El amor te ha vuelto más observador
La tarde estaba cayendo y Tae-jun finalmente había logrado escabullirse para reunirse con su mejor amigo, Seok-jin. Era la primera vez en casi tres semanas que se veían a solas, un ritual sagrado para ambos que se celebraba siempre en el mismo reservado discreto de su club privado habitual.
Seok-jin ya estaba sentado, con la mirada perdida en su bebida.
—Ya era hora, Vicepresidente —bromeó Seok-jin, aunque su voz carecía de su habitual chispa.
—No me regañes. Sabes que he estado muy ocupado y no me he movido del lado de Aurora —replicó Tae-jun, tomando asiento.
—Bien, bien. tu vida es un drama, Pero se te nota contento. —respondió Seok-jin, revolviendo el hielo de su vaso.
La conversación fluyó agradablemente durante casi dos horas, cubriendo negocios, política y la inminente recuperación de Aurora. Pero a medida que la noche avanzaba, Tae-jun, con su mente analítica, notó la quietud inusual de su amigo.
Tae-jun se recostó en el sofá, mirándolo fijamente.
—Seok-jin, tengo unas semanas sin escucharte alardear de alguna conquista. No has hecho tu ruido habitual, y te noto demasiado... tranquilo. ¿Qué te pasa?
Seok-jin levantó la mirada, sorprendido de haber sido descubierto.
—Pareces alguien que chocó contra un muro de realidad. ¿Hay algo que deba saber?
Seok-jin suspiró, un sonido pesado y cargado de conflicto interno. Se pasó una mano por su cabello.
— El amor te ha vuelto demasiado observador —murmuró—. Sí, tengo muchas cosas en la cabeza, Tae-jun. Pero no te preocupes, no es nada malo. Nada de negocios, ni de familia. Solo... asuntos personales.
—¿Asuntos personales? ¿Estás saliendo con alguien? —preguntó Tae-jun, divertido.
—No. Y no quiero hablar de ello —cortó Seok-jin, forzando una sonrisa.
Tae-jun, entendiendo que su amigo no hablaría, respetó su silencio. Terminaron sus bebidas, disfrutando de la compañía mutua, ese bálsamo de la amistad masculina.
Dos horas más tarde, Seok-jin llegó a su lujoso apartamento. Se quitó el abrigo, lo tiró sobre una silla y se dejó caer pesadamente en su sofá. Cerró los ojos, y la imagen de ella lo asaltó inmediatamente.
Se pasó la mano por la cara con un gesto de exasperación y emitió un lamento sordo.
—¿En qué diablos estaba pensando? —dijo en voz alta, el sonido resonó en la habitación vacía.
Seok-jin se sentó y se frotó las sienes. La noche que había pasado con ella había sido un accidente, un impulso. Pero la resaca emocional era devastadora. Nunca antes había sentido algo así por ninguna mujer; no era un mero deseo, sino una conexión que le había quemado el alma.
—¿Qué voy a hacer ahora? —se preguntó, el pánico se asomaba.
Sabía que tenía que verla. Tenía que platicar de lo sucedido y poner las cosas en orden. Pero no se atrevía. El miedo lo inmovilizaba. Estaba sintiendo demasiadas cosas que había tenido guardadas en compartimentos fríos de su mente, y ahora habían explotado. No sabía siquiera qué sentía: ¿Miedo? ¿Atracción? ¿Algo más profundo?
De repente, una imagen más conocida, pero igualmente perturbadora, se filtró en su mente: Seul-ki. La vio en su memoria, la imagen de la prima de su mejor amigo que él había visto crecer unos años después de él. Siempre le había parecido hermosa y pura, una profesional impecable.
Seok-jin se hundió más en el sofá. El conflicto era demasiado.
—Estoy jodido —susurró, cerrando los ojos. La realidad lo había golpeado, y se sentía a la deriva en un mar de sentimientos desconocidos.
Editado: 30.10.2025