Acordes del Corazón (libro 9. ОдЈеци Душе)

Cap. 35 Tristezas y alegrías

 

Giovanni Aliano era un individuo que no difería gran cosa de muchos otros, aun siendo muy joven, a nivel inconsciente, sabía que tenía un problema, porque era normal que le gustasen las chicas, pero conforme fue pasando el tiempo, y mientras sus hermanos o amigos, iban enseriándose y aseguraban que, si bien seguían teniendo ojos en la cara y podían encontrar atractivas a otras chicas, rara vez se enredaban con las mismas, pues amaban y respetaban a sus mujeres, mientras que él simplemente no podía. Él siempre sostuvo que había querido a Antonella, pero no podía dejar de perseguir a otras mujeres. Marco pensaba que en realidad ni siquiera se molestaba en hacerlo, pues las criaturas en cuestión parecían hacer fila para que él les prestase atención, aunque siendo fiel a la verdad, también sabía que no tenían que esforzarse mucho y casi nada para conseguirlo. Sin embargo, en opinión de Marco, Giovanni había perdido su sinvergüenza cabeza por Isabella, pero lo que sucedía era que aquella monstruosa mujer, era la única que no le había prestado la atención que él esperaba y que siempre había obtenido de las demás. Algo bastante difícil sabiendo como sabía Marco, que Isabella Romanelli solo se quería a ella misma.

Aunque Marco estaba muy lejos de tener conocimientos profesionales de la conducta humana, siempre sostendría que se trataba de aquello, es decir, no dudaba que se hubiese enamorado como se enamoraba cada semana, pero el ser rechazado fue lo que convirtió aquello en obsesión más que en amor, y si bien le costó mucho superarlo, y en realidad no estaba muy seguro de lo que hubiese hecho, continuó con su vida del mismo modo.

A pesar de todo lo anterior, Marco era el único que sabía de cierto que las lágrimas de Giovanni cuando murió Antonella, eran reales, y si esas lo eran, estaba más seguro todavía, que las que había derramado al perder a sus hijos, lo eran quizá más.

Giovanni en su empeño por desterrar algo que le hacía tanto daño como los sentimientos, y que, además, consideraba un signo de debilidad, no habló nunca de sus hijos una vez que éstos habían desaparecido de su vida, pero una cosa era que no hablase de ellos y otra que los hubiese olvidado o que no le interesasen, pues las noches en las que estaba en casa, en más ocasiones de las que Marco o el mismo Vinnie podían recordar, lo habían visto mirando las fotografías de los niños. Tampoco habría sido lógico, que cuando se compró la casa en la que ahora vivía, hubiese destinado una habitación, por lo menos para los dos que estaban vivos, colocando en ellas las cosas de los chicos.

En la de Donatello no había mucho que guardar, pues Don siempre fue destructor y los juguetes no le duraban gran cosa, pero los pocos que habían sobrevivido, algunos muy destartalados, estaban allí, así como estaban los posters de varias modelos que, en teoría, era lo único que Don parecía haber cuidado.

En la de Nicola en cambio, sí había muchos juguetes y diversas cosas que habían pertenecido al chico, incluidos algunos libros de cuentos que el niño había llevado a su habitación después que Giuliana se había marchado a la escuela. Nicola siempre había sido en extremo cuidadoso no solo con su apariencia, sino con sus cosas, de manera que aquella habitación, y en opinión de Vinnie, parecía un museo. Aunque Vinnie había tenido una relación más estrecha con sus hermanos que Donatello con los suyos, tenía pocos recuerdos claros del Nico niño, pues él siempre estaba organizando algún desastre, y lo que más claro tenía de Nico, era que le había robado a su hermano. En una ocasión en la que Al había entrado a la habitación de Nico porque la empleada de la limpieza la había dejado abierta, y al chico le dio por curiosear, Vinnie que iba saliendo se detuvo y entró también.

  • ¿No estás como grandecito para querer jugar con esas cosas? – le preguntó en forma maligna a Al, pero él respondió con otra pregunta
  • ¿Es que Nico no jugaba?
  • Seguro que sí
  • Es que todo está tan… bien
  • Bueno, quizá y pensándolo mejor, tal vez no jugaba mucho, porque Liana siempre estaba persiguiéndolo por una cosa o por otra
  • No es eso – escucharon a Marco – Lo que sucede es que Nico cuidaba todo aquello que le pertenecía
  • Yo también cuido mis cosas, pero… – se interrumpió cuando escuchó reír a Vinnie, aunque no lo hacía por lo que había dicho Al, sino por algo que había recordado y pasó a exponerlo
  • En una ocasión, muy extraña, por cierto, Don y yo estábamos jugando…
  • ¿Por qué extraña?
  • Porque la mayor parte del tiempo esos dos estaban peleándose – dijo Marco
  • La cosa es que esa vez no lo estábamos haciendo y solo jugábamos, pero Carlo y Nico también lo estaban haciendo en el patio trasero, así que Don y yo fuimos a fastidiarlos, pero los fastidiados fuimos nosotros, porque yo quise agarrar uno de los carritos mientras que Don lo que hizo fue desbaratar la pista que ellos habían construido…
  • ¿Por qué hicieron eso?
  • Éramos niños, Al
  • Lo eran, pero de la clase que no estaba feliz si no estaba fastidiando a alguien – aportó Marco – Así que Nico tuvo razón
  • ¿Qué hizo?
  • Agarró… creo que era un bat de beisbol, no estoy muy seguro, pero lo supongo, porque Andrea siempre iba dejándolos por ahí tirados. El asunto fue que Nico lo agarró y nos cayó a batazos. Quizá para Don aquello no era muy extraño, porque después de todo, aquel pequeño energúmeno era su hermano y lo conocía, porque salió a escape, mientras que yo, que no me esperaba aquella reacción, me rifé un enorme chichón y el loco aquel me dislocó el codo, pero cuando Marco, que me había llevado al hospital, me llevó de vuelta a casa, mi papá me apaleó por molestar a Nico, mientras que a Nico ni siquiera lo riñeron, y encima, salió Giovanni a comprarle más carritos, aunque al fulano juguete no le había sucedido nada. Así que sí, puedes pelearte con Nico y hasta apalearlo a él, si es que puedes, pero si tocas algo que le pertenezca, eres hombre muerto – había concluido Vinnie




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