gorra y se giró.

  • ¿Satisfecho?  --  preguntó girándose de nuevo  --  Ahora ten la amabilidad de dejarme trabajar

No obstante, Dèjan no estaba dispuesto a ceder con tanta facilidad y lo que si pensaba era averiguar  qué le sucedía a aquel pequeño cretino, así que se acercó y arrancó  la gorra dejando libre los desordenados cabellos de Jesse y haciendo que este jurara como un carretero.

  • Bueno, ya sé que ningún estilista poco talentoso te dejó calvo  --  le dijo, pero como no obtuvo respuesta insistió  --  Jesse 

El chico maldijo nuevamente de una forma que le habría costado un largo castigo si hubiese tenido una madre que velase por su educación, pero cuando se giró, a Dèjan casi se le salen los ojos.

  • ¡Dios del cielo!  --  exclamó
  • ¿Contento?  --  preguntó, pero Dèjan no estaba nada contento y sí muy preocupado, así que dio un paso hacia él
  • ¡Ey!  --  lo detuvo Jesse  --  Sin invasiones a mi espacio personal
  • ¿Se puede saber qué demonios te sucedió?
  • Nada importante, tuve un mal encuentro  --  le dijo  --  ¿Acaso nunca te han puesto un ojo morado?
  • Un ojo morado tal vez  --  dijo Ioan  --  pero tú pareces a punto de perder el tuyo
  • Créeme que los otros tipos quedaron peor  --  agregó

Por algún motivo no lo dudaban, pero al menos a Dèjan la suerte de los infelices le importaba poco y solo estaba preocupado por aquel necio muchachito.

  • Vamos  --  le dijo
  • Ya te dije que tengo que trabajar  --  dijo él girándose  para seguir en lo suyo  --  y te agradecería que me devolvieses mi gorra  --  agregó y Dèjan se llevó una mano a la cabeza antes de perder la paciencia
  • Camina Jesse o te llevaré yo mismo
  • Solo inténtalo y…
  • ¡Jesse!

El chico decidió que era mejor no empeorar las cosas, y lanzando el trapo con ira para dejar claro su desacuerdo, comenzó a caminar.

  • Ahora vas a explicarme cómo, quién y por qué  --  le dijo cuando llegaron a la oficina
  • No eres mi padre ¿sabías?
  • Jesse

Él le lanzó una mirada de antipatía, pero le hizo un sucinto relato de lo sucedido.

  • De modo que como dije, a ellos les fue peor  --  concluyó

A Dèjan parecía estar costándole mucho digerir que aquel proyecto de hombre hubiese puesto fuera de combate y con aquella violencia a dos hombres, pero al recordar lo que Mihailo les había contado y suponiendo que él lo había entrenado bien, el asunto adquirió algo más de lógica, mientras que Ioan no había tenido ninguna duda de que Jesse era perfectamente capaz de hacer eso y mucho más, porque como les había dicho a los chicos hacía poco, aquel era un chico de recursos y si no los tenía se los procuraba con cualquier cosa que tuviese a la mano.

  • Debiste hacerle caso a tu amigo y colocarte hielo  --  le dijo Ioan
  • Supongo, pero no tengo una heladera  en casa
  • De acuerdo, y aunque sé que no le tienes simpatía a los médicos, ese ojo…
  • ¡Olvídalo!  --  dijo Jesse poniéndose rápidamente de pie  --  Nadie ha muerto por un ojo morado
  • No, pero podrías  perder el mencionado ojo




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