Acordes del Corazón (libro 7. надати се)

Cap. 31 En la mira

 

Los hermanos de Justine estaban muy preocupados por ella, pero al menos dos o tres, sabían que no ganaban nada intentando hacer que cambiase de opinión y dejase de involucrarse en aquel peligroso asunto, porque si bien estaban al tanto de la situación de Jör y lamentaban sinceramente lo que los habitantes de aquel pequeño país estaban sufriendo, lógicamente les preocupaba más la seguridad de su hermana, y después de lo sucedido a los miembros de Ice y luego a los de Zora, estaban convencidos que su hermana corría verdadero peligro. Debido a lo anterior, e ignorando las advertencias de Damien, Lorian y Michel, Noah se montó en un avión y fue a hablar con su hermana, la cuestión fue que llegó justo en el momento que sus amigos y ella estaban en la concentración que John había mencionado a Dàmir, de modo que ni siquiera le contestó el móvil, así que lo intentó con Donatello con quien tuvo más suerte y se reunió con él.

  • Esto es una locura y hay que sacarla de aquí – dijo Noah después de escuchar al enfurecido Pekka
  • Suerte con eso – le dijo Donatello, pero agregó – No es que no lo entienda, es decir, te entiendo a ti y entiendo la situación y lo que reclaman, pero es inútil intentar convencerla de nada, porque esto es como una enfermedad contagiosa y tienen los ánimos tan exacerbados que serían capaces de irse andando hasta Jör para armar jaleo frente al mismísimo Kallinen.

Entre tanto, los periodistas amarillistas que no faltaban, intentaban fastidiar las cosas entrevistando a los asistentes haciéndoles preguntas acerca de Jör para demostrar que aquel interés era solo una moda, y que aquellos chicos solo estaban allí por el simple hecho de que sus ídolos estaban y podían verlos de gratis. Sin embargo, las cuentas no les salieron tan bien como habrían esperado, porque era posible que hubiesen muchos en aquella situación, pero ellos no tendrían suerte para encontrarlos, pues todos los que entrevistaron, exhibían no solo conocimiento acerca del problema, sino que tenían una opinión coherente y ajustada a los principios de libertad que se discutían.

El equipo de John había posteado la noticia anunciando la intervención de Dàmir para las 16:00, hora de Londres, es decir, las 11:00 en Nueva York y las 18:00 en Ginebra, que era donde se encontraba la sede de la CDN y de donde los manifestantes prácticamente no se habían movido en dos días.  Ellos sabían que los fans de Zora habían estado armando escándalo en otros países como Francia, Alemania, Italia y varios países de América, pero sobre todo en Francia era donde se habían presentado más problemas, porque los fans de aquel país estaban furiosos no solo por el atentado en sí, sino porque era el país donde se cerraba la gira internacional de Zora y esos conciertos habían tenido que suspenderse debido al atentado. De manera que, aunque John no sabía qué pensaba hacer Dàmir, la pasada noche se había reunido con Lena y después ella había salido con un equipo de trabajo hacia París para conseguir los permisos necesarios y montar una pantalla gigante en algún lugar que no revistiese mucho problema y los fans pudiesen ver el concierto que estaban planificando los artistas del medio, y ahora, también las declaraciones que Dàmir estaba por ofrecer.

 

Dèjan estaba en su despacho cuando su asistente le anunció la llegada de Jeff. Desde que había regresado de su viaje de bodas, no había tenido oportunidad de hablar con el chico con respecto al trabajo, así que lo había llamado indicándole que fuese a la Corporación ese día.

  • Ya estoy aquí – dijo al entrar – ¿A quién hay que despachar?

Ya Dèjan había perdido toda esperanza con relación a que alguna de aquellas criaturas con las que desarrollaba una relación más estrecha, saludasen de forma apropiada.

  • Buenos días – dijo – y no hay que despachar a nadie, muchachito
  • Ah, pues yo diría que hay por lo menos un fulano que lo está pidiendo a gritos
  • Te llamé para que me dijeras cómo va nuestro asunto –dijo ignorando lo anterior
  • Mejor que hace un mes atrás
  • ¿No has vuelto a tener problemas con el supervisor?
  • No, pero si me preguntas, ese tipo no está bien de la cabeza
  • ¿Por?
  • Porque de la noche a la mañana, y sin que le acomodara el puñetazo que le había ofrecido, dejó de molestar, pero sé que no le soy más simpático ahora de lo que le era antes, la cosa es, que estoy bastante seguro que quiere apalearme, pero por algún motivo cada vez que me va a decir algo, parece a punto de ahogarse. Y si eso ya es raro, el otro día me llamó señor Zazvic, y sabemos que él sabe que no soy tú, así que en mi opinión, algún tubo debió golpear su dura cabeza y descomponérsela

Dèjan hizo su mejor esfuerzo por no reír, porque él sabía que la cabeza de Johnson estaba tan bien como podía estar, y sabía además a qué obedecía el cambio de actitud hacia Jeff, aunque no pudiese evitar seguir teniéndole antipatía, y lo que sí debía sentirse era agradecido de que Jeff pensase que no estaba bien de la cabeza y que hubiese atribuido el error al dirigirse a él a una inexistente condición mental. Sin embargo, su humor cambiaría drásticamente al escuchar a Jeff.

  • En verdad el príncipe debe tener un extraordinario deseo de morir
  • ¿Qué?
  • Nathan me acaba de avisar – dijo balanceando el móvil – que va a hacer una declaración por lo que dijo el tipo ese, y eso no me parece muy juicioso teniendo en cuenta que ya intentaron despacharlo – agregó con su brutalidad habitual




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