Te perdono por ser un acosador.
Tae-jun deslizó su mano sobre la caja, mirándola fijamente a los ojos. Ella mantuvo el silencio, una señal de que le otorgaba el derecho a la palabra y de que lo escucharía sin interrupciones. Él tomó una respiración profunda, liberando una historia que había cargado en secreto por años.
—Tienes razón al preguntar por qué actué con indiferencia. La verdad es que no sabía cómo actuar ante ti, Pero si si te decía que ya te conocía las cosas no iban a resultar como lo hicieron.
Tae-jun comenzó su relato, su voz era pausada, casi reverente.
--Cuando tenía veintiseis, viajé a la sede de la empresa en Estados Unidos para ganar experiencia. Mi padre quería que entendiera el negocio desde la base. Nadie allí sabía que yo era el hijo del Presidente. Seis meses después de mi llegada, la empresa organizó el concurso de seguridad cibernética... tú ya conoces esa parte.
—No tuve una participación activa el día de la premiación, me senté discretamente en medio del auditorio, solo como un espectador más —continuó—. Pero todos estaban impactados por la niña que había ganado el primer lugar, la que había creado una red tan grande y segura, con solo dieciocho años y aún en la universidad.
Hizo una pausa, y por un momento, la expresión de Tae-jun se suavizó, transportándose al pasado.
—Cuando te tocó subir al escenario a recibir el premio... en ese momento, para mí, no hubo nadie más en esa sala. Todos desaparecieron. Solo te veía a ti. Me quedé impresionado. Y no fue solo tu belleza lo que me hipnotizó, sino lo inteligente y brillante que eras, como una persona tan joven podía tener la mentalidad así, tu discurso fue sin duda lo mejor que eh escuchado en mi vida. Te reías con esa gracia y esa pasión por lo que hacías.
Una sonrisa breve cruzó su rostro. —Me reí para mí mismo. Un hombre echo y derecho estaba babeando por una jovencita, el futuro Vicepresidente, estaba así de embelesado por una "niña" de la universidad que no conocía. Desde ese día, ya no pude dejar de pensar en ti, todo en era impresionante y cuánto más sabía más impactante era.
—Investigué todo sobre ti. Dónde estudiabas, qué lugares frecuentabas. Y sí, la caja contiene el resultado de esa investigación —admitió Tae-jun, mirando la caja—. Pero debes saber que fui muy específico con la persona de confianza que me ayudó: le ordené que nunca te tomaran fotos íntimas ni que violaran tu privacidad. Todas las fotos debían ser de eventos públicos, de tu vida académica, de tus logros. Quería seguir tus pasos, pero nunca ponerte en peligro.
Tae-jun explicó que su fascinación se convirtió en un seguimiento constante, aunque distante.
—Luego de unos meses, tuve que viajar a Japón a otra sede para seguir capacitándome. A partir de entonces, ya no permití que te tomaran fotos. Solo pedí que me informaran de algún evento importante o de tus éxitos. Quería asegurarme de que la mente más brillante que había conocido estaba bien.
—Lo último que supe de ti antes de la vacante, es que lo estabas haciendo muy bien, y conocía cada mérito que habías obtenido en tu trabajo.
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—Y cuando se presentó la vacante en mi equipo para cubrir el puesto que tienes ahora... solo pensé en ti. No hubo favoritismo en la selección, Aurora. Obtuviste el trabajo por tu conocimiento y tu alto rendimiento. Yo solo mencioné tu nombre por el historial impecable que tenías en Estados Unidos, solo pensé que podría verte más seguido, nunca deje de pensar en ti, me dije que no iba a involucrarme tanto, Pero desde que se confirmo el traslado ya no había vuelta atrás para mí, tenía que estar contigo.
—El resto, es historia —concluyó, su voz se hizo un susurro. La verdad estaba finalmente fuera.
Se quedó en silencio, dejando que la historia se asentara.
—Nunca quise engañarte. Simplemente... siempre había estado enamorado de ti, en la distancia. Y no me había acercado antes porque aún eras joven, y yo no creía correcto acercarme. Quería esperar a un momento en el que nuestras posiciones fueran iguales, o al menos, donde tú estuvieras lista. Cuando te vi en la oficina, el pánico me invadió. Tenía miedo de arruinarlo. Tenía miedo de que si revelaba esto, saldrías corriendo.
Tae-jun se inclinó hacia ella, sus ojos llenos de súplica y amor. —Lo siento por el secreto. Pero si esta caja te hizo parte de mi vida, quiero que sepas que tú me has dado una vida.
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Tae-jun guardó silencio, mirando fijamente a Aurora. El tiempo se congeló en el ático. Para él, esos segundos se estiraron hasta convertirse en horas, un infierno personal donde su destino dependía de la mirada de ella. Sabía que su historia era inusual, al borde de lo obsesivo, y solo esperaba que la inteligencia profunda de Aurora le permitiera ver la sinceridad de su amor, y no la locura de su secreto.
En su mente, solo resonaba una plegaria desesperada: Que Dios lo ayude. Que ella lo entienda. Si ella decidía irse, si lo dejaba por ser un "acosador", no sabría cómo seguir adelante. La dependencia que había desarrollado por ella en los últimos meses era total.
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Aurora, quien había estado organizando metódicamente todas las piezas del rompecabezas —la caja, la indiferencia en la oficina, la devoción en el hospital—, finalmente habló. Su tono era suave, sin rastros de resentimiento, solo una mezcla de asombro y afecto.
—No pongas esa cara de pánico, Tae-jun —dijo ella, con una calma que lo desarmó por completo—. Solo quería saber el porqué. Honestamente, me asusté mucho cuando vi esas fotos, por poco salgo corriendo. Pensé que no te conocía en absoluto, pero luego me tranquilice y pensé que lo mejor era escucharte por qué sabía que ibas a ser completamente sincero.
Ella hizo una pausa y luego le sonrió.
—Y ahora que te escucho explicarlo... sé que lo eres. Y te entiendo. Entiendo perfectamente por qué te quedaste prendado. Yo soy maravillosa, lo sé.
Editado: 30.10.2025