Ivar había adquirido la costumbre de visitar Londres muy seguido, algo que no hacía especialmente feliz a Andrija, pues eso significaba tener que aguatarse a la italianita, y estaba convencido que se trataba de un ser maligno creado ex profeso para mortificarlo a él. Lógicamente Andrija sabía, como lo sabía casi todo, que ella en realidad mortificaba a todo el mundo, pero le parecía que, en su caso, ponía mucho más empeño.
Aquel día, Ivar apenas se bajó del avión, sujetó a Milinka y se subieron a toda prisa al coche indicándole al chofer que los llevase directo al edificio
donde estaban ubicadas las oficinas de Nick. Ivar no iba del mejor humor, porque el vuelo había sufrido un retraso por mal tiempo, así que no tendría ocasión de ir a ver a Jesse como hacía habitualmente antes de reunirse con Nick, mientras que Andrija le dio las gracias a quien correspondiese por ahorrarle aquel odioso encuentro, aunque sabía que Ivar igual comería esa noche con la familia. En cuanto llegaron, se despidió de Milinka diciéndole justamente que se verían más tarde. Andrija caminó hacia uno de los coches escolta y después de una rápida revisión, autorizó la partida, pues, aunque aquella no era la esposa de Ivar, era importante para él y su obligación era asegurarse de que tuviese la protección adecuada. Después de eso, le ordenó a otro de los guardaespaldas, hacer una revisión del otro coche que quedaría a disposición de Ivar mientras ellos subían.
Charlie que incordiaba a la pobre Alice, la dejó en paz en cuanto Ivar y Andrija salieron del elevador, y después de los saludos, pasaron al despacho.
Aunque Ivar iba con frecuencia, no necesariamente lo hacía por trabajo, sino que solo pasaba a saludar a los chicos, se tomaba un café con ellos, bromeaba con Lisa haciendo que la chica se pusiese colorada, escuchaba cualquier cosa que Nick quisiese comunicarle y luego, en ocasiones comía con ellos, y en otras se marchaba a la casa de los Zazvic. Pero aquel día sería diferente, pues era una reunión que había solicitado Nick y que, en opinión de Ivar, se parecía mucho a una rendición de cuentas. En principio él no habría tenido por qué encargarse de aquello, y ni siquiera pensaba que hiciese falta, pero suponiendo que fuese así, tenía suficientes contables que habrían podido encargarse, sin embargo, aquellos eran sus chicos y esa sociedad era como un proyecto personal al que le tenía especial cariño, de modo que se preparó a prestar atención.
Jim conectó su portátil y se encendió una pantalla que enseguida se llenó de gráficos, y mientras escuchaba las exposiciones de Nick y de Lisa, Ivar sonrió para sus adentros, porque definitivamente no se había equivocado con aquel joven individuo, porque no solo era muy hábil, sino que además, era sumamente ordenado, y aunque sin duda le estaba yendo no solo bien, sino mejor de lo que él había imaginado, porque de acuerdo a lo que había proyectado, le tomaría alrededor de unos cinco años, que podrían reducirse a tres, siendo muy optimista, para hacerse con un nombre y una sólida cartera de clientes, pero era obvio que lo había subestimado. Sin embargo, sintió cierta tristeza, porque la brillantez de Nick había estado desperdiciándose durante mucho tiempo, pero sacó aquello de su cabeza, porque ahora el chico estaba en el camino correcto y creciendo a una velocidad impresionante, y él se encargaría de que nunca más tuviese nada que ver con el mundo criminal en el que había crecido.
Nick se frotó la frente y pensó que, aunque él personalmente no soportaba a Ioan, no era tan estúpido como para no reconocer que el tipo era un payaso que habitualmente administraba muy bien su simpatía, aunque la misma no lo alcanzase para él y sus chicos, pero escuchando a Ivar, entendía de dónde le venía a Ioan aquella personalidad, pues después de todo, era sobrino de este otro payaso.
Lisa no era del tipo sentimental, algo que habría estado difícil habiendo llevado la vida que había llevado, sin embargo, su mayor y única debilidad en la vida, era Nick, así que invertía hasta el último gramo de esfuerzo por ayudarlo, e independientemente de lo que él necesitase, ella estaba ahí. De manera que, al escuchar a Ivar, y sabiendo lo mucho que se había esforzado Nick, las muchas jornadas interminables, los viajes, e incluso las noches que ella sabía que él dormía poco pegado a su portátil, habían valido la pena, así que unas rebeldes lágrimas se deslizaron por sus mejillas.