AHOGADO
Al cabo de un momento llegaron a la habitación. William había hecho un esfuerzo casi sobre humano para mantenerse en pie durante todo el día. A pesar de que no se veía mal, él sabía muy bien que necesitaba un baño. Así que, apenas tuvo la oportunidad, entró a la ducha. Su cuerpo temblaba de agotamiento bajo el chorro de agua caliente. Sus músculos se relajaban poco a poco. Sentía las gotas de agua recorriendo su cuerpo. Deslizó lentamente la mano por su torso y notó que, el dolor de su herida fantasma había desaparecido. Tenía en la mente muchas cosas, su vida se volvía cada vez más rara. Pero, sobre todo, quería mantener la esperanza de que este año sería diferente y lo podría aprovechar al máximo. Sería el último, pero sería el mejor.
Salió de la ducha con una expresión de satisfacción en su rostro. Estaba rodeado de vapor. Tomo una toalla y la envolvió alrededor de su cintura. Se plantó frente al espejo y con su mano limpió todo el vapor se la superficie. Se miró algo extrañado, se frotó el cabello para sacudirse el exceso de agua y sonrió.
Las luces tintinearon un par de segundos hasta que la luz se apagó por completo. Su reflejo se tornó oscuro y rápidamente se volvió a empañar. Tomó su teléfono celular, encendió la linterna y apuntó hacia el cristal. Una a una, se iban marcando unas pequeñas huellas en la superficie del espejo, era como si un pequeño animal caminara sobre el. William pasó su mano para limpiar el rastro y una figura apareció atrás de él. Giró instintivamente. No podía creer lo que había visto. Pero detrás de él no había nadie. Miro al espejo nuevamente, pero tampoco había nada ahí. Sus manos temblaban y, por accidente, dejó caer su celular. Estaba solo ahí, en medio de la oscuridad del cuarto de baño. La tenue luz que emitía el celular era lo único que evitaba que la oscuridad lo engullese nuevamente.
Se agachó para recogerlo y sintió como algo pasó rápidamente rosando su tobillo. No podía aguantar más. Se armó de valor, levantó su teléfono del suelo y abrió la puerta. De repente, la luz se encendió; como si nunca se hubiese apagado. Salió del cuarto de baño con la mirada perdida y una expresión de pánico pintada en su rostro.
Royer estaba sentado en su cama. Tenía la vista fija en la puerta, como si estuviese esperando su turno para entrar. Al ver como el rostro de William palidecía, inevitablemente bajó de un salto preocupado.
– ¿Estas bien? – Dijo de inmediato.
Will dio un breve vistazo al espejo y luego regresó la vista a Roy. No dijo nada, pero respondió asintiendo con la cabeza.
– ¿Seguro?
– Si, solo estoy algo cansado.
Tal vez era un efecto secundario por la falta de sueño o por haber visto un Dream Reaper.
Roy aun lo observaba extrañado, como si no le creyese. Pero William solo pasó de él y se sentó en su cama. No trataba de convencerlo, sino de convencerse a sí mismo.
Su otro compañero también mantenía su mirada clavada en él. En cuanto Royer entró al cuarto de baño y cerró la puerta, André estiró el brazo ofreciéndole una taza de café. El muchacho lo miró un momento, quiso rechazarla cortésmente, pero después de pensárselo mejor, la aceptó. La necesitaría si realmente planeaba continuar despierto. Tomó la taza y la acercó lentamente a sus labios para beber de ella. Estaba muy caliente.
– ¿Estas bien? – Esta vez la pregunta vino de André. Antes de que Will siquiera pensase en responder, André continuó – Has estado actuando muy extraño desde… la prueba de anoche – Él no era precisamente la persona con la que William quería hablar, pero tal vez, era el único que podría entender lo que le estaba pasando. Después de todo, André parecía saber más sobre todo lo que estaba pasando – ¿Es por la carta? – Dijo al tiempo que sacaba un sobre medio abierto del interior de su mochila.
En ese momento, todo lo demás paso a segundo plano; los sueños extraños, los enmascarados misteriosos, las visiones. Nada importaba en ese momento. Nada más que aquella carta.
– ¿Es… mía? – estiró su mano tratando de tomar el sobre, pero André lo retiró rápidamente de su alcance.
– Esta no, pero vi una carta sobre tu cama esta mañana. Creí que ya sabías quien era tu tutor.
Will negó con la cabeza.
Esa mañana, había salido demasiado rápido y aún estaba algo adormilado. No había visto la carta.
Inmediatamente, dejó su café a un lado y comenzó a buscarla por todos lados; miró detrás de él, debajo de la cama, levantó sus almohadas y sus cobijas. Pero no la encontraba por ninguna parte. Luego de un rato, se dio por vencido. Soltó un gran suspiro como denote de su frustración y se dejó caer sobre su cama.
– Ya aparecerá…
– Si… Tal vez.
Tomó nuevamente la tasa de café. Dio un gran sorbo y lo mantuvo en su boca un momento antes de tragarlo. Aun estaba tibio. Levantó la mirada hacia su compañero, y con la taza aun rosando sus labios, le dijo.
– Desde hace un par de noches he estado escuchando, viendo e incluso sintiendo cosas que no puedo explicar. Cosas que no puedo ver, o que, seguramente no están ahí. Toda mi vida me han dicho que los monstruos no existen, que son producto de mi imaginación, que todo tiene una explicación lógica. Y ahora me entero que todo lo que me han dicho es una mentira.
Sus ojos comenzaron a divagar. Sabía muy bien cómo se escuchaba todo eso. Cualquier persona racional que lo escuchara, creería que se está volviendo loco. Incluso es posible que, al escucharlo, André también creyera que se estaba volviendo loco. Pero no podía aguantar más. Es cierto lo que dicen sobre los nudos en la garganta, es como un mar en el que te sumerges, te ahogas poco a poco y luego simplemente se desborda por los ojos. Él lo sabía, sentía como se iban cristalizando sus ojos por la impotencia. Era una completa locura. Él mismo comenzaba a creer que se estaba volviendo loco.
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Editado: 24.11.2020