Capitulo 21. ACTIVO INTANGIBLE

Es algo que puedo manejar.... Creo.

Era viernes, y la anticipación de la cena en casa de los padres de Tae-jun llenaba la mente de Aurora. Había tomado el día libre, para preparar, visitado un exclusivo salón de belleza, y elegido su vestido con la meticulosidad de quien se prepara para un examen final. La hora de recogida era a las seis, y la primera impresión lo era todo, tenía que dar una buena primera impresión.

A pesar de los ánimos de Seul-ki y el mensaje de apoyo de su amiga Do-hee, Aurora se sentía invadida por una ansiedad física. Se había despertado con una leve molestia cerca del ombligo, un dolor sordo y vago que, a medida que avanzaba la mañana, se había concentrado en un dolor agudo en el lateral derecho. Intentó minimizarlo, atribuyéndolo a lo nerviosa que estaba por conocer a los padres de Tae-jun, en el pasando eso siempre le iba mal, era la candidata perfecta para novia o amiga pero desde que los padres se enteraron que era huelfana ya no era tan ideal, razónes no daban, solo sabía que ya no volvía a juntarse con ella los amigos y que podía explicar un amigo, ese momento era sumamente incómodo.
Después que le paso un par de veces, ya no volvía a hacer amigos.

Se tomó un calmante, sintiendo escalofríos intermitentes y náuseas, que le habían quitado por completo el apetito. Era una reacción extraña, pero no inusual; recordaba que en su infancia, los grandes nervios siempre se manifestaban con dolores de estómago. Se repitió a sí misma que esto era solo una versión adulta de esa vieja ansiedad, tenía que calmarse.

Al volver a casa, se duchó y se recostó, buscando alivio en una siesta. Dejó el celular en la mesita de noche, decidida a que un par de horas de sueño disiparían el malestar. Tenía que hacerlo bien; esa cena era demasiado importante para presentarse débil. Cerró los ojos con la esperanza de despertar renovada.
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Lo siguiente que supo fue que el dolor la había desgarrado del sueño. El reloj marcaba cerca de las seis, y Aurora se despertó empapada en sudor, con un dolor agonizante que le cortaba la respiración. No era un dolor de nervios; era una furia interna, un puñal clavado en su costado.

Intentó moverse, pero el dolor era tan intenso que la inmovilizó. No podía respirar bien; cada inhalación se convertía en un quejido. Las lágrimas de agonía rodaban por sus mejillas. Dios, ¿qué me pasa? Nunca he sentido esto, pensaba, una punzada de terror sobreponiéndose al sufrimiento físico.

Reunió todas sus fuerzas para alcanzar el celular en la mesita, cuando lo sostuvo en las manos una punzada de dolor la freno y enterró la cabeza en la almohada para ahogar el grito, en ese momento su teléfono empezó a sonar.
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Tae-jun: Con un tono feliz y emocionado, el sin saber la agonía de su novia estaba relajado y ansioso, -Hola, mi amor. Estoy a unos minutos de tu casa. ¿Estás lista para deslumbrar a mis padres con tu belleza?-

Un jadeo agudo y desesperado le respondió a través de la línea. Su voz era apenas un susurro quebrado, un sonido irreconocible. -T-Tae-jun...-

El tono jovial de Tae-jun se disolvió instantáneamente en una alarma helada. Era el sonido del ejecutivo en crisis, pero con un terror personal. Su voz se hizo rápida y exigente, -¡Aurora, Aurora! ¿Qué pasa? ¡Estás bien, Aurora mi amor! ¡Dime qué ocurre!-

Aurora Llorando, luchando por articular una palabra entre los espasmos de dolor, logra articular algunas palabras entrecortadas, -M-me duele... Duele mucho... No puedo... Dejo escapar un sollozo ahogado y desgarrador.

A Tae-jun el corazón se le hundió. El pánico se apoderó de él. Pisó el acelerador, ignorando las normas de tráfico. -¡Escúchame! ¡Mantente al teléfono! Dime dónde te duele exactamente, Aurora. Estoy en tu calle, estoy llegando. ¡Ya casi estoy allí! No te muevas. ¡Respira, amor, respira!-

El dolor la superaba. Intentó explicar los síntomas, pero solo consiguió emitir un gemido largo y quejumbroso. Su voz se volvió increíblemente débil, casi sin fuerzas -¡A-apúrate...! Por favor... duele... mucho...-

El teléfono se escapó de su mano, cayendo sobre la alfombra. El último sonido que Tae-jun escuchó antes de que la línea se llenara de silencio fue el llanto agonizante de la mujer que amaba. El miedo lo invadió por completo. La cena de presentación estaba olvidada; en ese momento, solo existía el sonido de los sollozos de aurora, que, por primera vez, no era una metáfora, sino una necesidad de velocidad absoluta para salvarla.
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El corazón de Tae-jun se detuvo. Al otro lado del teléfono, el golpe sordo en la alfombra resonó en sus oídos, seguido de un silencio breve y aterrador, roto solo por un jadeo y el llanto débil y lejano de Aurora. Esa interrupción abrupta de la voz fue una estocada. El Vicepresidente de Hielo se evaporó; solo quedó el hombre aterrado.

—¡Aurora! ¡Responde, por favor! —gritó en vano al dispositivo manos libres.

Su pie se hundió en el acelerador. El motor del potente coche rugió, transformándose en un vehículo de rescate desesperado. Su mente, la máquina de control más perfecta de Seúl, se redujo a la imagen de su rostro pálido. Los veinte minutos que lo separaban de la casa en ese momento, eran una tortura. La desesperación creciendo ante cada metro.
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Al llegar a la casa, Tae-jun no perdió un segundo. Dejó el coche encendido, las luces parpadeando en la acera, y corrió hacia la puerta. Marcó el código con dedos temblorosos. Entró gritando el nombre de ella, invadiendo el santuario de paz que era la casa de Aurora.

Llegó a la habitación, y la visión lo golpeó como un impacto físico: Aurora estaba acurrucada en la cama, casi fetal, totalmente empapada en sudor. Las lágrimas habían trazado caminos en su rostro. Su cabello se le pegaba a la frente, y sus manos se aferraban a su abdomen en un gesto de agonía pura. Estaba sufriendo de una manera que él nunca había presenciado.