Capitulo 3 : La cena de los enemigos

Yuna regresó a casa esa tarde, el peso del ultimátum de su profesor sobre la beca y el recuerdo del encuentro en el ascensor todavía frescos. Su casa, normalmente un refugio de creatividad caótica, estaba ahora bajo el "Operativo Anti-Escándalo" de su madre. El ambiente olía a jabón y disciplina.

Su madre, Min-Ji, estaba en la cocina, probando un banchan con una expresión crítica. Vio a Yuna y al instante dirigió su atención a ella.

"Llegas justo a tiempo. Quiero que te duches, te vistas con algo decente y te aprendas esto", dijo Min-Ji, entregándole una nota escrita a mano en papel de su restaurante.

Yuna tomó el papel, frunciendo el ceño. "¿Qué es esto, mamá? ¿Un guion?"

"Es la cortesía básica para hablar con gente importante", explicó Min-Ji con firmeza. "Quiero que sepas los logros de su padre y que hables con respeto. Sobre ti, solo quiero que menciones la universidad y la beca. Nada de cuadros arruinados y, sobre todo, nada de tus arrebatos de anoche."

Yuna arrugó el papel. "Mamá, no voy a fingir ser un robot formal. Y no voy a fingir que no estoy furiosa con ese 'futuro cirujano' por lo que hizo."

"¡Harás lo que te digo!", Min-Ji elevó la voz, su paciencia agotada. "Esta cena es por negocios y por la reputación familiar. Nuestro restaurante está creciendo, y las conexiones son vitales. No arruines esto por un lienzo que puedes rehacer. Ve a tu habitación. Y sé puntual."

Yuna suspiró, sintiendo que la presión familiar se sumaba a la presión académica. Se dirigió a su habitación, sintiendo el impulso de encerrarse con sus pinceles, pero sabía que no podía. Su padre, Seung-Ho, apareció en el pasillo, su expresión cansada.

"Tu madre solo quiere protegerte a su manera, cariño", susurró Seung-Ho, poniendo una mano tranquilizadora en el hombro de su hija. "Pero no tienes que ser un robot. Sé tú misma... solo un poquito más elegante por esta noche, ¿de acuerdo?"

Yuna asintió, agradecida por la pequeña muestra de apoyo. Se duchó, dejando que el agua caliente se llevara algo de su frustración. Al vestirse con un sencillo vestido que le había regalado su padre (elegante pero no formal), se miró en el espejo. Se puso los lentes. No, no quería ser elegante. Quería ser poderosa.

Antes de salir, se detuvo y abrió su cajón. Sacó un par de pendientes pequeños con forma de nota musical que no usaba desde hacía años. Se los puso. Un pequeño acto de rebelión silenciosa. Si iban a hablar de música, ella les daría una pista de su pasado enterrado, justo bajo el radar de su madre. Una armadura sutil antes de ir a la guerra.

Esa noche, el restaurante de Min-Ji brillaba con un ambiente cálido y sofisticado. Las mesas estaban impecablemente puestas. Yuna, con un vestido sencillo y su ceño aún fruncido, se sentía como un bicho raro en medio de la formalidad. Su hermano, Min-Joon, intentó animarla, pero ella estaba demasiado absorta en su indignación.

"¿Lista para la 'cita a ciegas' familiar?", susurró Min-Joon a Yuna, con una sonrisa pícara. "Dicen que el amor y la guerra son lo mismo".

"Cállate, idiota", le dio un codazo Yuna, intentando no reír a pesar de su mal humor. "Es una guerra, nada más".

La puerta se abrió, y la familia de Jae-Hyun entró. Min-Ji los recibió con su sonrisa más radiante, digna de la dueña de un restaurante exitoso. El Padre de Jae-Hyun era un hombre de negocios, cortés pero serio. La Madrastra (la madre de Min-Ho y So-Hee) era cálida y amigable. Min-Ho, el hermano atlético, entró con una confianza despreocupada, sus ojos escaneando el lugar y deteniéndose un momento en Yuna con una sonrisa. So-Hee, la hermana menor, se escondió un poco detrás de su madrastra, visiblemente incómoda y evitando a toda costa la mirada de Yuna.

Y luego, Jae-Hyun. Vestía un traje oscuro que acentuaba su figura alta, su cabello oscuro impecablemente peinado, sus lentes enmarcando una expresión seria y distante. Sus ojos, profundos y oscuros, apenas hacían contacto visual con nadie. Cruzó la mirada con Yuna solo por un instante; una chispa de desafío o reconocimiento pasó entre ellos antes de que él la desvíse fríamente.

Se sentaron a la mesa. La conversación fluyó entre los adultos, forzada en un principio, pero buscando puntos en común.

"Así que, Jae-Hyun", dijo Min-Ji con su voz dulce pero firme, dirigiendo la conversación. "Tu padre nos comentó que estás estudiando medicina. ¡Qué dedicación! Y también tocas el piano, ¿verdad?"

"Sí, señora. Medicina. Y el piano es... un pasatiempo, un trabajo a tiempo parcial", respondió Jae-Hyun con su habitual voz monótona y formal.

El Padre de Jae-Hyun, orgulloso pero serio, añadió: "Él siempre ha sido muy disciplinado. Desde pequeño ha destacado en todo lo que hace. Ha sido un estudiante ejemplar".

"¡Qué maravilloso!", exclamó Min-Ji. "Yuna también es una artista, aunque con una pasión más... (Miró a Yuna, que se encogió. Pensó en el incidente del cuadro, y su sonrisa flaqueó apenas un segundo antes de recomponerse) ...más vibrante. Ha sido aceptada en la mejor universidad de arte del país".

Jae-Hyun le dio una mirada de soslayo a Yuna, casi imperceptible, pero con una chispa de algo que Yuna interpretó como irritación o desdén. "Ya lo noté".

Min-Ho intervino con una sonrisa encantadora, directamente a Yuna. "¿Arte, eh? Eso suena mucho más interesante que diseccionar ranas. Seguro que tienes un ojo único para la belleza". Guiñó un ojo, un coqueteo leve pero claro.

Yuna lo miró con una expresión de "estoy muy por encima de esto", y contestó secamente: "Tengo un ojo para lo genuino. Y, a veces, para la pintura goteando".

Min-Ho se rió, no se desanimó. "¡Vaya, una chica con carácter! Me gusta. ¿Y qué tipo de arte haces? ¿Abstracto? ¿Retratos?"

Yuna, ignorándolo casi por completo, se dirigió a su madre para cambiar de tema. "Mamá, ¿me pasas el kimchi, por favor?"

Min-Joon, aprovechando para molestarla y mostrar sus "talentos" a los vecinos, dijo: "¡Ah, pero Yuna no solo pinta! ¡También canta! ¡Y no solo ganó un concurso, ganó varios concursos cuando era adolescente! ¡Era la 'pequeña diva' del barrio!"