Otra vez es lunes y siempre es lo mismo: levantarme, ducharme, desayunar y salir para la secundaria. Llegué más temprano que mis amigas y que el resto de los alumnos. No hay nadie. Mejor, puedo aprovechar y elegir dónde sentarme. No me gusta ni tan atrás ni tan adelante; el medio es lo mejor. Aparte, mientras espero a que se haga la hora, puedo dormir un poco. O eso creí, hasta que mis amigas llegaron y se sentaron junto a mí.
—¿Phoebe, no dormiste anoche? —preguntó seria cuando me vio.
Amo que Emma se preocupe por mí, pero era muy temprano para retos.
—Sí, sí dormí —mentí.
—Te conozco y sé que te quedaste despierta hasta tarde haciendo la tarea de Lengua y Literatura —me miró enojada.
—Bueno, ya está. No empiecen con la discusión de siempre, chicas —se metió Oli, sabiendo cómo terminaba esa historia.
Las dos la miramos: Emma, enojada; y yo, agradecida. No tenía ganas de que me retara tan temprano y Oli no tenía ganas de escucharnos tan temprano.
Todos empezaron a llegar al salón y se ubicaron donde querían. La clase de Lengua comenzó. Iba todo bien hasta que llegó él. Entró sin pedirle permiso a la profe y se me acercó exigiéndome que le diera "su lugar".
—Salte de ese lugar, es mío, nerd —dijo con un tono serio, sin importarle haber llegado 40 minutos tarde.
—No —le contesté y seguí anotando lo que la profe había copiado en la pizarra.
—Te dije que me dieras mi lugar NERD —dijo, agarrando mi cuaderno.
—Vicent, para tu información, este asiento no tiene tu nombre, no me llamo “nerd” y has llegado tarde, entonces no molestes —dije, restándole importancia y quitándole mi cuaderno de las manos, lo que a él no le gustó mucho.
—Entonces, NERD, te tocará salirte por las malas —tiró mi mochila.
—¿¡QUÉ TE PASA, VICE…!? —me interrumpió la profesora.
—¡Los dos, ya a Dirección! No pueden pelear en mi clase por un asiento, ya están grandes —exclamó enojada.
—Profesora, usted lo vio, él empezó —dije, indignada de que me retara a mí también.
—Sin excusas, Phoebe. Se van los dos —exclamó la profesora.
Genial. Qué buena manera de empezar el día. De por sí me iba medio mal en Lengua y Literatura y ahora me echaban de clase. Agarré mi mochila que Vicent había tirado y junté mis cosas, enojada. Miré a mis amigas pidiéndoles que anoten todo, así luego podía pedirles los apuntes y copiarlos. Salí del salón y Vicent hizo lo mismo. Para él todo era un chiste y era gracioso, pero para mí no.
Estábamos los dos sentados fuera de Dirección esperando. Yo me pasé al asiento de enfrente; no quería estar cerca de él. Pero él me imitó y se sentó al lado mío.
—Espero que estés orgulloso de tu chistecito —dije, enojada.
Me miró con una sonrisa sarcástica.
—Obvio. Estaríamos en clase si me hubieras dado mi asiento en vez de hacer toda una escenita —dijo serio, aunque al segundo se empezó a reír—. Deberías haber visto tu cara de enojada cuando la profe te echó de clase —soltó una carcajada—. Eso sí que te define como nerd —dijo, orgulloso.
Antes de que pudiera responderle, el director nos llamó para entrar a su oficina.
—Disculpen la demora, chicos. Ahora sí, díganme qué pasó —nos miró curioso.
—Está bien, director. Pasó que el señor acá presente —lo señalé con las manos—, de nombre Vicent, llegó 40 minutos tarde y exigiendo “su lugar” —hice énfasis en “su lugar” y comillas con las manos—, interrumpió la clase, sacó mis cosas y tiró mi mochila lejos —dije con total enojo, pero calmada.
Vicent me miró con total tranquilidad, como si fuera inocente y no supiera de qué estaba hablando. Luego miró al director y soltó:
—Llegué a clase y le pedí amablemente que me dejara sentar en ese lugar, ya que yo de atrás no veo bien —dijo con tanta inocencia en su cara que hasta yo casi le creo.
El director resopló mientras negaba con la cabeza y nos dijo:
—Dejemos este tema atrás. Vicent, pídele perdón. Tú lo mismo, Phoebe. Y regresen a clase —nos señaló la puerta.
Él me miró y, con falsa inocencia, se disculpó. Yo lo miré y, entre dientes, le pedí disculpas. Salimos los dos de esa oficina y nos dirigimos al buffet. Yo vi a mis amigas y fui con ellas; él, con su grupito de amigos. Apenas me senté, empecé a contarles todo y a quejarme de él y su inocencia fingida ante el director. Antes de que pudiera seguir, Emma me miró con una cara que demostraba un poco de pena.
—Te tocó hacer grupo con Vicent en Lengua y Literatura —soltó sin más.
—¿¡QUÉ!? —la miré totalmente sorprendida—. ¿Por qué no hicieron nada para impedirlo? —pregunté, enojada.
—La profesora no nos dejó anotarte con nosotras porque dijo que tendrán consignas extras por interrumpir su clase —dijo Oli, metiéndose en la conversación.
—Genial, compartiré más tiempo con él —dije sarcástica, mientras miraba en dirección a Vicent.
Me paré y fui donde Vicent. Sus amigos me vieron acercarme y uno dijo:
—Uhhh, ahí viene tu novia.
Él se volteó, me miró de arriba abajo.
—Ella no sería nunca mi novia, no es mi tipo.
Lo miré con desagrado y dije tranquila:
—Menos mal, tú tampoco eres el mío —sonreí, mientras se escuchaban los amigos de él de fondo, indicándole que lo había dejado bien calladito—. No vine a esto. Vine a decirte que, gracias a tu chistecito, tenemos un trabajo juntos. ¿Y adiviná qué? —dije, simulando una sonrisa—. ¡Con consignas extras! —bufé.
—¿Qué? Yo no pienso hacer ningún trabajo contigo —dijo, dándome la espalda.
—Bueno, tendrás mala nota. Yo lo haré sola.— Estaba por irme, pero me agarró de la muñeca haciéndome tropezar. Antes de que tocara el piso, me atrapó.
—Más cuidado, nerd. ¿O en realidad es que querés estar en mis brazos? —me sonrió ladino.
Editado: 20.09.2025