Mi nuera es bella, mi hijo un bobo.
Eran las dos de la tarde. El sol ya no brillaba con la fuerza de la mañana, pero la sala privada seguía siendo un refugio de calma. Aurora, sintiéndose mucho mejor gracias a los medicamentos, sonrió a Tae-jun, quien estaba revisando unis documentos en la pequeña sala de la habitación.
La puerta se abrió suavemente y entró el Dr. Kim, vestido con su bata blanca, con una sonrisa amplia y afectuosa.
—¡Tío! —exclamó Tae-jun, levantándose y haciendo una reverencia respetuosa. La familiaridad en su voz no era de negocios, sino de un profundo afecto.
El Dr. Kim se acercó a la cama, mirando a Aurora con una calidez genuina.
—Así que tú eres la joven que tiene a mi sobrino tan loco —dijo el Dr. Kim, tomando su mano con suavidad—. Soy el Dr. Kim, pero puedes llamarme Tío si quieres. No te asustes por mi bata, la peor parte ya pasó.
—Es un placer, Dr. Kim. Gracias —respondió Aurora, sintiéndose inmediatamente cómoda con su presencia.
—El placer es mío, querida. Tuve a este niño (señalando a Tae-jun con un guiño) en mis manos cuando nació. Y su mejor amigo... ¿lo conoces? Seok-jin...
Aurora sintió un ligero shock de conexión. —¡Claro! Seok-jin. ¡Usted es el padre de Seok-jin! Ahora entiendo.
—Exacto. Somos prácticamente familia, y por lo que veo, tú también lo serás —dijo el médico, riendo. Luego, su tono se volvió profesional—. Ahora, sobre la recuperación. La operación fue excelente. Pero esto no es un rasguño. Para que tu recuperación sea total, y considerando que eres joven y te recuperarás rápido, quiero verte en casa, descansando.
Aurora asintió.
—Debes tomarte al menos dos semanas de descanso después del alta. Nada de trabajo, nada de estrés. Tienes que recuperarte muy bien por dentro. Dos semanas completas, ¿entendido?
Aurora se alarmó y se incorporó ligeramente. —¡¿Dos semanas?! Doctor, mi trabajo...
Tae-jun, que había estado escuchando en silencio, intervino con firmeza, mirándola de reojo. —Está bien, Tío. Así será. Me aseguraré de que no toque un solo documento.
El Dr. Kim sonrió, satisfecho. —Excelente, Tae-jun. Ahora sí me voy. Vuelvo a verte mañana.
Cuando el médico se fue, Aurora se quedó mirando a Tae-jun, que estaba de pie junto a su cama. Pero su mente, profunda y atenta como siempre, se dio cuenta de algo.
—Tae-jun, mírame.
Él se giró, y ella pudo verlo bien. Tenía los ojos inyectados en sangre, las ojeras marcadas y la piel tirante por la falta de sueño. Parecía haber corrido un maratón, con ese mismo traje de seda arrugado.
—No te has movido de aquí desde anoche, ¿verdad? —le preguntó, su tono ya no era de enferma, sino de preocupación absoluta por él.
—No me iré. Necesito estar aquí contigo.
—Ya desperté. Y ya me revisó el doctor. Y estoy bien —insistió ella—. Y no voy a descansar si sé que estás sufriendo en ese sillón. Mírate, Tae-jun, pareces agotado.
—No me importa. No te dejaré sola —replicó él, con la terquedad de un niño.
—Sí te importa, tienes que descansar. Yo no siento dolor, estoy flotando por los medicamentos, prácticamente drogada.Por favor, te lo pido. Vete a casa, duerme bien. Date un baño, come. Y vuelve esta noche, ¿sí? —dijo ella, levantando su mano en un gesto de súplica—. Vete. Vete.
Tae-jun suspiró, su resistencia se agotó ante la fuerza de su amor y su lógica. Era imposible discutir con ella, incluso en una cama de hospital. Se acercó a ella, le dio un beso en la frente, y salió de la habitación con el paso lento de alguien que obedece a regañadientes.
Apenas diez minutos después de salir del hospital, Tae-jun no se dirigió a casa. Detuvo el coche en el estacionamiento, incapaz de dejar de preocuparse, y marcó el número de su madre.
—Madre, soy yo de nuevo —dijo, con un tono de voz inusualmente frustrado.
—¿Qué pasa, hijo? ¿Mi nuera está bien? —preguntó la Señora Jeong, alarmada.
—Sí, está bien. El Dr. Kim dijo que dos semanas de descanso. Pero por eso no te llamé. Te llamé porque... ella me echó.
La Señora Jeong se quedó en silencio un instante, y luego soltó una carcajada fuerte y genuina.
—¡¿Te echó?! ¿Cómo que te echó?
—Sí. Me obligó a irme a casa a descansar. Dijo que si yo no me iba del sillón, ella tampoco podría descansar. ¡Me dijo que no le importaba estar sola! Yo no me quería ir, madre. ¡No quiero dejarla sola, Pero no quería discutir con ella así que me fui!
La Señora Jeong se rió aún más fuerte, con el corazón hinchado de orgullo y alegría. —Oh, mi niño. Eres un bobo de verdad. Tae-jun. ¡No lo ves! No solo te ama, sino que se preocupa por tu bienestar incluso en su estado más vulnerable. La mayoría de las mujeres querrían que te quedarás a su lado para demostrar tu amor. Pero Aurora... ella piensa en tu descanso. Ella es la indicada, hijo. Ve a dormir.
—Pero no quiero que esté sola, madre.
—No te preocupes, yo tengo tiempo. Iré yo al hospital a relevarte. Ve a descansar, mi cielo. Yo cuidaré de mi nuera hasta que vuelvas.
...............
Aurora, sintiendo que ya no estaba vigilada, había estado sonriendo para sí, pensando en la imagen de Tae-jun en el sofá y en lo afortunada que era de tener un hombre que la quería tanto como para no importar lo agotado que estaba.
La Señora Jeong entró. Vio la sonrisa soñadora de Aurora. Y luego, recordando la llamada de su hijo, se quedó viendo a la joven en la cama. Ambas se miraron, y de repente, ambas se rieron a carcajadas. Era una risa honesta y ruidosa.
—¡Ay! —se quejó Aurora, agarrándose el abdomen a causa del dolor provocado por el esfuerzo.
—¡No te rías! ¡No te rías, niña! —exclamó la Señora Jeong, aunque ella misma estaba doblada por la risa—. Por la forma en que te ríes, no tengo que explicar por qué estoy aquí de nuevo.
—Y por la forma en que usted se ríe, sé exactamente por qué está aquí de nuevo, Madre —respondió Aurora, riendo con cuidado.
Editado: 30.10.2025