Una vez pasadas las carreras de las premiaciones, Dàmir volvió a concentrarse en la nueva producción, y lo primero que hizo fue pautar una cita con Ian McCarthy, el joven director de la orquesta que se había encargado de la música en la boda de su padre. Ian era un jovencísimo individuo, algo que a Dàmir había agradado en principio cuando había ido a hablar con él la primera vez, pues hasta la fecha, los directores de orquestas sinfónicas que conocía, eran hombres mayores y poco propensos a hacer algo diferente a lo que hacían habitualmente, así que encontrarse con uno tan joven, le sentó de maravilla. Sin embargo, Ian había sido muy honesto con él al decirle que, si lo habían enviado con él, era porque no era en realidad director titular y, de hecho, solo se encargaba de los ensayos de la pequeña orquesta compuesta por alumnos avanzados que aspiraban a pasar a formar parte de la profesional, mismos que, por cierto, tampoco era que estuviesen muy contentos de que les hubiesen endilgado a Ian como director, pues muchos de ellos lo veían no solo muy joven, como en efecto era, sino con ideas que muchos maestros calificaban de peligrosas. Por todo lo anterior, y sabiendo quién era él, le sugirió esgrimir su apellido para conseguir una mejor orquesta y un director con más experiencia.
En principio, a Dàmir le agrado la honestidad del chico, pero decidió que primero escucharía a la orquesta antes de tomar una decisión. Aquella había sido una buena idea, porque si bien eran buenos músicos, Dàmir notó que Ian había estado acertado y ninguno parecía especialmente contento, y la única excepción, era el concertino, aunque luego se enteraría que el motivo para la diferencia, era que Ian y aquel chico, eran pareja.
No obstante, cuando Dàmir se lo dijo, el chico se frotó la frente, algo que Dàmir interpretó de forma errónea al pensar que podía estar en desacuerdo, o que podía parecerle que tendría que hacer muchos arreglos.
Como Dàmir insistiría en saber de qué hablaban, entre ambos le contaron que se trataba de un proyecto que llevaban a cabo en una escuela de música comunal, pero si bien en opinión de ellos, los chicos eran buenos músicos, no todos tenían instrumentos, de modo que, en las pocas presentaciones que hacían en eventos locales, no podían tocar todos, así que se iban turnando. Decirle aquella clase de cosas a Dàmir era siempre un mal asunto, pues automáticamente lo hacían sentir miserable, así que tomó su decisión empeñándose en escuchar a aquella orquesta, y una vez que lo hizo, quedó satisfecho, aunque, a decir verdad, era altamente probable que, aunque no hubiesen sido especialmente buenos, él habría actuado de la misma forma ofreciéndoles el trabajo a ellos.
Los chicos se miraron y pensaron que siendo quien era, con seguridad no tenía idea de cuánto se necesitaba para lo que estaba sugiriendo, y por muy bien que pagase, como había dicho, eso no alcanzaría para dotar a casi veinte músicos de los instrumentos correspondientes. Sin embargo, bien fuese porque llevaba en la sangre aquello de la habilidad para negociar, o simplemente porque precisamente por ser músico, sabía exactamente de cuánto podían estar hablando, o una combinación de ambas, Dàmir insistiría, y lo que no sabían Ian y Mark, que casi sufren un infarto al escuchar la suma, era que en lo único que había mentido con descaro, era justamente en la mencionada suma que había estado dispuesto a pagar en un inicio. El asunto fue que todo quedó acordado a satisfacción de Dàmir, y el único verdadero problema que había tenido que enfrentar, había sido con la empresa organizadora de la boda, pues ellos tenían a su propia gente, y si la pareja de contrayentes quería alguna música especial, ellos solían encargarse, pero Dàmir volvió a ejercer su encanto y esa gente dejó de amenazar con demandarlos por alterar las condiciones del contrato.
Debido a esa experiencia, en esta ocasión, y cuando se le ocurrió colocar una parte sinfónica en su próxima producción, naturalmente en quien primero pensó fue en Ian y su orquesta, pero si bien sabía que Ian no iba a negarse, también sabía que aquello era más complicado de coordinar, pues tanto él como Mark, seguían en la orquesta formal, ya que era de allí de donde procedían sus ingresos, porque lo otro lo hacían literalmente por amor al arte. De modo que, como era raro que Dàmir hiciese las cosas a medias, había estado pensando en cómo resolver el asunto a satisfacción de todas las partes involucradas, y era en realidad, lo que había demorado su conversación con ellos.