Acordes del Corazón (libro 7. надати се)

Cap. 36 La prisión

 

Lo que Eino les había dicho a los consejeros era cierto, porque efectivamente las fuerzas armadas de la CDN habían llegado a la frontera incluso antes de que él mismo lo supiese, pero una vez que todo estuvo acordado, un contingente de las mismas fue enviado la noche anterior al arribo de la comisión, como medida de seguridad. Eino fue formalmente informado de esto, pero, aunque hubiese tenido la intención de negarse y no la tenía, eso no le habría servido de nada, porque aquellos sujetos no requerían de autorización para ingresar a un país en conflicto, y avisarle a Eino había sido un acto de simple cortesía.

El coronel Dupreè, quien comandaba aquella misión, ya había estado en muchas misiones de desarme, pacificación o transición, de manera que si bien recibieron el permiso para aterrizar, en cuanto se bajaron del avión y salieron de la terminal, notó que algo no estaba bien. De manera que se comunicó con su superior participándoselo, pero como le ordenaron proceder, él continuó con la operación. Lo que había encendido la señal de alarma en el cerebro de Dupreè, era que de acuerdo a su ya larga experiencia, en un proceso de transición, normalmente la comisión era recibida por algún oficial, que si bien no intervenía de ninguna manera en las acciones y solo estaba allí como un mero acto protocolar, en aquella ocasión no había sido así. No obstante, como ellos no necesitaban tampoco de ningún guía, pues dentro de sus obligaciones estaba la de tener un perfecto conocimiento del terreno, aunque nunca hubiesen estado en el lugar, procedió al despliegue de los efectivos que habían llegado con él y los que se habían movilizado a través de la frontera. Los primeros informes alarmantes le llegaron de la parte norte, y el capitán le informó que seguían dándose enfrentamientos violentos, pero no demoró mucho en notar que lo mismo sucedía en la capital, de modo que solicitó autorización para una intervención directa, pues faltaban pocas horas para la llegada de la comisión diplomática y era un pésimo asunto que alguno de los civiles que la integraban, que por lo que sabía eran muchos, resultase herido.

Independientemente de las restricciones de comunicación, como les habían dicho a los chicos de Ice los compatriotas que habían abandonado el país, las redes clandestinas se las arreglaban para seguir transmitiendo, de modo que muchos de los disidentes recibieron la noticia de lo que Eino había decidido no informar, pero como las fuerzas represivas seguían en la calle, estaban muy confundidos y no sabían qué creer. Sin embargo, cuando en la madrugada comenzaron a ver la movilización militar extranjera, el panorama les cambió, aunque no por eso podían descuidarse, pero se las arreglaron lo mismo para pasar la información a tantos como les fue posible, de manera tal, que a la hora que el avión donde llegaba la comisión y en el que venían los chicos, tomaban tierra, había decenas de personas en los alrededores del aeropuerto, aunque por supuesto no se les permitió el acceso a la terminal, pero notaron que quien se los impedía no era la Salainen, sino los efectivos de las fuerzas extranjeras, y esto obedecía más a la seguridad de quienes llegaban, porque los efectivos militares no sabían si entre la multitud podía haber hostiles.

Los chicos de Ice habían advertido a todos acerca de llevar ropa suficientemente abrigada, porque ya estaban en noviembre y se encontrarían con temperaturas a las que no estaban habituados. Como ya Erkki les había hablado mucho del clima de su país, y sabían que en Jör pasaban cerca de seis meses sin ver nada más que una delgada y lejana franja de luz solar, no tenían motivos para dudarlo y se prepararon adecuadamente, pero igual se sintieron algo extrañados cuando estaban por aterrizar y comprobaron la escasa luz que se apreciaba. Antes de abandonar el avión, se aseguraron de que Justine fuese bien abrigada, porque conociendo a aquella descocada, era capaz de considerar apropiado ir solo con una triste chaqueta, así que Dàmir y Mix se ocuparon de que llevase la mencionada chaqueta, pero también gorro, guantes y le colocaron un par de bufandas como vieron que lo hacía Erkki. Sin embargo, apenas se asomaron a la puerta del avión, pues no habían dispuesto un túnel de salida, se alegraron de haber escuchado las advertencias, porque aun con todo lo abrigados que iban, el frío criminal los golpeó.

Uno de los que integraba la comisión, era el individuo que había intentado invitar a Dàmir al ciclo de conferencias, y aunque la última cosa que habría querido era volver a vérselas con él, como era el único que lo conocía, no le quedó más remedio que avanzar cuando todos estuvieron en la terminal.

  • Dàmir – dijo a modo de forzado saludo
  • Señor Carter – dijo él
  • Carpenter
  • ¡Ah, claro!

Después de eso procedió a la presentación del resto de los integrantes de la comisión.

  • Supongo que ninguno de los presentes necesita una presentación a menos que no lean ustedes los diarios – dijo Dàmir señalando al numeroso grupo, pero ladeó la cabeza y los miró con duda – Aunque es posible que sí lo necesiten
  • Seguro, porque no tienen aspecto de ser de la clase que escucha nuestra música ¿o sí? – dijo Chase que se lo pasó  en grande al ver sus expresiones

Sin esperar a que nadie más dijese nada, Dàmir procedió a la larga presentación de todos. Dupreè que se había mantenido a la espera, una vez que vio que aquella payasada había terminado, se acercó saludando al jefe de la comisión e indicándoles seguirlo para la presentación de credenciales. Una vez concluido aquel trámite, se dispusieron a salir de la terminal y los chicos se llevaron la primera sorpresa, porque no esperaban ser recibidos por nadie, o al menos no por la multitud que estaban viendo a través del cristal. Sin embargo, Dàmir sintió varias manos que lo retenían y vio a Andrija colocarse frente a él.

  • Recuerda dónde estás, Dàmir – escuchó que le decía Andrija
  • Lo tengo claro, pero esas personas no parecen…
  • Pueden no parecer, pero no sabemos – lo interrumpió él




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