Activo Intangible

Capitulo 12. ACTIVO INTANGIBLE

¡Cielos, señorita! Usted si que esta fuera de este mundo.

Tae-jun condujo de regreso a la casa de Aurora en un silencio cómodo, la intensidad de su conversación anterior aún flotando en el aire. Al llegar, se dirigieron al garaje, un espacio inmaculado y moderno. Tae-jun esperaba ver bicicletas de spinning o quizás un coche pequeño, pero lo que vio lo detuvo en seco.

En una esquina del garaje en una pequeña plataforma con una rampa, bajo una luz enfocada, descansaba una máquina impresionante: una motocicleta de alta cilindrada, con un diseño musculoso y un acabado en negro mate que solo acentuaba su potencia. Era agresiva, elegante y, sobre todo, totalmente inesperada. Tae-jun, el hombre que creía haber descifrado a Aurora en una sola noche, se quedó sin palabras. Se acercó lentamente, su mano, acostumbrada a firmar millones, dudaba en tocar el frío metal.

—Esto... —musitó Tae-jun, girándose hacia Aurora, sus ojos llenos de una fascinación sin disimulo—. Esto no es una simple motocicleta. Es una obra de ingeniería. Es completamente excepcional. Eres... la última persona que esperaría ver al mando de una máquina así.

Aurora sonrió, regodeándose en su sorpresa.

—La adoro. Es mi escape. Mi antídoto contra el mundo, cuando quiero pensar y estar sola, salgo a pasear —dijo ella, acariciando el asiento con afecto—. La compré poco después de instalarme en Seúl. Vendí la que tenía en Estados Unidos antes de venir para asegurar mi transición. ¿Qué te parece?

Tae-jun, todavía bajo el hechizo de la moto, se acercó más a ella.

—¿Y ya has podido pasear en ella por Seúl? Debe ser toda una experiencia.

—Claro que sí. La carretera de la costa me estaba llamando. Es mi pasión.

Aurora, con el impulso de la adrenalina de la máquina, lanzó el guante.

—¿Quieres dar una vuelta conmigo ahora mismo? La noche es joven, y las luces de Seúl se ven mejor desde la carretera.

Tae-jun se echó hacia atrás, y una risa ligera y nerviosa escapó de él, una reacción totalmente opuesta a su actitud en la oficina.

—Creo que tendré que declinar, por esta noche. Necesito un poco más de tiempo para que se me pase la impresión de saber que mi directora de proyectos es una motociclista de carreras. Digamos que, en otra ocasión.

Aurora levantó una ceja, la sonrisa juguetona enganchándose.

—¿Tienes miedo, Vicepresidente?

—Un poco —admitió Tae-jun, con una honestidad desarmante, mientras sus ojos se clavaban en los de ella—. Es una máquina potente.

—Soy una excelente conductora. Te lo aseguro.

—Lo creo —respondió él, su voz se había vuelto baja y profunda. La moto, la gran revelación de Aurora, ya no importaba.

Tae-jun dio un paso hacia ella, cerrando la escasa distancia que los separaba. Aurora se quedó inmóvil, tranquila, con la poderosa motocicleta negra como una guardiana silenciosa a sus espaldas. La mirada de él era intensa, ya no había burla ni negocios, solo una pregunta profunda y urgente.

—Aurora —dijo, su voz apenas un susurro que rompía el silencio del garaje—. ¿Puedo besarte?

El corazón de Aurora latía con la fuerza de un motor a toda marcha. La respuesta era un sí absoluto y urgente, pero el juego no podía terminar así.

—Sí —respondió, su aliento rozando sus labios—. Pero que no se vayas a decir a mi novio.

Esa última pizca de humor fue la chispa que encendió la explosión. Tae-jun se inclinó, y sus labios se encontraron en un beso apasionado. Fue un choque de mundos, un encuentro tan esperado que borró todo el tiempo que habían pasado sin conocerse.

En la mente de Aurora, el beso no fue solo físico; fue un espectáculo de fantasía. Sintió una explosión de color detrás de sus párpados cerrados: el negro del garaje desapareció, reemplazado por la visión del océano, de delfines que saltaban en el aire con destellos iridiscentes y bailarinas acuáticas vestidas con sedas de colores vibrantes que giraban en círculos perfectos. La pasión del beso era un torbellino que la envolvía, y una sensación innegable recorrió su cuerpo: su piel se erizó por completo, cada célula reaccionando a la conexión inesperada y avasalladora. El beso no era solo un beso; era una promesa de todo lo que aún estaba por descubrir entre el serio vicepresidente y la valiente motociclista.



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En el texto hay: amor romance humor, llama gemela

Editado: 11.10.2025

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