Algo se curiodad, osea mucha curiosidad
Aurora había encajado en DaehanTech como si la empresa fuera su destino predeterminado. Su oficina de cristal, con su vista privilegiada del departamento, se había convertido en un hervidero de ideas y risas. El equipo la admiraba, y ella sentía una conexión especial con cada uno de ellos. Pero si había alguien con quien la amistad había florecido con una rapidez asombrosa, era Park Seul-ki. Su personalidad vivaz y su humor agudo eran el contrapunto perfecto para la seriedad profesional que Aurora solía proyectar, también sentía que su corazón tenía dueño, es algo extraño no debería sentir tantas cosas por El vicepresidente, era muy rápido, cada que lo veia era como si estuvieran en lados opuestos de un imán, la llamaba a ir a restregarse en sus fuertes brazos, como me gusta ese hombre.
Al medio día , Aurora y Seul-ki almorzaban en el elegante comedor de la empresa. El lugar, usualmente ruidoso, se sentía más íntimo entre ellas.
—¿Sabes? Nunca imaginé que me llevaría tan bien contigo tan rápido, ¿verdad? —dijo Seul-ki, riendo—. La mayoría de las personas tan inteligentes que he conocido son como robots, solo hablan de números y estrategias.
—¡Es que es fácil quererte Seúl-ki —respondió Aurora, con una sonrisa—. Eres tan divertida, y me encanta tu sentido del humor.
Justo en ese momento, sintió una presencia detrás suyo y se volteo, el mismísimo vicepresidente apareció en el comedor. Su presencia, como siempre, causó un pequeño revuelo. Todos los ojos se posaron en él, que, ajeno a las miradas, se dirigió directamente a su mesa y, para sorpresa de todos, tomó asiento junto a Seul-ki.
—¡Tae-jun! —exclamó Seul-ki, con una ceja levantada—. Qué milagro verte por aquí. Ya que estás, ¿vienes a decirme que me prestarás el libro? ¿Recuerdas que soy tu prima favorita, la que más te quiere?
Tae-jun se rio, con una voz que hizo que a Aurora se le erizara la piel.
—Te doy el gusto de mi compañía, ¿no es suficiente? —dijo con una sonrisa, aunque en sus ojos había una chispa de diversión.
-Quiero ese libro de tu colección. Quiero la primera edición de Un mundo feliz de Aldous Huxley que tienes en la vitrina. La que nunca le has prestado a nadie, solo lo leeré y te lo devuelvo."
Su sonrisa desaparece de su rostro, reemplazada por un gesto de incredulidad. No es un capricho cualquiera, es su posesión más preciada.) "Seul-ki, sabes que nadie toca esos libros. Tienes miles de libros, ¿por qué ese?"
"Porque es el que me falta por leer. ¡Piénsalo si!."
Aurora, fascinada con la dinámica de los primos, se decidió a hablar.
—Así que son familia —dijo Aurora, con una sonrisa en el rostro—. De verdad que el mundo es un pañuelo.
Tae-jun se giró hacia ella.
—Sí, ella es la más dramática de la familia, pero ya no se puede cambiar—dijo, con una seriedad que lo hacía ver aún más hermoso.
Seul-ki se rio.
—Pues sí. En la empresa hay más familiares aparte del presidente. Y no es como en otros lugares. Aquí todos saben de nuestro parentesco. Mi abuelo siempre nos decia que tenemos que ganarnos lo que tenemos, que el apellido no lo es todo. Por eso todos hemos trabajado en casi todas las áreas escalando sin preferencia.
Tae-jun, asintió.
—Claro que sí. Recuerdo cuando mi primer trabajo fue en la sala de correos. Nadie lo creería ahora, pero me encargaba de la correspondencia de toda la empresa —dijo, riendo—. Y luego pasé al departamento de finanzas, y de ahí al de desarrollo.
—Y yo, en recursos humanos, lidiando con el papeleo de los empleados —dijo Seul-ki, haciendo una mueca—. Luego me pasaron a relaciones públicas. Créeme, es más difícil de lo que parece.
Aurora los escuchaba, fascinada.
—¿Y tú, Tae-jun, qué te trajo por aquí? —preguntó Seul-ki.
—Simplemente tenía ganas de comer en el comedor. La comida en mi oficina es aburrida —dijo, mientras su mirada se posaba en Aurora.
La conversación fluyó entre ellos como si llevaran años conociéndose. Hablaron de todo y de nada, de proyectos, de viajes, de libros, de la vida en Seúl. Seul-ki, al ver la química entre ellos, solo sonreía.
—Bueno, yo me tengo que ir —dijo Seul-ki, levantándose de la mesa—. Aurora, recuérda, espérame a la salida del trabajo para irnos juntas.
—Claro que sí —respondió Aurora.
Cuando Seul-ki se fue, un silencio se apoderó de ellos. Aurora, notando las miradas de los empleados, se rio.
—¿No se ha dado cuenta de que todos sus empleados nos están mirando ahora, más que cuando entro? —preguntó Aurora, con una sonrisa.
—No me importa —dijo Tae-jun, con una mirada intensa—. Estoy donde quiero estar, en este preciso momento.
Aurora sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Él, notando su reacción, sonrió.
—No tuve tiempo de preguntar en el ascensor el otro día, por cortesía ¿Aceptarías ir a cenar conmigo este viernes? —preguntó.
Aurora, con el corazón latiendo con fuerza, asintió.
—Sí, sería un gusto —respondió.
—Pasaré por ti a las 8 de la noche —dijo Tae-jun.
Aurora asintió, su mente en un torbellino de emociones. Ya había terminado de almorzar, así que se excusó y se fue a su oficina, con una sonrisa en el rostro.
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Esa noche, el plan de cena de Aurora con Seul-ki se había expandido. Después del trabajo, Aurora llamó a Do-hee, su mejor amiga, quien se unió a ellas en un acogedor restaurante en el vibrante centro de Seúl. El lugar, con sus tenues luces y el aroma a especias, prometía ser el escenario perfecto para una mezcla de risas, comida deliciosa y confidencias.
—¡Do-hee, Seul-ki, qué bueno que estén aquí, hoy vamos a pasarla súper—exclamó Aurora, su voz llena de alegría genuina mientras se sentaban en una mesa redonda y el mesero servía sus bebidas.
Las tres congeniaron al instante, como si se conocieran de toda la vida. Seul-ki, con su humor contagioso, hizo que Do-hee y Aurora se rieran con sus anécdotas de la empresa, burlándose de las extravagantes solicitudes que recibía por parte de los clientes. Do-hee, por su parte, contó historias graciosas de su trabajo como ilustradora, haciendo que Seul-ki se riera a carcajadas.
Editado: 11.10.2025