Acordes del Corazón (libro 8. На успешан начин)

Cap. 41 Planes

 

Dèjan no tenía ni la más peregrina idea de cómo se comportaba una mujer embarazada, pues en el caso de la única que lo había estado de él, su padre le arrebató el derecho a vivir aquella experiencia. Sin embargo, estaba aprendiendo de prisa, y entre otras cosas había notado que Jesse podía cambiar de humor unas diez veces al día. Aquel en particular, el que no estaba del mejor humor era él, porque la pasada noche había tenido que dormir en otra habitación cuando ella lo echó de la suya. No obstante, cuando entró a la casa, se aferró a la esperanza de que ya hubiese superado aquello y estuviese de mejor ánimo, y aunque se equivocó, la ira de la joven señora Zazvic no estaba dirigida a él.

  • Tanto hablar de que quería estar cerca de la familia y míralo – estaba gritándole a Al, así que Dèjan supuso que Don tendría días sin aparecer – ¿Para qué tanta cháchara inútil?
  • Señorita, Don Giovanni ya había decidido este viaje hacía mucho y solo lo había estado postergando
  • ¡Sigue siendo un embustero y no quiero volver a verlo nunca!

Aunque aquello el parecía fabuloso a Dèjan, su instinto le indicó que la mejor política era guardar prudente silencio, así que terminó de entrar al salón y con cautela se acercó a ella entregándole una caja de chocolates, y bien fuese porque su ira no era contra él o porque aceptaba la ofrenda de paz, ella sonrió y él respiró de nuevo. Sin embargo, aquella noche y cuando estaba por meterse en la cama, se alarmó al verla llorando, así que se apresuró a arrodillarse al lado de la cama y sujetó sus manos.

  • ¿Qué sucede, mi amor?
  • Es mi bebé – dijo ella y la alarma de Dèjan creció en forma exponencial
  • Llamaré a…
  • No – lo detuvo – no le sucede nada, es solo que estaba pensando que aparte de que podría nacer con alguna enfermedad, no tendrá a ninguno de sus abuelos, porque tu papá me odia y el mío no quiere a nadie

A Dèjan le dolió el corazón, y aunque podría haberle dicho que su hijo no necesitaría de aquel par de infelices, porque tendría amor a raudales, Dèjan era un individuo justo, así que si bien sabía que no había forma de que Admir cambiase, pues no lo había hecho en toda su vida, Giovanni Aliano con todos sus defectos y a pesar de la enorme cantidad de crímenes que llevaba a cuestas, sí parecía querer a sus hijos, aunque no tuviese una idea clara de cómo expresarlo. De modo que, aunque se limitó a abrazar a Jesse, se hizo el firme propósito de traer de vuelta al patán aquel, aunque fuese a golpes si con ello le devolvía la tranquilidad y la sonrisa a Jesse, demostrando así, que estaba dispuesto a ignorar la antipatía que sentía por aquel sujeto si eso la hacía feliz.

 

Dèjan siempre había sido muy madrugador, y aunque después de su matrimonio solía demorar un poco más en la cama, desde que Jesse estaba embarazada, él procuraba con ahínco no despertarla y había ignorado olímpicamente las protestas de ella, pues si bien le gustaba desayunar con ella una vez que terminaba de ejercitarse en la piscina, ahora le interesaba más que descansara.

Aunque Dèjan se había pasado media vida montado en un avión, desde que había contraído matrimonio, si bien seguía viajando, esto se había reducido notablemente, y desde que Jesse estaba embarazada, casi había dejado de hacerlo por completo. Sin embargo, eventualmente se veía obligado a efectuar algún viaje, pero nunca demoraba más de dos días en volver.

Como sabía que lo que iba a hacer, le iba a tomar mucho tiempo, le había dicho a Jesse que saldría muy temprano y regresaría al día siguiente. De manera que aquel día se levantó incluso más temprano de lo habitual, porque tenía planes muy concretos. Lo primero que hizo fue llamar a Ioan para que moviese las citas de ese día, aunque no le dio muchas explicaciones.

Desde el desacuerdo que habían tenido por el asunto de Jack, y aunque eso no había dañado su relación, Dèjan hacía la menor cantidad de menciones relativas a Jesse y ciertamente Ioan no hacía ninguna.

Cuando entró al comedor, se extrañó de ver a Dàmir allí, pues siendo que era sábado y los niños no tenían escuela, era extraño que su hijo hubiese madrugado tanto.

  • Buenos días, papá
  • ¿Lo son? – le preguntó, porque había notado que, si bien estaba allí, lo que no estaba haciendo era comer – ¿Estás bien?
  • Claro – dijo con mucha prisa
  • Dàmir

El chico pareció dudarlo un momento, pero luego se lanzó en un apresurado relato con relación a la conversación que había tenido con David.

  • ¿Y cuál es el problema? – preguntó cuando Dàmir hizo silencio
  • Podría estar equivocado y…
  • Dàmir, David es un excelente médico, y dudo mucho que lo esté, pero, en cualquier caso, primero hay que hacer esas pruebas y te prometo que, si hay una posibilidad, encontraremos al mejor especialista

Conversaron un rato más y hasta que Paulo le avisó a Dèjan que el coche los estaba esperando, pero Dèjan se marchó con la sensación de que la angustia de su hijo obedecía a algo más que no le había dicho y tendría que ejercitar su paciencia, porque Dàmir ya no era un niño y tendría que esperar a que el mismo Dàmir decidiese decírselo.




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