Ecos de media noche
Antes de terminar la conversación, el visitante tomó sus cosas denotando su intención de partir. La madre de Will había dejado clara su decisión y no tenía sentido seguir insistiendo.
Repentinamente el extraño sujeto clavó su mirada en la puerta tras la que el muchacho se ocultaba. William trató de disimular su presencia rápidamente, un corrientazo recorrió su espalda paralizándolo, podía sentir la mirada de aquel hombre atravesándolo. Sabía que estaba ahí.
El chico, sintió como toda la fuerza se escapaban de su cuerpo. Se apoyó sobre la pared un momento y se deslizó lentamente hasta quedar hecho un ovillo en el piso. Su respiración se volvió profunda, trataba de recuperarse. Apenas tuvo la energía para moverse, subió a su habitación y cerró la puerta.
Ya en su cuarto, solo se dejó caer sobre su cama con los ojos cerrados tratando de escapar de aquella sensación. La cabeza le daba vueltas y el corazón golpeaba su pecho a mil por hora.
Sabía que la conversación continuó en el piso de bajo durante un par de horas, pero él ya no era capaz de escucharlos.
Después de un tiempo escucho un pequeño golpeteo en su puerta.
– ¿William?
Era su madre. El chico se incorporó lentamente, pero no respondió. En ese momento, no sabía muy bien que sentir, estaba confundido y cansado de todo.
Miró por la ventana de su cuarto justo antes de que los últimos rayos de luz se perdieran. Rápidamente el cielo tomó su oscuro color, pero las nubes ocultaban la luna y las estrellas.
Al bajar la mirada, ya no vio el lujoso auto de aquel extraño visitante. “Seguramente ya se marchó” Pensó el muchacho.
¿Quién rayos era ese hombre? Parecía ser un conocido de sus padres, obviamente sabía mucho sobre su familia… tal vez, más de lo que él mismo lograba entender.
– Will, hijo mío – Dio otro par de golpecitos a la puerta y trató de girar la perilla, pero la puerta estaba cerrada – Tenemos que hablar.
Su madre yacía al otro lado de la puerta con aire de resignación. Sollozaba como alguien que ya hace mucho había perdido todo lo que le importaba. Como a cualquier hijo, esto le partía el corazón. Pero William no quería salir, verla a los ojos no era algo que podía hacer en este momento. Así que solo se mantuvo en silencio. Necesitaba respuestas, pero no sentía que pudiese confiar en lo que sea que quisiese decirle su madre.
La mujer se quedó un par de segundos, después de un rato esperando, y al no recibir respuesta, el sonido de sus botas alejándose indicaba lo obvio, se marchó.
El ambiente se tornó frio en cuestión de segundos y un profundo silencio invadió el lugar.
Volvió a fijar su mirada en el cielo. Soltó un extenso suspiro y su aliento empañó el cristal. Antes de que el vaho desapareciera, volvió a exhalar con fuerza y colocó la palma para tratar de dejar su huella. Durante al menos unos segundos, unos extraños símbolos brillaron sobre la ventana.
El viento arremetió violentamente contra las paredes de la casa rompiendo el silencio. Un par de gotas de lluvia se estrellan contra algún cristal, luego otra, y otra más. Estas fueron aumentando progresivamente hasta que la lluvia lo cubrió todo.
Un relámpago alumbró el cielo y, durante la fugacidad del mismo, vio algo escondido entre las sombras. La demoniaca figura se encontraba parada entre los árboles, a unos cuantos metros de su hogar.
Esperó atento tratando de visualizar algo más en medio de la oscuridad. Pero esta era tan densa que imposibilitaba todos sus esfuerzos.
– ¡Mamá! – La llamó repetidamente. Su angustia crecía a medida que las sombras avanzaban.
Ni los fuertes vientos, ni la intensa lluvia daban tregua. Otro rayo iluminó el bosque que rodeaba la propiedad. Esta vez cayó más cerca de allí. Los árboles proyectaban sombras antropomórficas y sus ramas luchaban por llegar al muchacho.
Las luces de la casa centelleaban. Un golpeteo lento y constante hacía resonar todo el lugar. Aquel atronador sonido parecía venir de todas partes. Al unísono, las sombras se alargaban cada vez más y, con un paso firme, se acercaban acechándolo.
Bajó la vista buscando nuevamente la extraña figura y la encontró. Era como una aparición, su sola presencia potenciaba la oscuridad en el lugar. Su cuerpo se sacudía agresivamente y sin control, como si tuviese un tic nervioso. Aquella criatura se inclinó hacia la derecha y ladeó la cabeza como si tratase de analizar al muchacho. Podía sentir su gélida mirada sobre él.
El miedo inundaba el cuerpo de aquel chico hasta hacerlo temblar.
Un tercer rayo cayó, y en ese momento, todo cesó. El mundo se quedó en silencio; ni las ramas crujían, ni el viento rugía, incluso parecía que la lluvia se había detenido.
Por al menos un segundo, el tiempo se congeló. Una inquietante calma cobijaba el momento. Algo que solo podía preceder algo peor. Las nubes comenzaron a disiparse y la luz de la luna llena comenzó a cubrir el bosque como un manto blanco.
Las sombras comenzaban a levantarse del suelo y se deformaban para tomar un aspecto monstruoso.
Aquellas extrañas figuras rodeaban la casa como animales acorralando a su presa. Su aspecto era casi humano, pero enteramente hechos de la más profunda oscuridad.
– Ya es demasiado tarde – Exclamó la voz – Es esto de lo que quería hablarte.
William extrañado se puso de pie, aunque ya sabía de quien se trataba. Regresó la mirada hacia la criatura que aguardaba a pocos centímetros de él. La luminosa figura cruzó los dedos con fuerza y lentamente extendió las manos frente a ella, como si sostuviese algo pesado.
Mientras tanto, las monstruosas sombras se habían quedado quietas. Parecían estar petrificadas, pero sin quitar la mirada del chico.
Toda su expresión cambió de repente. Levantaron sus puños en el aire y arremetieron al unisonó. Estos golpes impactaron fuertemente sobre una especie de pared invisible.
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Editado: 24.11.2020