Dramas familiares
El mesero se había retirado discretamente, dejando a Aurora y Tae-jun en su burbuja, con las luces de Seúl como único testigo. Habían terminado de cenar, pero la intensidad de la conversación mantenía a ambos anclados a la mesa. La pregunta de Tae-jun sobre su decisión de mudarse seguía resonando. Aurora sintió que, por primera vez, podía bajar la guardia y ser completamente sincera, está cita podría convertirse en bastantes.
—Me preguntaste por qué acepté el traslado tan rápido —comenzó Aurora, girando su copa de vino. Su voz, siempre firme, tenía un matiz de vulnerabilidad—. La verdad es que en Estados Unidos... no tenía a nadie esperándome en casa, ni nadie que se interesase genuinamente si llegue a casa a salvó o si comía y dormía bien. No había nadie importante. Mis relaciones, mi vida social, mi carrera, todo era provisional. Había una frase que siempre resonaba en mi cabeza: no puedes perder lo que no tienes.
Tae-jun la miraba con una atención absoluta, sin interrumpirla.
—Mi mejor amiga, Do-hee, y su madre, la Señora Kim, son las únicas personas que realmente considero familia en este mundo. Ellas siempre han estado ahí. Cuando surgió la oportunidad de trasladarme aquí, me tomo solo unos minutos pensarlo, había nueve ventajas y solo una desventaja. Pensé: ‘Si voy a reconstruir mi vida, al menos que esté cerca de las únicas personas que me anclan a algo real’. No fue una decisión de negocios, Tae-jun, fue una decisión de supervivencia emocional.
La honestidad de Aurora era refrescante para Tae-jun, acostumbrado a las respuestas calculadas. Él asintió lentamente, procesando.
—Lo entiendo —dijo él—. Es una forma audaz de buscar raíces. Pero ahora que tienes la estabilidad aquí, ¿qué haces en tu tiempo libre? No me digas que el único código que descifras es el de tu departamento.
Aurora sonrió, la tensión ha ido disminuyendo. Él había dado justo en el clavo para aligerar la atmósfera.
—No, no lo es. En mi tiempo libre, me gusta el aire fresco y la adrenalina, me gusta pasear, leer y escuchar música —respondió, sus ojos brillando con picardía.
Tae-jun se inclinó, divertido. —¿Adrenalina? ¿Qué haces? ¿Saltas en paracaídas?
—Jajajajajaja ya lo eh hecho si, con Do- hee en la universidad y antes de ella venirse permanente aquí , Pero me refiero a que soy de las que prefieren sentir el asfalto. Me gustan las motos, mucho. —dijo Aurora, observando la reacción de él.
Tae-jun parpadeó, la sorpresa era evidente en su rostro. La imagen de la directora ejecutiva de alta tecnología, impecable en su traje de diseño, pilotando una moto por la carretera, era completamente inesperada.
—¿Motos? No me lo esperaba. ¿Tienes una?
—Claro que sí. Y está aparcada en el garaje de mi casa. De hecho, si quieres, cuando me lleves de tegreso. Es mi pequeña joya.
Tae-jun se rió con ganas. El contraste le parecía fascinante.
—Eso es... intrigante. Me encantaría verla. Pero antes de cambiar completamente el tema, volvamos a la familia. Mencionaste a tu amiga y su madre. ¿Y tu familia biológica?
Aurora suspiró, pero su expresión era de absoluta calma. Era un tema que no la avergonzaba, solo la había forjado.
—Mi historia no es tan glamorosa, te la resumiré —comenzó, su voz era pausada y tranquila—. Crecí en un orfanato mi partida de nacimiento decía sin parientes vivos, unos años después pase al sistema de casas de acogida, a los 13 la asistente social a cargo me recogió en la escuela y me llevó a una casa gigante a hora y media de dónde vivía, me presento a una tia que no tenía idea de mi existencia pero que tampoco podía ocuparse de mi, tuve contacto con esta tía que era unos años mayor que mi madre y estaba en silla de ruedas enferma, ella me contó como vine al mundo, resulta que mis abuelos ya eran muy mayores cuando tuvieron a su niña arcoiris y la malcriaron demasiado, en la adolescencia malas juntas, usaba drogas y muchas fiestas sin control.
La primera vez que se escapó de casa la encontraron a los 6 meses, perdida en las drogas, solo tenía 16 años, luego volvió a irse y ahí si duro unos 4 años, murieron mis abuelos y mi tia no sabía nada de ella, apareció de la nada buscando dinero y así hacia, mi tía le daba el dinero de su herencia por partes, mis abuelos eran ricos y le dejaron a sus hijas una fortuna, no podía hacer más nada, de todas formas mucho hacia estando enferma.
Tae-jun permanecía escuchando solo hacia alguna pregunta ocasional. -¿De que padecía tu tía?- pregunto.
--Padeció de esclerosis múltiple, desde muy joven, Pero era una mujer muy inteligente, me parezco mucho a ella en todos los sentidos
--Cómo te decia, volvía a buscar dinero y en una de esas ocasiones le menciono a mi tía que tuvo una hija y la había dejado en un lugar seguro, mi tía le ofreció más dinero para que le diga dónde, imagínate la consternada que estaba mi tía cuando se enteró que solo estaba hora y cuarenta minutos de dónde vivía, me conto todo y también me dijo que lo mejor que que hizo mi madre fue dejarme ahí que lo sentía al decirme esto, mi madre era demasiado egoísta que solo pensaba en ella y me hizo un gran favor, la verdad es que le creí, después de eso la visitaba algunos días en vacaciones, luego ya no podía visitarla por qué su enfermedad la había cansar demasiado, no recibía visitas, pero nos mantenemos en comunicación por cartas, y nunca me faltó nada después de conocerla.
Murió cuando estaba en el segundo año de carrera, bueno unos meses antes de ganar el concurso para la empresa, me dejó toda su herencia cosa que l agradezco mucho, podía hacer lo que quisiera.
Nunca he tenido necesidad de buscar a mi madre biológica. Para mí, la familia es la que te elige.
La franqueza de Aurora llenó el espacio. No había autocompasión, solo una aceptación de su realidad. Tae-jun la miró por un largo momento, no con lástima, sino con un profundo respeto.
—Eres muy valiente, Aurora —dijo Tae-jun, su voz era una declaración de admiración, no una simple cortesía.
Editado: 11.10.2025