Acordes y pinceladas.

Capitulo 5 : El lienzo y el silencio

Era sábado. Yuna se despertó con una nueva, aunque ansiosa, determinación. Su furia se había transformado en un impulso frío y calculador. Sabía que no podía ir al estudio secreto con materiales incompletos. Necesitaba lienzos nuevos, pigmentos de alta calidad y herramientas que hicieran su nuevo proyecto más visceral. El recuerdo del encuentro tenso en el pasillo con Jae-Hyun, y la revelación de que él conocía su pasado como cantante, ardía en su mente.

Le dijo a sus padres que iría a la biblioteca de la universidad a investigar para su proyecto, pero en realidad se dirigía a ArtSeoul, su tienda de arte favorita en el centro de la ciudad. El trayecto hasta allí era largo, pero prefería la distancia al riesgo de otro encuentro incómodo en su propio edificio.

El viaje fue tranquilo, y al bajar del autobús, Yuna sintió un pequeño alivio. El aire de Seúl era fresco, la gente en las calles, anónima. Se recordó a sí misma que estaba en una misión: redefinir su arte y, de paso, demostrarle a ese arrogante que ella no era ningún "desperdicio".

Yuna entró en el edificio que albergaba ArtSeoul. Abrió la puerta, y el familiar aroma a trementina, óleo y tela nueva la envolvió, un bálsamo para su alma artística.

Parado junto al estante de lienzos de gran formato, con su figura alta destacando entre los clientes habituales de la tienda, estaba Jae-Hyun.

Vestía ropa casual de fin de semana, algo inusual en él: unos jeans oscuros y un suéter gris que lo hacía ver menos formal y un poco más... ¿accesible? Pero su pose seguía siendo imponente. Sostenía un rollo de lienzo blanco en una mano y consultaba algo en su teléfono con la otra, con esa misma expresión de intensa concentración que Yuna ya asociaba con su juicio severo.

¿Qué diablos está haciendo aquí? ¿No debería estar disecando ranas, memorizando nombres de huesos o tocando su estúpido piano?, pensó Yuna, sintiendo una mezcla inmediata de nerviosismo y profundo fastidio. Su paraíso artístico había sido invadido.

Ella intentó pasar desapercibida, esquivando los estantes, pero era imposible. En cuanto se acercó al mostrador, la dueña, la señora Park, una mujer amable que la conocía desde hace años, la saludó con efusividad.

"¡Yuna! ¡Qué alegría verte! ¿Vienes por el nuevo juego de acrílicos? ¡Llegaron esta mañana y sé que te encantarán!"

"Hola, señora Park", respondió Yuna, forzando una sonrisa. Podía sentir la mirada de Jae-Hyun sobre ella, aunque él no se movía. Se acercó al estante de pigmentos, fingiendo un interés absoluto en un juego de acuarelas, como si su vida dependiera de elegir el tono correcto de azul.

Finalmente, su curiosidad, y su inquebrantable orgullo, vencieron a su cautela. Con un suspiro exasperado, se dirigió hacia la sección de lienzos, colocándose deliberadamente a su lado.

"Vaya, qué sorpresa", dijo Yuna, con un tono más cortante de lo que pretendía, casi un ladrido. "¿No sabía que el 'arte' te interesaba. O que dejabas la medicina para venir a una tienda de suministros. Creí que solo los genios torturados de la pintura venían aquí."

Jae-Hyun bajó el teléfono lentamente y giró su cabeza hacia ella. Sus ojos oscuros se fijaron en los de Yuna, fríos pero analíticos, como si estuviera observando una muestra de laboratorio.

"No me interesa el arte como 'pasatiempo'", replicó Jae-Hyun, su voz baja y uniforme, carente de la emoción que Yuna esperaba. Sostuvo el rollo de lienzo en alto. "Estaba pensando en comprarte esto. Como una compensación justa por el lienzo que arruiné."

Yuna se quedó helada. ¿Una compensación? ¿De verdad cree que puede pagar mi beca, el futuro de mi carrera, con un lienzo nuevo? ¿Qué tan insensible puede ser?

"No necesito tus migajas, gracias", escupió Yuna, sintiéndose profundamente ofendida por la simplicidad de su gesto. "Mi obra era irreemplazable, y créeme, esta no es tu forma de compensar. Podrías haberme preguntado si quería algo antes de venir a mi tienda favorita a actuar como un 'buen samaritano' arrogante. ¡No te necesito para nada!"

Jae-Hyun la miró, un ligero matiz de molestia cruzando brevemente su rostro, como una nube pasajera. Puso el rollo de lienzo de nuevo en el estante con un sonido sordo. Luego, dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que Yuna apenas pudo respirar. La cercanía era abrumadora, el aroma limpio y ligeramente especiado de su piel y su ropa invadiendo sus sentidos.

"Entonces, ¿cómo quieres que compense el 'trabajo de tu vida' que destruí?", dijo Jae-Hyun, su voz apenas un susurro, pero llena de una intensidad que hizo que la piel de Yuna se erizara. Su rostro se tiñó de un rojo intenso, una ola de nerviosismo incontrolable recorriéndola desde la punta de los dedos hasta el cuero cabelludo. Su corazón comenzó a latir como un tambor frenético contra sus costillas. "con dinero "O quizás, con algo de disciplina en tu proceso creativo."

Yuna sintió el calor en sus mejillas, una punzada de algo que no era solo rabia. Su mente estaba en cortocircuito. ¡Dios mío, qué me pasa! Mi corazón está latiendo muy fuerte, ¿estoy sufriendo del corazón? ¿O es una indigestión por el estrés de la beca? Ella buscaba cualquier explicación lógica que no fuera... él.

"¡Solo no me hables!", espetó, su voz apenas un hilo, girándose bruscamente para darle la espalda y escapar de su abrumadora cercanía. ¡No pienses en ello! ¡No pienses en ello!

Jae-Hyun dejó escapar una risa silenciosa, apenas perceptible, que Yuna sintió más que escuchó. "Me parece un plan. Espero verlo. La disciplina es el precio del talento, Yuna."

Ella no se atrevió a girarse. Solo lo escuchó dar un par de pasos. Se dio la vuelta y se dirigió a la caja, comprando solo el pequeño rollo de lienzo que había dejado de lado. Yuna lo observó, confundida por su comportamiento y avergonzada por su propia reacción física. El "enemigo" había logrado descolocarla de una forma completamente nueva.




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