Yuna apretó la taza de café caliente en sus manos, sintiendo el calor, pero sin atreverse a tomar un sorbo. La presencia de Jae-Hyun había encendido todos sus nervios.
"¿Qué quieres, Jae-Hyun?", espetó, dejando de lado la negación momentánea. "Este no es tu laboratorio. ¡Sal de mi 'espacio de trabajo'!"
Jae-Hyun no se movió. Siguió mirando el lienzo, el silencio llenándose de la tensión de un cable a punto de romperse.
"Tensión innecesaria, Yuna," replicó con su voz suave y uniforme, lo que solo la irritó más. "Vine a ver el resultado de mi... disciplina." Se acercó aún más a la pintura, su figura alta proyectando una sombra sobre la obra. "El caos tiene estructura. Lo admito. Pero tu melodía no está aquí. Hay dolor y hay furia, pero no hay resolución. Es un grito sin notas."
Yuna sintió que la sangre le hervía. "¿Y tú qué sabes de resolución? ¡Tú solo sabes de reglas, de perfección y de cirugía! Destruiste una beca con un balde de agua y ahora vienes a darme lecciones de arte y alma, ¡mientras tocas jazz de medianoche para liberar tu propia rigidez!" Lo había dicho. Ella sabía que él tocaba.
Los ojos de Jae-Hyun se encontraron con los suyos. Por primera vez, vio algo más que frialdad; un relámpago de asombro y quizás, incomodidad.
"El piano es un pasatiempo", dijo Jae-Hyun, defendiéndose con su habitual tono inexpresivo.
"¡No mientas!", atacó Yuna, dando un paso impulsivo hacia él. Estaba demasiado cerca, pero ya no le importaba. "Esa música no es un pasatiempo. ¡Es un arte con disciplina! Como mi canto lo era. La diferencia es que yo sí me atreví a vivir con pasión, incluso si fracasé. Tú solo te escondes detrás de la medicina y un piano de cola. Eres tan miedoso como me dijiste que yo era."
El golpe fue certero. Jae-Hyun tardó un instante en responder, su mandíbula tensa. "El miedo, Yuna, es lo que te mantiene viva. La disciplina, lo que te mantiene relevante. Si quieres la beca, tu arte debe ser relevante."
La confrontación se convirtió en un extraño debate. Jae-Hyun no se fue. En su lugar, tomó un taburete y se quedó observando, ocasionalmente lanzando una crítica precisa sobre la composición, o un comentario inesperadamente perspicaz sobre el uso del espacio. Yuna, a pesar de su orgullo herido, se encontró tomándose el café que él había traído y, peor aún, considerando sus palabras.
"El blanco que usas para el silencio... debe ser más pesado. El silencio es una nota completa en la partitura. No puede ser etéreo", comentó Jae-Hyun, sin dejar de mirar.
"No es una partitura, es un lienzo", refunfuñó Yuna, pero tomó el pincel y, mezclando el blanco con una pizca de ocre, le dio una densidad inesperada al espacio. Funcionó. El vacío ahora se sentía como una presencia palpable.
"Traidoras", murmuró Yuna para sí misma, pensando en sus amigas.
Jae-Hyun la escuchó. "No son traidoras. Son pragmáticas. Saben que estás al límite, y que yo soy el único lo suficientemente 'arrogante' para obligarte a terminar."
Yuna gruñó. "Eres insufrible."
"Y tú estás a punto de colapsar," contratacó él.
La noche continuó, llena de diálogos cortantes y el roce accidental de manos cuando Jae-Hyun le pasó una botella de agua sin darse cuenta. La tensión era alta, pero ya no era solo hostilidad; era una energía compartida. El ultimátum del profesor Kim pendía sobre ellos, y, de alguna manera, se habían convertido en un equipo forzoso.
Finalmente, Yuna se desplomó contra la pared. "Ya no puedo más. Mi cabeza... necesito dos horas, solo dos."
Jae-Hyun miró su reloj, que marcaba las 4:00 AM. La fecha límite se acercaba. Miró a Yuna, exhausta y manchada de gloria. Su rostro ya no estaba marcado por la rabia, sino por el esfuerzo. Se parecía inquietantemente a la imagen borrosa de su madre cuando terminaba una obra en su juventud.
"Bien," suspiró Jae-Hyun, con una rendición inesperada. "Dos horas. Duerme en el sofá."
Yuna se arrastró hasta el viejo sofá polvoriento que había en la esquina y se desplomó. El cansancio la golpeó con la fuerza de un camión. Apenas sintió que Jae-Hyun se acercaba con una manta vieja de utilería.
Jae-Hyun también estaba exhausto. Había pasado todo el día estudiando y luego lidiando con esta artista temperamental. Se sentó en el extremo opuesto del sofá, planeando despertarse a las 6:00 AM para ir a casa, cambiarse e ir al hospital. Cerró los ojos "solo por un minuto".
El sol de la mañana se filtraba con una luz brillante a través de los ventanales cuando el ruido los despertó.
"¡Yuna! ¡Trajimos café y los formularios! ¡Vamos a pasar!", gritó Aera desde el pasillo.
Yuna apenas abrió los ojos, aturdida. Sintió un peso sobre su hombro y una respiración profunda y constante cerca de su cuello. Confundida, se dio cuenta de que no estaba sola. Estaba acurrucada, la manta compartida.
Estaba abrazando a Jae-Hyun. Su cabeza estaba apoyada en su pecho, y él tenía un brazo protectormente colocado alrededor de su hombro. Su corazón dio un vuelco aterrador.
La puerta se abrió de golpe. Hae-Won y Aera entraron, se detuvieron en seco, procesaron la imagen, y lanzaron un grito al unísono, agudo y de sorpresa absoluta.
"¡AHHHH!"
El grito de las amigas fue el detonante. Yuna se incorporó de golpe, dándose cuenta de la situación, y lanzó un grito aún más fuerte, empujando a Jae-Hyun del sofá.
"¡Jae-Hyun! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué estamos haciendo?!" gritó Yuna, el rostro ardiendo en llamas mientras las risas incontrolables de sus amigas se mezclaban con el aturdido y furioso gruñido de Jae-Hyun, que había caído al suelo.