Activo Intangible

Capítulo 2. ACTIVO INTANGIBLE

Más feliz de ahora en más.

La vida, para Aurora, siempre había sido una cuestión de preparación. No importaba si era un examen, un proyecto de software o un viaje intercontinental; ella creía firmemente en la planificación meticulosa. Y el traslado a Seúl no sería la excepción. Tras dar su rotundo "sí" a su jefe, la euforia inicial se transformó en una lista de tareas que no dejaba de crecer.
El tiempo era oro. Con el plan de empezar a trabajar el 4 de marzo y el anuncio del puesto en febrero, tenía poco más de un mes para desmantelar su vida en Estados Unidos. Lo primero que hizo fue empezar a empacar. No con cajas y prisas, sino con una fría lógica. Dividió sus pertenencias en dos montones: los que serían enviados por la empresa a Corea y los que serían donados o vendidos.
Con una sonrisa divertida, se paró frente a su coche. No era un auto caro o de lujo, era un BMW que había comprado con sus ahorros de un verano y que la había acompañado en innumerables viajes. Le gustaba mucho, pero sabía que era un auto más. El que le dolía en el alma era su "bebé", su preciada motocicleta Kawasaki Ninja H2R. No era solo una moto; era su confidente, su escape, su máquina de la libertad. Con una punzada de melancolía, la puso en venta. "En Corea te encontraré una hermana gemela", se prometió, sabiendo que era una de las pocas cosas de las que no podía desprenderse.
Los días siguientes se esfumaron en una bruma de reuniones de transición y entrenamiento para la persona que ocuparía su puesto. La semana se fue volando.
Justo cuando estaba a punto de terminar el entrenamiento, recibió una llamada de un número desconocido.
—Hola, ¿Aurora? Soy Park Seul-ki, de Recursos Humanos de la sede de DaehanTech en Seúl —la voz del otro lado era clara, amable y y muy profesional.
—Sí, soy yo. Un placer —respondió Aurora, intrigada. Era la primera vez que hablaba con alguien directamente de esa oficina.
—El placer es mío. Estoy a cargo de tu traslado. He estado en contacto con tu jefe, y quiero felicitarte por tu nuevo puesto —la voz de la chica sonaba tan genuina que Aurora sintió una calidez instantánea—. La empresa se hará cargo de tu alojamiento por dos años. Te envié algunas fotos de la casa y del vecindario. Es una zona muy linda, con un lindo jardín delantero, a unos 40 minutos de la empresa en coche. Espero que te guste.
Aurora abrió las fotos que se le habían enviado por email. La casa era una villa moderna y minimalista, con grandes ventanales y un jardín de ensueño. Era más de lo que Aurora había soñado. Una sonrisa se dibujó en su rostro. "Esto sí que es una buena oferta", pensó.
—¡Es perfecta! Me encanta —respondió con un entusiasmo que no pudo ocultar.
—Me alegro mucho. Y solo para que lo sepas, quería saber si todo en orden con el embalaje que enviaste —preguntó Seul-ki.
—Sí, todo perfecto. Los chicos de la empresa de embarque fueron muy profesionales —contestó Aurora, con una sonrisa en el rostro.
—¡Excelente! Pronto todo estará en el depósito. Cuando llegues a Seúl, te daré toda la información para el traslado de tus cosas a la casa. Estoy segura de que la casa te gustará más en directo —dijo Seul-ki, con una risa dulce—. Estoy aquí para lo que necesites.
Tras colgar, la primera persona a la que llamó fue a Kim Do-hee.
—¡¿Qué?! ¿Estás hablando en serio?! —gritó Do-hee por el teléfono, la emoción en su voz era palpable.
—Sí, estoy hablando en serio.
—¡No puedo creerlo! ¡¿Y por qué no me lo dijiste antes?! —continuó gritando, su voz llena de una alegría desbordante.
—Porque sabía que te pondrías intensa —respondió Aurora, soltando una carcajada.
—¡Yo no soy intensa! ¡Soy apasionada! ¡Además, vamos a estar juntas de nuevo! ¡No puedo esperar!
—Yo tampoco, pero no tienes que recogerme, la empresa se encargará de mi traslado —dijo Aurora, con un tono más suave.
—¡Pero yo quería verte apenas salieras del avión!
—No te preocupes. Tendremos dos semanas antes de que empiece a trabajar para hacer todas las travesuras que se nos ocurran.
—¡Es perfecto! Solo me quedan unas cuantas cosas que dejar aquí. El apartamento, el coche y la moto ya los vendí.
—¿Vendiste a tu bebé? —preguntó Do-hee, con un tono dramático—. Pensé que jamás te desprenderías de ella.
—Es un auto, Do-hee. En Seúl encontraré otra. Pero es una pena. Tantas aventuras que tuvimos en ella.
—¡Sí! Como cuando fuimos a surfear a la playa de Malibú y el viento nos arrojó al agua —ambas se rieron al recordar la anécdota.
—O cuando fuimos a acampar y se nos ocurrió hacer parapente sin instructor, y de repente el viento nos desvió y terminamos aterrizando en la cima de un árbol.
—¡No me caí! ¡Aterricé de emergencia! —se defendió Do-hee.
—Sí, claro. O cuando nos fuimos a Las Vegas y te emborrachaste tanto que te tatuaste una estrella en el trasero.
—¡Eso no lo hiciste conmigo! ¡Lo hiciste con tu ex-novio! —exclamó Do-hee.
—¡Ah, cierto! ¡Ya ni me acordaba de esa basura! —ambas se rieron a carcajadas.
Después de la divertida charla con su amiga, no quedaba nada más por hacer. Solo esperar el día de su partida.
El 14 de abril, a una hora muy avanzada de la noche, se dirigió al aeropuerto. Su plan, como siempre, era perfecto. Un vuelo nocturno para un viaje de tantas horas era la clave para vencer el jet lag. "Así duermes en el avión, llegas de mañana y tu mente cree que solo pasaste una mala noche. Luego, te entra sueño de nuevo en la noche y vuelves a dormir. No hay jet lag. Fácil," pensó. Se ajustó su ropa cómoda, tomó su bolso de mano y se encaminó a la puerta de embarque.
Una vez en el avión, tomó su lugar en la ventanilla. La vista de la pista iluminada era un espectáculo fascinante. En su mente, una plegaria simple, sin un destinatario claro, pero llena de convicción. Miró por la ventanilla y, con el corazón lleno de esperanza, le rogó a Dios y a los ángeles que su vida fuera más feliz de ahora en más.



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En el texto hay: amor romance humor, llama gemela

Editado: 19.09.2025

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