¡¡¡Somos un par de IDIOTAS..... Si en Mayúsculas !!
El regreso a la rutina laboral de Aurora se sintió como volver a calzarse unos zapatos cómodos pero olvidados. Esas dos semanas de enfermedad, a pesar de ser un bálsamo de quietud y cuidados en casa de Tae-jun, se habían estirado en su mente hasta sentirse como dos años enteros, llenos de dependencia y reposo forzoso. Agradecía inmensamente la dedicación de Tae-jun y la paz de su hogar, pero para ella, la clave de una relación sana estaba en el equilibrio y la individualidad. Volver a su propio espacio era un acto de amor propio y de respeto hacia él. Era bueno extrañar, era vital tener esa dulce impaciencia por verse, en lugar de arriesgarse a cansar la relación.
En la oficina, todo estaba sorprendentemente en orden. Su equipo era, sin duda, el mejor. El trabajo no se había acumulado en montajes imposibles, lo que le permitió reintegrarse a su ritmo habitual sin sobresaltos.
Una tarde de sábado, unas semanas después de su vuelta completa a la normalidad, Aurora, Seúl-ki y Do-hee estaban reunidas en el apartamento de Seúl-ki, rodeadas de tazas de té y galletas. La conversación fluía ligera, entre anécdotas de la oficina y planes de viaje, cuando el silencio fue abruptamente roto por el vibrar insistente del teléfono de Seúl-ki sobre la mesa de centro.
Aurora, por pura casualidad, vio la pantalla y notó el nombre: Seok-jin.
Seúl-ki palideció visiblemente. Tomó el celular con manos temblorosas y, con una excusa torpe sobre un "asunto urgente", se dirigió al baño.
Desde la sala, Aurora y Do-hee intercambiaron una mirada de escepticismo cómplice.
En el baño, Seúl-ki se apoyó contra la pared, tomó una respiración profunda y deslizó el dedo para contestar, susurrando:
—¿Hola? Seok-jin. ¿Qué ocurre?
—Necesitamos hablar.—la voz de Seok-jin era grave, sin rastro de ligereza.
—Ahora... ahora no puedo. Estoy ocupada —respondió ella, notando el temblor en su propia voz.
—Esta bien, estoy cerca de tu piso, me ire. Pero esto no puede esperar más. ¿Podemos vernos mañana? Después del trabajo. Te envío la hora y la ubicación de un restaurante cerca de tu oficina. Es discreto, ahí podemos hablar.
El corazón le latía con una fuerza brutal contra las costillas. Era ahora o nunca.
—Sí... sí, está bien. Estaré allí después del trabajo —dijo, cortando la llamada antes de que él pudiera añadir nada más.
Regresó a la sala con un semblante forzado. Sus movimientos eran extraños, su sonrisa demasiado amplia y rígida. Empezó a recoger las tazas con una energía frenética.
—Seúl-ki —la voz de Aurora fue un ancla que la detuvo en seco—, ¿qué te pasa? Actúas como si hubieras visto un fantasma.
Do-hee asintió con seriedad, sus ojos negros fijos en Seúl-ki.
Seúl-ki soltó un suspiro pesado, se llevó las manos a la cara y se deslizó hasta sentarse en el sofá.
—Es complicado—murmuró, la voz amortiguada. Se quitó las manos del rostro, sus ojos estaban llenos de una mezcla de terror y confusión.
—Desembucha, Seúl-ki —ordenó Do-hee con su habitual pragmatismo.
Seúl-ki tomó aire y comenzó a relatar la historia, de manera apresurada y con las mejillas encendidas.
—Hace unas semanas... el día que toda mi familia fueron a casa de Tae-jun a ver a verte- dijo señalando a Aurora. -Yo no pude ir, lo recuerdas.-
Aurora asintió, recordando lo que dijo su madre sobre una reunión.
—Sí, tu madre dijo que estabas en una reunión importante —comentó Aurora.
—Así fue. Pero después, algunos compañeros de departamento fuimos a un bar. Y yo... yo me pasé de copas. No sé en qué momento me quedé sola, solo tengo flashes... recuerdos muy vagos de Seok-jin llevándome a algún sitio. Creo que seguimos tomando alcohol en esa habitación de hotel....-
Seúl-ki se interrumpió, incapaz de mirar a sus amigas. Do-hee y Aurora estaban paralizadas, pero no la interrumpieron. Solo se miraron entre ellas, con los ojos muy abiertos, esperando la inevitable conclusión.
—Y... y al día siguiente —continuó Seúl-ki, obligándose a decirlo—, desperté en una cama. Abrazada a él. Y... había rastros. Ya saben... rastros de pasión en mi cuerpo.
—No hemos hablado del tema —dijo Seúl-ki, rompiendo el silencio—. Yo solo salí de esa habitación aterrorizada, sin decir nada. Nos hemos visto algunas veces, pero yo siempre evito hablar con el. No lo dejo verme más de dos segundos.
Seúl-ki se cubrió el rostro con las manos otra vez.
—Estoy tan confundida, chicas. Siempre he estado enamorada de él, ¿saben? Pero... ¿qué significa esto para él? Temo que me diga que todo fue un error. Que se pasó con la bebida. ¡Me estoy volviendo loca porque no recuerdo nada! ¡Si esa iba a ser la única vez que iba a estar con él, por lo menos debía recordarla para atesorarla, aunque hubiera sido un accidente, tengo miedo de que me vaya a decir que no significo nada para el...
Do-hee, siempre la más directa, se inclinó hacia adelante.
—Es una situación fuerte, Seúl-ki. No te lo voy a negar. Pero las cosas hay que darles la cara. Y tú nunca sabrás si es bueno o malo hasta que te enfrentes a él. Si él no aprecia a la mujer maravillosa que eres, entonces él es un tonto, simple y llanamente.
Aurora tomó las manos de Seúl-ki con ternura y firmeza.
—En la vida hay que ser fuertes y valientes. Es bueno que tú, aunque sea algo no planeado, lo veas desde ese sentido. Para ti no es un error. Y si él te gusta, lo mejor es aprovechar esa situación y dejárselo claro. Concuerdo con Do-hee: si él no lo valora, es un idiota.
—Mira, Seúl-ki —continuó Aurora, con voz determinada—. Quizás empezaron de una forma demasiado rápida, quizás fuera de control, pero ya están ahí. Lo mejor que puedes hacer es hablar, ser completamente honesta con respecto a tus sentimientos y tirarle la pelota en la red. Él sabrá qué hacer luego de que lo sepa. Y si después de eso él no hace nada, pues que quede ahí. Por lo menos, lo sacarás de tu sistema. Lo peor que pasaría es que te duela por un tiempo, pero luego, ya no.
Editado: 30.10.2025