Across - the mirror

Capítulo Seis

LOS ELEGIDOS

 

Sobre aquel umbrío lugar se cernía una gélida bruma. La cálida luz que emanaban las antorchas, alargaba todas las sombras a su alrededor. Mientras más las miraban, más tétricas se ponían aquellas oscuras máscaras de hueso.

Aquellos seres encapuchados caminaron hasta quedar en el centro, rodeados por todos los aspirantes. Cuatro de ellos expusieron su mano derecha y, con un extraño movimiento, manifestaron un haz de luz que se cristalizó sobre su mano en forma de una gran esfera brillante.

El hombre restante, el que estaba parado justo en el centro, dio un paso adelante y se retiró la capucha dejando ver su largo cabello plateado.

– El monstruo más grande, frio y feroz… es su propio miedo – No dejaba ver sus ojos, pero todos podían sentir su penetrante mirada paseándose de uno en uno – Muchos son llamados, pero pocos elegidos. Deben ser los más fuertes, si quieren vencer. Así que, su prueba será enfrentar a sus propios demonios.

Elevaron las esferas de luz frente a todos. Estas se deshicieron en una especie de escarcha dejando salir la luz de su interior en un brillo fugaz que rápidamente detonó generando una explosión. La onda expansiva extinguió el fuego de las antorchas e inevitablemente su fuerza tumbó a todos los aspirantes dejándolos bastante cerca del borde.

La gigantesca y sombría ola consumió todo a su paso. Por una milésima de segundo, William pudo ver como todo el mundo a su alrededor desaparecía bajo aquel mar de tinieblas. La oscuridad lo envolvía como arenas movedizas que poco a poco lo engullían. Trataba de liberarse. La desesperación se veía en sus ojos y en cada uno de sus torpes movimientos. Pero, mientras más luchaba, más se sumía.

“De acuerdo” Pensó resignado. Estaba solo y no había salida. Más de la mitad de su cuerpo estaba sumergido en aquella viscosa oscuridad y no había nada que pudiese hacer.

Una helada sensación invadió sus pies y subió por sus piernas hasta su pecho. El frio lo atravesaba como mil cuchillas que cortaban todo su cuerpo. A pesar de que, estar solo en medio de aquel gélido e inhóspito lugar le aterraba, intentaba mantener la calma.

Su mente no dejaba de buscar una solución. Aun cuando cualquier esfuerzo parecía ser inútil.

Cuando por fin se dio por vencido y se dejó llevar, cientos de oscuras manos salieron de la nada sujetándolo y hundiéndolo hasta lo más profundo.

Después de un momento flotando en la inmensidad de la nada, los ojos grises del muchacho se iluminaron por un segundo y la negra bruma lentamente comenzó a disiparse dejando ver una ciudad completamente destruida.

Podía sentir como la tierra temblaba bajo sus pies. Algo se aproximaba.

A varios metros de Will, una malévola criatura se acercaba a una sorpréndete velocidad. Parecía ser tan rápido, que los ojos del muchacho solo veían como se materializaba y desvanecía como una alucinación. Su aspecto perfectamente sombrío solo podía presagiar calamidades y, en su demoniaco rostro, sus ojos de color verde esmeralda, resaltaban en medio de su negrura.

Una y otra vez, la bestia aparecía y desaparecía velozmente, en cada ocasión se aproximaba más al muchacho. A su paso solo dejaba un rastro de una verde humareda.

A pesar de la larga distancia que aun mantenían, aquella criatura le causaba un gran terror. Es como si el hecho de tenerlo cerca nublara su mente y entorpeciera su cuerpo.

Miraba a su alrededor sin saber a dónde ir. Incesante, trataba de escapar; pero aquel demonio surgía de la nada, levantando sus filosas garras contra él. Rápidamente procuraba esquivar todos los ataques que podía, sin embargo, era imposible salir ileso.

Las largas uñas lograron alcanzar una de las piernas del muchacho y, ante el dolor, este cayó. La gigantesca bestia aprovechó para provocarle varias cortadas, rasguños y raspones. Se posicionó sobre él tratando de suprimir sus brazos. Estaba tan cerca que por fin podía verlo.

El cuerpo de Will se paralizó al observar aquel titánico ser. Medía alrededor de tres metros o más. Abrió su tenebrosa boca mostrando varias hileras de filosos dientes y de ella brotó un sonido casi humano – Ríndete. Sucumbe ante tus miedos – Su vista estaba clavada directamente en el muchacho, sus miradas se cruzaban y podía sentir la oscuridad penetrando su corazón. El chico, sin poder resistir más, desvió nervioso la mirada.

William se las arregló para hincar sus pies en el torso de la criatura. Tomó algo de impulso usando su cuerpo como un resorte para tratar de liberarse y se arrastró con ayuda de sus manos hasta conseguir alejarse lo suficiente para ponerse de pie. 

Volvió a salir corriendo, aunque, con todo su cuerpo lastimado, el seguir huyendo se volvía cada vez más complicado. Tarde o temprano sus fuerzas se agotarían y, sin tener a donde huir, aquella persecución solo podría terminar de una forma, su muerte.

Aunque el dolor lo limitaba, no podía dejar de correr. No tenía ningún arma que pudiese usar para defenderse y esta vez no había nada ni nadie que pudiese ayudarlo. Solo tenía esa opción.

William se detuvo un momento obligado por el dolor. Su instinto de supervivencia claramente le gritaba un millón de veces que siguiera moviéndose.

El monstruo detuvo su marcha a pocos metros de él, sus ojos notablemente ansiaban sangre. Manifestó una macabra sonrisa como si le diera gusto que su presa hulla en medio de aquella casería.

Por un momento, el muchacho pudo oír los quejidos de cientos de personas. Sus lamentos lo rondaban como almas en pena que divagaban en el infierno. Trataba de concentrarse, fijó su mirada en el sombrío ser que tenía delante. Intentó ponerse de pie, pero sus temblorosas piernas que, apenas podía sentir, cedieron bajo el peso de su propio cuerpo.

Una conocida voz errante llegó a él. – Siempre hay otra opción. Lucha, eres más fuerte de lo que crees.




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