Acróstico

Cap 19: Celos

No podía ser real. ¿En qué momento había dicho todo eso en voz alta? Seguro estaba soñando. El timbre sonó y los pasillos se llenaron de ruido, pero Vicent seguía ahí, mirándome como si hubiera ganado algo.

—Ey, Pheebs —Emma se me acercó—. ¿Estás bien? Estás pálida.

—Sí, vamos —le agarré la mano y salí corriendo.

La vergüenza me quemaba por dentro. Le había confesado que soñaba con él. ¿Cómo pude hacer algo así? Alan no podía enterarse. Nadie podía.

—Ella se besó con Vicent —escuché que alguien murmuraba.

Me frené de golpe y Emma chocó conmigo.

—¿Qué dijiste? —me giré enseguida.

—Nada, nada —dijo la chica y se fue rápido con su amiga.

No lo podía creer. Vicent había empezado a correr el rumor. ¡Era mentira y él lo sabía! Alan seguro se iba a enterar.

—¿En serio te besaste con Vicent? —me preguntó Emma.

—¡No, Emma! Te juro que no. Solo lo soñé, pero…

—¿Soñaste que lo besabas? ¿Por eso estabas rara? —apareció Alan frente a mí.

—Amor, escuchame, no es lo que pensás —intenté tocarlo, pero me rechazó.

—Phoebe, me dijiste que con Vicent no pasaba nada —me dijo antes de alejarse.

Y como si lo hubiera planeado, apareció Vicent.

—Te lo dije, tu novia está enamorada de mí —me abrazó por la cintura.

—¡Eso es mentira! —me solté furiosa.

Pero él no se detuvo.

—¡Escuchen todos! ¡Phoebe Jones…! —empezó a gritar.

—¿Qué hacés, Vicent? ¡Basta! —intenté callarlo.

—¡Es mi novia! —me agarró con más fuerza.

—¡Claro que no…! —no pude terminar porque me besó. Intenté separarme, pero no lo logré.

Me desperté de golpe, con un grito ahogado. Estaba toda transpirada, la respiración agitada y la alarma sonando. Todo había sido un sueño. Un horrible sueño. Aunque lo sentí tan real, lo único que me quedaba era el alivio.

Me llevé las manos a la cara y me las restregué con fuerza, intentando borrar la sensación de los labios de Vicent. ¿Por qué mi subconsciente era tan cruel? No solo me atormentaba con sus sueños, sino que ahora creaba un escenario de pesadilla en el que perdía a Alan por su culpa. Me dolía el estómago de solo pensarlo.

Desayuné y me fui al colegio más temprano. En el camino iba pateando piedras; piedrita que había era plateada, como si fuera Vicent, por meterse en donde no lo llaman. Ya estaba por llegar al colegio y vi una piedra perfecta para patear un par de metros más adelante. Pareciera ser que el destino se vengó de esas piedras, porque no vi el pozo chiquito que había, lo que provocó que me cayera para atrás.

—Phoebe —me atrapó antes de que tocara el piso.

—Gracias… —me ayudó a levantarme—. ¿Marcos?

—Tranquila, no pasa nada, te vi pateando piedras, no tienen la culpa —soltó una risa.

—Ja, sí, tenés razón. Venía un poco enojada y no me fijé en el camino. Bueno, gracias por la ayuda —seguí mi camino a la puerta del colegio.

Marco es un amigo de Vicent, específicamente el que dijo “ahí viene tu novia”.

Entré al colegio, sentía el ambiente pesado, ese sueño me había dejado un poco demasiado aturdida. Caminé hasta mi locker, guardé mis cosas y me dirigí al salón. Alan venía hacia mí con cara de enojado. ¿Por qué traía esa cara? Atrás de él venía Vicent con una sonrisa ladeada. Entré en pánico, estaba muy confundida.

—Amor, ¿estás bien? —pregunté con un nudo en la garganta.

—No, amor —hizo puchero—, me dejaste solito, no me avisaste que venías antes al colegio.

—Perdón, corazón —le di un pico—, pasa que…

—Pasa que se aburrió de ti —Vicent entró en la charla.

—¿¡Qué dijiste!? —Alan, enojado, se le plantó enfrente.

—¿Te da miedo que sea verdad? Desconfías mucho de Pheebs —se le acercó.

—No desconfío de ella y no la llames así —Alan se le acercó hasta quedar cara a cara.

—No parece, porque… mirá cómo estás. Si confiaras, no estarías así —lo rebajó con la mirada. Vicent era unos centímetros más alto que Alan, unos cuantos centímetros más que él—. ¿O no, PHEEBS? —recalcó el “Pheebs”.

En parte tenía razón: Alan no confiaba en mí, y menos cuando se trataba de Vicent.

—Alan, basta, no le des atención —lo llamé desde mi asiento.

—Ves, tu dueña te llama —Vicent me señaló.

Alan lo empujó.

—¡ALAN! —me paré de mi asiento—. Basta —lo miré y giró en mi dirección.

—Eso, hacéle caso, como un buen perrito faldero —soltó Vicent. Era tan pesado.

—¡VICENT! —me acerqué a él—. ¿Podés terminar de molestar?

—Dame motivos —su cara se acercó más a la mía—. ¿Debería hacerlo porque me lo decís vos? —se agachó más a mi altura.

Las palabras no me salían, estaba demasiado cerca. Se me vino a la cabeza el sueño donde gritaba que era su novia.

—No te escucho.

—Por favor —susurré.

—De nuevo, no te escuché —lo odiaba, no podía ser así.

—Vamos —Alan me sacó de ahí. Llegamos hasta el pasillo—. No tenías que meterte —me miró.

—Y vos no tenías que prenderte en la pelea. Sabés cómo es Vicent, y aunque te duela, no confiás en mí —me crucé de brazos.

—¿Estás apoyando lo que dice aquel imbécil? —se me acercó.

—No, no lo estoy apoyando a él, solo que digo que no confiás en mí —hice un paso atrás.

—¡Es la misma mierda! —me acorraló contra el locker.

—Y bueno, pero siempre es una discusión por tus celos —elevé mi voz.

—Por eso apoyás al otro imbécil, por eso siempre está entre nosotros —elevó su tono.

—¡Sos vos quien lo mete entre nosotros, siempre son reclamos sobre él! —lo empujé para irme de ahí.

—No te vas a ningún lado, ¡estamos hablando! —me tomó de la muñeca.

—No estamos hablando, yo ya terminé de hablar —me quise zafar de su agarre—. ¡Soltame!

—Pero yo no —apretó su agarre.

—Alan, soltame —intenté sacar mi muñeca de su agarre.

—Dijo que la sueltes —Vicent soltó mi muñeca del agarre de Alan.

—No te metas donde no te llaman, es pelea de pareja —Alan quiso volver a acercarse.




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