(Perspectiva de Yuna)
La cena terminó con una mezcla incómoda de formalidad y hostilidad apenas velada. La familia de Jae-Hyun se despidió primero en la puerta del restaurante. Yuna y su hermano, Min-Joon, caminaban de vuelta a casa en silencio, el ambiente aún cargado con el resentimiento que había dejado el enfrentamiento verbal en la mesa.
"Vaya, esa fue... intensa", comentó Min-Joon, rompiendo el silencio al llegar a su piso. "El Doctor Arrogante es un experto en pinchar tus nervios. ¿'El arte requiere disciplina'?" Min-Joon puso los ojos en blanco.
"Solo ignóralo, Yuna", dijo la voz firme de su madre, Min-Ji, que venía detrás con su padre. "Mañana hablaremos de la cena y de cómo manejar la situación con ese chico. No quiero más escándalos".
"No fue un escándalo, mamá, fue una declaración de guerra", murmuró Yuna.
Min-Joon se deslizó hacia la puerta de su apartamento para entrar, pero Yuna se detuvo de golpe. Había una silueta inmóvil junto a la puerta del apartamento de Jae-Hyun. Era él. Estaba de pie, su figura alta proyectando una sombra tensa bajo la luz tenue del pasillo, y en su mano, sostenía algo familiar: el lienzo arruinado.
Yuna sintió un nudo en el estómago. "¿Qué crees que estás haciendo?", espetó Yuna, sintiendo cómo la furia que había intentado reprimir en la cena regresaba con fuerza.
Jae-Hyun levantó la cabeza. Sus lentes brillaron, y su expresión era la misma de la cena: fría, distante. Se acercó a ella, ofreciéndole el lienzo empapado con los colores corridos.
"No deberías dejar tu basura en el pasillo", dijo, su voz monótona y desprovista de emoción.
Yuna le arrebató el lienzo, sosteniéndolo con rabia. "¿Basura? ¡Es lo que tú hiciste, arrogante! ¿Y vienes a dármelo ahora como si fuera un acto de perdón?"
Jae-Hyun la miró con una intensidad que la hizo temblar, aunque no lo demostró.
"No es perdón, Yuna", replicó, usando su nombre por primera vez con una gravedad inusual. "Es un recordatorio de lo que necesitas rehacer. Tu madre mencionó una beca. El tiempo corre. Perdiste un trabajo, no tu talento."
Yuna se quedó sin palabras por la aparente doble cara. ¿Comprensión envuelta en crueldad? "¿Y qué te importa a ti? ¿Tanto te molesta la idea de que una artista pierda su futuro? ¿O solo te molesta el 'drama'?"
Jae-Hyun ignoró la última parte y se inclinó ligeramente hacia ella, disminuyendo la distancia. "No me molesta el drama. Me molesta el desperdicio." Hizo una pausa dramática, sus ojos fijos en ella. "Escuché tu voz una vez. Hace años. En el festival local del distrito. No hay color que pueda compararse con esa música."
Yuna sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Sus ojos se abrieron de shock. Era su secreto más guardado, un recuerdo doloroso que había sellado. El pequeño acto de rebelión de llevar los pendientes con forma de nota musical había sido descubierto.
"¿Qué estás... diciendo?", susurró, su voz apenas audible, temiendo que sus padres o su hermano, que ya habían entrado, pudieran escuchar.
Jae-Hyun no respondió a la pregunta. Miró brevemente el lienzo en las manos de Yuna. "El color... es solo técnica. La voz... es tu alma. No lo entierres por la rabia. Haz el cuadro de nuevo."
Dio un paso atrás, creando una distancia inmediata. Sin mirar atrás, entró en su apartamento. El sonido metálico del cerrojo resonó en el pasillo.
Yuna se quedó sola, sosteniendo el lienzo arruinado. No solo la había humillado, sino que la había desafiado... y revelado que la conocía en una forma que ella no se atrevía a reconocer.
Yuna finalmente entró en su apartamento, dejando el lienzo en la esquina y tropezando hacia su habitación. Cogió su teléfono y marcó a Aera.
Aera contestó al instante. "¡Yuna! ¿Sobreviviste a la cena? ¿Te ha puesto el Doctor Arrogante un estetoscopio en la frente?"
Yuna se dejó caer en la cama. "Peor. Me ha dicho que me escuchó cantar. En el festival de hace años."
Hubo un silencio al otro lado de la línea. "¡¿QUÉ?! ¿Cómo es posible? Nadie sabe de eso. ¿Lo recuerdas de ahí?"
"No, Aera. Es la parte que me destroza. Él me conocía... o al menos conocía esa parte de mí, antes de esto. Y lo usó como arma. Dijo que mi voz es mi alma y que no la desperdicie por rabia. ¡El arrogante me está dando consejos existenciales sobre mi arte!"
Aera suspiró. "Bueno, la parte de que tu voz es tu alma es verdad... y él lo sabe. Lo que significa que quizás no sea tan insensible como parece. Solo es un idiota en la superficie".
"No me importa. Es un enemigo. Y si quiere que haga el cuadro de nuevo, lo haré. Pero no por su condescendencia, sino para restregarle mi beca en su cara", dijo Yuna, con un nuevo fuego en sus ojos. Se sentó de golpe, la tristeza reemplazada por una determinación feroz.
"¿Y cómo harás eso?", preguntó Aera.
"Necesito una idea. Algo que me haga ganar. Algo que me fuerce a salir de mi zona de confort, algo tan personal y real que rompa con la técnica que el profesor Kim espera. Y lo haré... en tiempo récord."
Yuna miró el lienzo arruinado. Su obra antigua había sido demasiado cerebral. El nuevo lienzo tenía que ser visceral.
"Necesito tu ayuda. Y la de Hae-Won. Necesito inspiración. Y necesito un estudio temporal donde nadie me moleste... y donde un futuro neurocirujano no pueda inundarme el trabajo."
Al día siguiente, Yuna se reunió con Aera y Hae-Won en la cafetería de la universidad, evitando la zona de arte.
Hae-Won, siempre práctica, sacó su teléfono. "Escucha, si necesitas espacio, sé de un sitio. Mi tío es dueño de un antiguo estudio de fotografía que usaba en el centro. Está en el último piso. Tiene grandes ventanas y está vacío. No hay vecinos arriba. Es un lugar perfecto para que te 'tortures' creativamente. Y lo más importante, está lejos de tu enemigo".
Los ojos de Yuna brillaron. Era la solución perfecta. Lejos del chismorreo, lejos de su madre, lejos de ese hombre.