Habitualmente Eino se encontraba en Reghieritt y no en Kallinen, pero dados los últimos acontecimientos, en los que aquella edificación había sido atacada, era que estaba en palacio, pero si eso ya lo descomponía, su mal humor había ido en aumento por el hecho de que Ostovic no había dado aún con el niño indeseable, pero a lo anterior se sumaba lo que estaba informándole uno de los guardias con relación a que la comisión de la CDN acaba de presentarse allí. Eino no le tenía especial simpatía a las fuerzas armadas de su país, pues consideraba que en general, el estamento militar del estado era ineficiente, pero le tenía una inquina aún mayor a la guardia real, pues en su opinión, guardaba un odioso parecido con la guardia suiza, y a su comandante en jefe, Acke Lehdand, con quien tenía un pleito cazado desde que eran niños y éste le había roto la boca a Eino, cuando se había burlado de la intención de Acke de ingresar a la guardia real, lo detestaba todavía más; lo que más incomodaba a Eino de aquellos sujetos, era la manía enfermiza que tenían por la protección de la familia real, y solo alguien como él podía calificar de manía a la lealtad, y aunque él sabía que aquella adhesión difícilmente podría extenderse a Jörgen, el concejo real se había opuesto a la desaparición del cuerpo alegando que era una institución a la que el pueblo quería y respetaba, de manera que si la hacían desaparecer, esos mismos sujetos podían constituirse en un serio problema. Eino desde luego no lo veía así, porque para él aquel cuerpo era algo simplemente decorativo y no perdía oportunidad de echárselo en cara a Acke cada vez que podía, pero el asunto era que no había podido deshacerse de ellos, y hasta la fecha seguían existiendo, pero él se había encargado de relegarlos a cumplir solo un papel meramente ceremonial.
Después de mirar al guardia con la habitual carga de desprecio, comenzó a gritarle que él había dado órdenes expresas de que no le comunicasen a nadie.
Eino avanzó hacia él con expresión tormentosa, pero el chico no movió ni un músculo, y siguió mirándolo con helada indiferencia a pesar de que Eino había extraído su arma y lo estaba apuntando con ella.
Pero se detuvo al escuchar un escándalo y tal vez tendría que haberlo agradecido, porque una cosa era que él pensara que aquellos sujetos eran unos inútiles, y otra muy distinta que tuviese razón, y no la tenía, porque aparte de la formación militar que recibían, para poder optar a una asignación en la guardia real, tenían que probar más allá de toda duda, no solo su lealtad, sino su capacidad para cumplir con la importante misión de proteger a la familia real y estar dispuestos a morir por ellos, de manera que aquel era un grupo de élite, y para cualquiera de ellos habría sido sumamente sencillo romperle el cuello a aquel infeliz y casi no habrían tenido ni que esforzarse.
Eino encontraba improbable un repentino ataque al palacio, aun sabiendo que los manifestantes marchaban hacia él, pues sus hombres estaban en el exterior y dispuestos a abrir fuego contra cualquiera que intentase ingresar, pero igual le sacó el seguro a su arma y se preparó para comenzar a disparar, porque él sabía que el desdichado guardia no movería ni un solo dedo en su defensa. Sin embargo, la guardó con rapidez al ver que se trataba de Jörgen, pero venía en tal estado de agitación que no le estaba entendiendo nada, así que le hizo un gesto al guardia para que saliese y luego sujetó a Jörgen por los hombros sacudiéndolo, pues seguía diciendo insensateces.
Como Eino no sufría del mismo mal que Jörgen, y él sí había visto a Pekka no solo desde que él y sus amigos se habían vuelto tan populares, sino el día anterior, supo sin lugar a dudas dos cosas, que a quien había visto Jörgen era a su sobrino y no a su hermano, y que si Pekka estaba allí, el desgraciado niño Zazvic también, así que se le dibujó una maligna sonrisa en los labios.
Hizo a un lado al desquiciado individuo, marcó por su móvil y le contestaron enseguida.
Aunque Jörgen seguía gritando, antes de buscar la jeringa para inyectarle algún sedante, aún se demoró un momento pensando que si el niño estúpido había tenido la mala idea de ir allí con Pekka, y era algo de lo que estaba bastante seguro, lo que no iba a poder hacer era salir, y de hecho se lo estaba haciendo muy fácil, porque su muerte le sería adjudicada a la disidencia y sería algo que atestiguarían los miembros de la CDN, así que emitió una carcajada antes de ocuparse de Jörgen, y luego le dio órdenes al guardia de que los miembros de la comisión fuesen conducidos al salón real.
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Como todos se habían lanzado a correr tras Pekka, cuando él se detuvo bruscamente, Dàmir, Andrija y Mikko, colisionaron con él y casi se caen los cuatro.
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Editado: 01.07.2022